POPOL VUH 124

Por Mario Candia
12/09/25

MÁRTIRES El ultraconservadurismo llora a Charlie Kirk y en Brasil se lamenta por Jair Bolsonaro. Dos escenas distintas, dos geografías alejadas, pero un mismo guion: victimizarse y acusar a la izquierda de todas sus desgracias. La bala que calló a Kirk y la condena judicial contra Bolsonaro han sido convertidas en combustible para una narrativa que busca reforzar la idea de que el progresismo es, en realidad, la amenaza más peligrosa del planeta.

ESTADOS UNIDOS El asesinato de Charlie Kirk durante un evento universitario no tardó en ser elevado a la categoría de martirio. Sus seguidores lo presentan como una víctima del odio progresista, como si la violencia hubiese brotado únicamente del otro bando. Poco importa que Kirk haya sido un sembrador profesional de la polarización, un activista que hizo del odio al adversario su materia prima. Nadie justifica el crimen, pero es necesario reconocer que quien vive del enfrentamiento ayuda a crear el clima en el que después se cosechan estas tragedias. Lo grotesco es ver cómo, apenas caído el cuerpo, ya se levantaba la narrativa de que el conservadurismo es perseguido por pensar distinto.

BRASIL En paralelo, Brasil escribe un capítulo histórico: por primera vez un expresidente es sentenciado a décadas de cárcel por conspirar contra la democracia. Bolsonaro, que nunca aceptó su derrota ante Lula, trató de manipular al ejército, de desmantelar las instituciones y de imponer su voluntad por encima del voto. Lo condena un tribunal, pero sus seguidores lo pintan como un mártir. Aseguran que no es justicia sino venganza, que no es un castigo legal sino un complot de la izquierda. De nuevo, la victimización como estrategia para mantener viva la llama del conservadurismo herido.

NARRATIVA Ambos episodios revelan un patrón inquietante: la derecha no acepta nunca la responsabilidad de sus actos. Si uno de los suyos muere, la culpa es del progresismo que lo “provocó”. Si uno de los suyos cae en tribunales, es porque la justicia está controlada por comunistas. No hay espacio para la autocrítica, solo para el relato épico de un movimiento acorralado que resiste a los enemigos del pueblo. Y ese relato, aunque huela a mentira, es eficaz: genera cohesión, atrae simpatías y convierte al victimario en víctima.

VIEJO TRUCO Lo peligroso de esta dinámica es que normaliza el doble estándar. La derecha puede insultar, desestabilizar, incitar al odio y hasta planear golpes de Estado, pero cuando recibe una respuesta —sea una condena legal o una bala que nunca debió existir— se presenta como inocente. Es el viejo truco de culpar siempre al adversario, de colocar a la izquierda como verdugo, aunque la realidad demuestre lo contrario.

IMPOSTURA Kirk y Bolsonaro son, en el fondo, dos caras de la misma moneda: personajes que alimentaron el incendio y hoy pretenden aparecer como los quemados. La democracia paga el precio de esa impostura, porque en lugar de fortalecer sus instituciones y buscar salidas comunes, el mundo queda atrapado en un guion repetido hasta el cansancio: la derecha llorando por sí misma, señalando al progresismo como monstruo, y repitiendo que ellos son los verdaderos perseguidos.

Hasta el lunes.

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