Por Mario Candia
1/10/25
PROGRESO El siglo XXI empezó con promesas de progreso, pero heredamos un paisaje de ausencias: madres que buscan, fosas que gritan, expedientes que no caminan. En un país donde “desaparecido” dejó de ser excepción y se convirtió en norma extraña, la pregunta es brutal: ¿seguiremos mirando al suelo?
INDIGNEZ-VOUS En 2010, con 93 años, Stéphane Hessel —resistente de la Segunda Guerra, diplomático, constructor moral— publicó un librito breve y feroz: Indignez-vous!(¡Indignaos!). No era un tratado ni un manual técnico: era una alarma encendida. En una edad en que muchos se retiran, él decidió despertar al mundo. Ese texto hizo estallar conciencias en Europa y más allá: la indignación, decía Hessel, es el punto de partida irrenunciable para cualquier transformación.
CIUDADANÍA El prólogo en español corrió a cargo de José Luis Sampedro, que aún en su ancianidad convocaba a jóvenes y viejos a asumir que la dignidad no se hereda, se cuida. Bajo ese impulso nacieron los movimientos del 15-M: plazas ocupadas, discursos construidos desde abajo, ciudadanía que reclamaba presencia. No lo resolvieron todo, pero cambiaron la conversación: cuando la gente se planta, lo político se tambalea.
INCUMPLIMIENTO Hoy nuestro reto es más grave. México suma decenas de miles de desaparecidos —la mayoría jóvenes— y cada número es un nombre robado, un rostro desplazado del presente. No hay abstracción allí. Al mismo tiempo, las instituciones fallan. En San Luis Potosí venció ya el plazo legal para crear una Fiscalía especializada en desapariciones. El mandato era claro y tenía fecha, pero el gobierno estatal simplemente dejó correr el tiempo y no cumplió. No se instaló la institución, no se dotó de presupuesto ni de personal, y con ese incumplimiento se prolonga la indefensión de miles de familias que esperan respuestas.
CENIZAS Ese dato no es un mero detalle local: es una señal. Una señal de que la norma no basta si no la ejerce el Estado. Que la ley es papel si no hay voluntad, si no hay presión y si no hay repudio colectivo. Que los olvidos estatales son cenizas que cubren cada rostro desaparecido.
MEMORIA Indignarse, entonces, no es gritar más alto: es negarle margen de normalidad a lo intolerable y convertir ese rechazo en acción concreta. Crear redes ciudadanas de búsqueda cuando el Estado calla. Crear archivos y memoria cuando el expediente se evapora. Crear periodismo que no mercadee con tragedias. Crear vínculos de solidaridad que den herramienta a las familias y no las abandonen en la nada.
DIGNIDAD La indignación es solo un primer paso: lo que le da sentido es la dignidad que construimos después. Dignidad para cada familia que exige saber. Dignidad para quienes estuvieron y desaparecieron. Dignidad para una generación que, entre fosas y sombras, no quiere ser la generación de la resignación.
EXCUSAS Si Hessel pudo encender una plaza a los 93 años, ¿qué excusa tenemos nosotros hoy, en el momento en que las obligaciones legales están vencidas y el Estado mira al costado? La esperanza no es ingenua; es militancia moral. Que este remate nos golpee el pecho: no puede haber República ni reconciliación mientras una entidad no respete su deber de proteger a seres humanos desaparecidos. Que nos indignemos. Que actuemos. Que la dignidad vuelva a mandar.
Hasta mañana.