POPOL VUH 230 

Por Mario Candia

9/10/25

FLOTILLA Hay viajes que se anuncian como gestas y terminan siendo excursiones de ego. La llamada “flotilla humanitaria” que partió con la bandera de la solidaridad hacia Palestina fue, en realidad, una postal del vacío moral de una generación que confunde activismo con turismo político. Entre sus tripulantes hubo mexicanos que se presentaron como héroes altruistas, pero que, al rascar un poco, revelan más bien el rostro de una clase media acomodada, burguesa y aburrida, que encontró en el dolor ajeno una oportunidad para posar.

TURISTAS El relato de estos “solidarios” –selfie en el muelle, discurso inflamado, pañuelo palestino al cuello– se vendió como un acto de conciencia global. Pero el gesto fue inútil y frívolo: la flotilla nunca llegó, los víveres jamás se entregaron y la causa que decían abrazar se convirtió en una anécdota viral. Los supuestos “activistas” regresaron a México y, en el colmo de la ironía, ahora exigen reconocimiento por haber sobrevivido a su propia improvisación. Se victimizan, dramatizan, y reclaman al Estado mexicano un trato de mártires cuando apenas fueron turistas del sufrimiento.

DISTRACTORES No es descabellado pensar que detrás de esa puesta en escena se mueven simpatías políticas. Varios de los participantes –según versiones no desmentidas– son trabajadores o militantes de Morena. Y el partido en el poder ha encontrado en causas lejanas una forma cómoda de proyectar sensibilidad internacionalista mientras evade los problemas internos: la violencia, la devastación ambiental, la corrupción cotidiana en el país, pero principalmente en la que son protagonistas varios integrantes del partido en el poder. Nada más útil para el discurso oficial que un distractor envuelto en banderas de paz.

BANALIZACIÓN Lo más indignante, sin embargo, no es el cálculo político sino la banalización del compromiso. México tiene sus propias guerras: desaparecidos, comunidades indígenas sitiadas, selvas taladas, narcoterritorios, mujeres asesinadas. Pero estos jóvenes prefirieron buscar el drama fotogénico en Medio Oriente antes que mirar el horror que los rodea. Se declaran defensores de los pueblos oprimidos mientras comen sushi orgánico en la Condesa y tuitean desde el iPhone comprado a por papi. Son los nuevos filántropos de Instagram: globales, sensibles y absolutamente inofensivos.

RUIDO La tragedia de Palestina no necesita turistas solidarios; necesita coherencia, política y responsabilidad internacional. Y la tragedia de México no necesita más hipocresía disfrazada de empatía. Aquellos que se fueron a “ayudar” regresaron con souvenirs y excusas. No hicieron historia: hicieron ruido. Al final, la flotilla fue solo eso: una balsa inflable de vanidad, un viaje a ninguna parte.

Hasta mañana.

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