POPOL VUH 245

Por Mario Candia

30/10/25

PRECIO JUSTO El auge silencioso del grano se ha convertido en ruina estridente. Mientras los tractores bloquean la red vial, la señal es clara: el campo mexicano ha pasado del “austericidio” al agraricidio. Los productores de maíz, sometidos a un circuito internacional que los tritura como molienda global, reclaman no sólo un precio justo, sino el derecho elemental de decidir sobre su propio trabajo.

CHICAGO El precio de la tonelada de maíz no se negocia en Sinaloa ni en Guanajuato, sino en los tableros electrónicos de la Bolsa de Chicago, donde los contratos de futuros dictan la suerte de los campesinos de media América Latina. Allí se juega con toneladas imaginarias, se apuestan cosechas que aún no existen y se decide, desde un rascacielos en el Medio Oeste, cuánto valdrá el esfuerzo de un campesino en Irapuato o en Zacatecas.

MAÍZ La globalización alimentaria convirtió el maíz —alma de Mesoamérica— en un simple activo financiero. Y cuando ese valor se desploma, el productor mexicano muere un poco: con insumos más caros, créditos impagables y un Estado que responde con discursos, no con políticas.

COLAPSO Esta semana, más de 30 carreteras amanecieron colapsadas: desde Sinaloa hasta el Bajío, miles de agricultores detuvieron el país exigiendo que el precio de la tonelada se fije en 7 200 pesos, no en los 6 050 que ofrece el gobierno. Los bloqueos se extendieron como una mazorca abierta: autopistas tomadas, mercancías varadas, pasajeros atrapados. No fue una protesta, fue una radiografía: el campo ha sido abandonado a su suerte.

CAOS Y en medio del caos, la presidenta Claudia Sheinbaum levantó la voz: “Sin maíz no hay país”, dijo, como si el eco bastara para pagar las facturas atrasadas del agro. Pero su arenga se quedó en el aire, hueca, más cerca de la consigna que de la acción. Porque si de verdad no hay país sin maíz, tampoco lo hay sin justicia para quienes lo siembran. Y la Cuarta Transformación, tan dada a la épica campesina, sigue administrando el hambre con subsidios que apenas tapan el sol con una tortilla.

DIGNIDAD El problema no es de lealtad al campo, sino de soberanía. ¿Cómo puede hablarse de independencia alimentaria si el precio del grano se dicta en otro país? ¿De transformación si las viejas estructuras clientelares siguen intactas? Los campesinos no piden limosna, piden un piso de dignidad; pero desde el gobierno se les ofrece un techo de discursos.

NARRATIVA Lo que ocurre hoy en las carreteras mexicanas es un recordatorio brutal: cuando el maíz se convierte en mercancía especulativa, el hambre se vuelve política de Estado. Y mientras en Chicago se decide el precio de la vida rural, en Palacio Nacional se decide la narrativa. Porque sí, sin maíz no hay país. Pero sin justicia, tampoco hay futuro.

Hasta mañana.

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