El RADAR
Por Jesús Aguilar
Cuando la puerta de la dirección de la Facultad de Derecho “Abogado Ponciano Arriaga Leija” de la UASLP de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) se abra tras la elección inminente de este próximo viernes 14, no sólo se estrenará un nombre al frente del edificio: deberá abrirse una nueva era institucional.
Una era que tenga como eje la equidad, la transparencia, la ética pública y la erradicación de la cultura machista que ha atravesado esa facultad.
El reciente episodio que disparó la movilización estudiantil —la paralización tras la denuncia de presunto abuso sexual en la facultad— no es un accidente aislado: es la punta de un iceberg que revela dinámicas persistentes de hostigamiento, exclusión y falta de rendición de cuentas.
Entre la movilización y la historia
En el ambiente académico potosino, los últimos meses han sido de tensión. Las estudiantes de la Facultad de Derecho exigieron protocolos, exigieron seguridad con enfoque de género, denuncias de hostigamiento dentro de asambleas, y una facultad que se ha visto marcada por una cultura de silencio frente a la violencia internalizada.
Por ejemplo, la UASLP documentó un diagnóstico en el que el 73 % de las mujeres universitarias declararon haber vivido algún tipo de violencia (física, sexual, psicológica, digital o económica/patrimonial).
Esto indica que, en cierto nivel, las mujeres ya participan masivamente en la universidad, pero eso no se traduce automáticamente en una cultura institucional inclusiva o libre de violencia.
Asimismo, en 2020 la UASLP registró por primera vez que seis mujeres quedaron al frente de facultades —un hito, sin duda— pero también una señal de lo rezagado que estaba el avance. Estos datos muestran que la historia de la institución tiene elementos de cambio, pero también de rezago estructural.
En la Facultad de Derecho, este panorama se agrava. Las profesoras han denunciado que durante la asamblea en la que se discutía la crisis, fueron interrumpidas, abucheadas e ignoradas por una mayoría masculina.
El reclamo: un plan de seguridad con enfoque de género, profesionalización docente, vigilancia interna, botón de pánico, espacios seguros. Y la exigencia de que la elección de la dirección no sea mera formalidad, sino símbolo y motor de transformación.
La apuesta por una sensibilidad femenina
¿Puede la Dirección de la Facultad cambiar la situación? Sí —y debe hacerlo. Pero no basta con que la persona elegida sea mujer; debe representar un perfil transformador que tenga claridad en sus ejes de trabajo, voluntad de cambio, legitimidad ante la comunidad.
Una mirada sensible, femenina —en el sentido de capacidad de escucha, empatía, reconocimiento de las dinámicas de género, disposición a revisar protocolos y cultura— puede marcar la diferencia. Porque cuando la institucionalidad ha sido permeada por el machismo, la misoginia y el silencio, la renovación no puede venir solo de procedimientos técnicos: debe venir de una mirada que entienda el problema desde adentro.
Algunos argumentos a favor:
• Una directora con sensibilidad de género podrá situar como prioridad la prevención de la violencia, la profesionalización del personal docente en temas de género, la supervisión de protocolos, en lugar de tratarlos como temas secundarios o de compliance.
• Puede enviar un mensaje simbólico contundente: que la Facultad no es espacio de impunidad, que no es tolerante con la violencia, que no relega a las mujeres a posiciones subordinadas o invisibles. Esa visibilidad importa —y mucho.
• Puede abrir mecanismos de rendición de cuentas, transparencia y participación, para que la comunidad —alumnas, alumnos, profesoras, profesores— tengan voz real, puedan inspeccionar procesos, denunciar y seguir el curso de las acciones.
Claro: no todo el cambio depende de la directora. Depende también de la rectoría de la UASLP, de los órganos estudiantiles, de las instancias de gobierno universitario. Pero la figura de la dirección es clave, porque es el punto donde la política académica y la administración se cruzan.
