Por Mario Candia
1/09/25
MOVIMIENTO En agosto de 1968, Javier Barros Sierra, rector de la UNAM, izó la bandera a media asta en Ciudad Universitaria. No fue un acto protocolario: era el grito silencioso contra la invasión militar y la violación de la autonomía universitaria. Aquella imagen, con Barros Sierra encabezando marchas y discursos, terminó por darle al movimiento estudiantil un rostro moral que el Estado no pudo ignorar… aunque eligió masacrarlo.
UASLP Casi sesenta años después, en San Luis Potosí, la Universidad Autónoma enfrenta una agresión distinta, pero con la misma raíz autoritaria: la retención de casi 183.3 millones de pesos y el asedio del IFSE sobre sus recursos propios. El rector actual habla de prudencia, toca puertas en la Secretaría de Gobernación, advierte de la gravedad financiera. Pero aún mide cada palabra, como si temiera que al levantar demasiado la voz termine por encender un incendio mayor.
HISTORIA La historia, sin embargo, enseña que las universidades no suelen permanecer mudas cuando la asfixia se vuelve insoportable. En 1986, aquí mismo, en la UASLP, la violencia entró por la puerta principal con la muerte de Jorge Mena Ortiz, estudiante asesinado en un conflicto interno que derivó en protestas, renuncias, paros y en una cicatriz colectiva que sigue sin cerrarse. Aquella generación comprobó que la represión no es metáfora, sino bala.
RAZONES El paralelismo es inevitable: Barros Sierra en el 68 defendiendo la autonomía; el rector potosino en 2025 exigiendo que se cumplan las obligaciones presupuestales. La diferencia es que el primero terminó convertido en símbolo de dignidad académica frente a un Estado sordo y autoritario. El segundo aún parece confiar en que la política local escucha razones.
LEVANTAR LA VOZ Pero si la historia tiene algo de maestra, también es profeta: cuando la universidad levanta la voz, los gobiernos tiemblan. Córdoba, Argentina, 1918: los estudiantes tomaron la Universidad Nacional y lograron la autonomía, el cogobierno y la libertad de cátedra, encendiendo una reforma que se expandió por toda América Latina. Tlatelolco, 1968: un movimiento que nació con demandas democráticas terminó con cientos de estudiantes asesinados el 2 de octubre por el ejército mexicano en la Plaza de las Tres Culturas. El Halconazo, 1971: la marcha estudiantil del 10 de junio en la Ciudad de México fue acribillada por el grupo paramilitar “Los Halcones”, con más de un centenar de muertos y heridos, en plena “apertura democrática” del gobierno de Echeverría. Chile, 2011: las movilizaciones encabezadas por estudiantes como Camila Vallejo pusieron contra las cuerdas al gobierno de Piñera y exigieron educación gratuita y de calidad, dando origen a reformas que aún marcan la política chilena.
CORAZÓN Por eso el silencio actual es engañoso. Detrás de cada adeudo, de cada intromisión a la autonomía, de cada mesa de diálogo que no resuelve nada, se acumula un polvorín. La pregunta no es si habrá una chispa; la pregunta es cuándo, y si al gobierno le conviene jugar con fuego en una universidad que ya conoce la violencia y que podría, como tantas veces en la historia, convertirse en el corazón de una protesta mayor.
Hasta mañana.