La verdad y el camino.
Por: Aquiles Galán
El 2 de octubre es una fecha que resuena con fuerza en la historia de México. Ese día, en 1968, miles de jóvenes salieron a las calles para exigir libertades democráticas, justicia y el fin del autoritarismo. Lo que comenzó como una protesta por abusos policiales se convirtió en un movimiento nacional que reveló la distancia entre un gobierno cerrado y una generación que exigía ser escuchada.
Cincuenta y siete años después, esa misma fecha volvió a tener eco en San Luis Potosí. Esta vez, fueron los estudiantes de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí quienes alzaron la voz. Marcharon para exigir transparencia y rendición de cuentas al gobierno estatal ante la deuda que mantiene con la institución. Una deuda que, más allá de cifras y tecnicismos, representa un riesgo directo para su formación, sus becas y la calidad educativa.
“La historia demuestra que no siempre es la magnitud del hecho, sino el hartazgo previo, lo que detona los movimientos.” Y esta vez, el hartazgo tiene nombre y rostro: jóvenes que no están dispuestos a ver cómo se compromete su futuro mientras las autoridades callan.
La manifestación frente a Palacio de Gobierno fue clara y digna. Los estudiantes exigieron diálogo, no confrontación. Rechazaron ser etiquetados como revoltosos o porros, y se asumieron como lo que son: una comunidad universitaria consciente del daño que provoca la opacidad política en la educación pública.
Sin embargo, mientras la protesta avanzaba con orden y argumentos, apareció un grupo que decía marchar “por otras causas”, pero cuyo propósito parecía más bien enturbiar el mensaje universitario. Lo curioso es que todos, sin excepción, portaban distintivos de color verde, el mismo color que identifica al partido del gobierno estatal. Un detalle que deja más preguntas que respuestas, pero que evidencia la tentación del poder por intervenir incluso en los espacios de expresión ciudadana.
La pregunta que queda en el aire es incómoda, pero necesaria:
¿Qué futuro les espera a los jóvenes cuando la educación se tiñe de intereses políticos?
La respuesta debería ser sencilla: el futuro se defiende. La universidad debe mantenerse unida, fortalecerse desde dentro y exigir, por la vía institucional y jurídica, que el gobierno cumpla con su deber. Pero si el diálogo se cierra, que el ejemplo del 68 recuerde a todos que los jóvenes siempre encuentran la manera de hacerse escuchar.
Porque cuando se atenta contra su futuro, el silencio no es opción.
Como dijo Publio Flavio Vegecio Renato: “Si quieres paz, prepárate para la guerra.