Estados Unidos ha desplegado el portaaviones USS Gerald R. Ford, el más grande del mundo, en aguas de Sudamérica, en lo que se considera una de las mayores operaciones militares recientes de Washington en la región. La decisión, impulsada por el presidente Donald Trump, forma parte de una estrategia para reforzar la presencia estadounidense en el Caribe y endurecer su postura frente a Venezuela.
El Pentágono informó que este despliegue busca fortalecer la capacidad de vigilancia y combate al narcotráfico, además de “proteger la seguridad y prosperidad del hemisferio occidental”. Sin embargo, la magnitud del operativo —que incluye ocho buques de guerra, un submarino nuclear y aviones F-35— ha generado preocupación internacional por el tono militar que adopta la administración Trump.
El Gerald Ford, con más de 5 mil tripulantes y capacidad para más de 75 aeronaves, es considerado un símbolo del poderío naval estadounidense. Equipado con sistemas de misiles avanzados y radares de última generación, el portaaviones inició su ruta hacia Sudamérica tras cruzar el Estrecho de Gibraltar.
El movimiento ocurre en un contexto de creciente tensión con el gobierno venezolano de Nicolás Maduro, a quien Washington acusa de proteger a cárteles de la droga y violar la democracia. Maduro respondió que, ante una posible intervención militar, el pueblo venezolano “saldría a las calles en defensa de la soberanía”, advirtiendo que Estados Unidos “vería millones de hombres y mujeres con fusiles”.
En los últimos meses, las fuerzas estadounidenses han realizado más de 10 ataques contra presuntos buques de narcotráfico en el Caribe, donde han muerto alrededor de 40 personas, varios de ellos de nacionalidad venezolana.
El secretario de Defensa, Pete Hegseth, confirmó recientemente que seis personas murieron en una nueva operación naval, mientras Trump advirtió que planea informar al Congreso sobre “acciones adicionales en tierra” para desmantelar redes criminales.
El despliegue del USS Gerald Ford no solo refuerza la ofensiva antinarcóticos de Estados Unidos, sino que marca un nuevo punto de fricción en la política latinoamericana, especialmente con Venezuela y Colombia, cuyos gobiernos han sido duramente señalados por la administración Trump.
