Por Mario Candia
6/11/25
ONE PIECE El poder está nervioso. Se le nota en los dedos temblorosos de sus tuiteros, en la ansiedad con la que sus “influencers” improvisan etiquetas para domesticar una convocatoria que no entienden. ¿Cómo contener una marea que no tiene caudillo, una marcha que no tiene pliego, una bandera que no tiene partido? El 15 de noviembre, la llamada Generación Z saldrá a las calles con la bandera de One Piece, y el gobierno ha entrado en pánico.
MIEDO No temen a la multitud: temen a su autenticidad. Morena ha aprendido a lidiar con oposiciones tradicionales —esas que marchan con rutas negociadas y micrófonos alquilados—, pero no con una generación que creció entre pantallas, decepciones y simulacros de revolución. Estos jóvenes no saben tramitar permisos, pero saben prender una chispa digital que incendia el discurso oficial en cuestión de horas. Su revolución no es de pancartas, sino de memes; su grito no se imprime, se viraliza.
ETIQUETAS El gobierno los llama “neoliberales”, “derechistas”, “bots del PRIAN”. Es el reflejo condicionado de un poder que, incapaz de reconocer lo nuevo, necesita reducirlo a lo viejo. Pero esta vez no hay plan ni padrón: hay enjambre. Una inteligencia colectiva que se organiza sin jerarquías, que flota en la nube, que se ríe de la solemnidad del poder. No hay a quién cooptar, ni a quién reprimir sin pagar el costo simbólico de golpear a una generación entera.
SUBVERSIVO La desorganización es su certificado de autenticidad. En un país saturado de simulacros, donde cada movimiento parece tener detrás una nómina, estos chicos hacen lo imperdonable: se mueven sin pedir permiso, sin calcular el beneficio, sin obedecer a nadie. En su ingenuidad hay algo profundamente subversivo, porque revela que la política —esa que el poder cree monopolizar— puede volver a ser espontánea.
NEPAL Y sí, ondean una bandera de calavera con sombrero de paja. Un símbolo nacido en la ficción japonesa que hoy representa la libertad frente al autoritarismo real. En Nepal, esa misma bandera fue el estandarte con el que la generación Z derribó a un gobierno corrupto. No porque tuvieran un manifiesto ideológico, sino porque ya no tenían miedo.
GENERACIÓN Z Por eso tiembla el poder. Porque si una generación que no conoció la democracia real empieza a imaginarla de nuevo, ni todos los bots de la 4T podrán contenerla. La política mexicana, oxidada en su guerra fría de etiquetas, enfrenta ahora a una tripulación que no obedece mapas ni brújulas partidistas. Quizá la historia no la escriban los vencedores, sino los piratas. Y quizá, el próximo 15 de noviembre, el Palacio descubra que los verdaderos corsarios no llegan del mar, sino del Wi-Fi.
Hasta mañana.