Los datos duros como advertencia
• En la UASLP, de las estudiantes que declararon haber sufrido violencia, el 56.9 % de las mujeres la vivieron en modalidad sexual.
• En el profesorado de tiempo completo de la UASLP, la representación femenina era del 43.3 % versus 55.2 % masculina; en el profesorado investigador de tiempo completo la disparidad era aún mayor: 64.4 % hombres frente a 44.7 % mujeres.
• Pese a que las mujeres se titulan en mayor número o al menos participan en mayor número, ese éxito académico no se traduce en espacios de poder equivalente, ni en una cultura institucional que cuente con menos violencia o más equidad.
Estos datos refuerzan que la elección de la dirección en la Facultad de Derecho no es algo menor: es una prueba de ¿hasta dónde la institución está dispuesta a cambiar? ¿Hasta dónde los actores institucionales están preparados para revisar su cultura, sus protocolos, sus dinámicas de poder?
Pistas para una plataforma de transformación
Para que esta elección trascienda y genere efectos reales, algunos ejes deberían estar sobre la mesa:
1. Plataforma pública de la candidata o candidato que contemple: cero tolerancia a la violencia de género, plan de seguridad con enfoque de género, evaluación anual de protocolos, capacitación obligatoria al profesorado, mecanismos de denuncia confidenciales, seguimiento de casos, rendición de cuentas.
2. Transparencia del proceso de elección: que la comunidad conozca los perfiles, intervenga, tenga voz, participe. No es suficiente que la convocatoria sea legal; debe ser legítima.
3. Inclusión de las estudiantes y profesoras en los órganos de decisión: que no solo sean beneficiarias del cambio, sino agentes del mismo. Que haya consejerías, comisiones, instancias mixtas.
4. Memoria institucional: la Facultad debe reconocer su pasado —los actos misóginos, la cultura de poder masculino—, y comprometerse públicamente a transformarlo. Por ejemplo, proyectos como el de la UASLP “Ser y quehacer de la mujer universitaria” rescatan historias invisibilizadas.
5. Indicadores y seguimiento público: tasas de denuncias, tiempos de atención, cambios en la planta docente, balance de género en cargos, reporte anual. Si no se mide, no se mejora.
Conclusión: el legado que debe dejarse
La elección de la dirección de la Facultad de Derecho de la UASLP es más que un trámite académico. Es un momento de inflexión: la institución tiene ante sí la oportunidad de recuperar su credibilidad ante la comunidad estudiantil, académica y la sociedad potosina.
Y este es el punto clave: todos tienen derecho a generar proyectos de calidad, los servicios académicos deben seguir su curso, la facultad debe seguir formando juristas, investigadores y ciudadanos. Pero no es aceptable que se mantenga una cultura donde la violencia, el hostigamiento, la falta de rendición de cuentas y la exclusión de las mujeres sean parte del paisaje cotidiano.
Por eso, hacemos un llamado respetuosos y puntual:
Sr. Rector, cuerpos académicos, comunidad universitaria: que no toleremos otro proceso con la misma lógica. Que la nueva dirección no sea una continuidad más, sino un punto de inflexión.
Y a la comunidad estudiantil y académica de la Facultad de Derecho: estén atentos. Exijan transparencia, participación, resultados. No se conformen con la promesa vacía. Porque cuando una institución tolera el silencio, la impunidad y el abuso, renuncia a su misión más elemental: formar ciudadanos libres, críticos, capaces de justicia.
Cuando una universidad protege a los poderosos y calla a las víctimas, está traicionando su razón de ser.
Esta facultad puede liderar el cambio. Puede convertirse en ejemplo de una universidad que decide ser realmente humana, igualitaria, libre de violencia.
Pero para eso hace falta una dirección que escuche, reconozca, actúe. Que tenga sensibilidad e incluso convicción.
Porque no estamos ante un simple recambio administrativo: estamos ante una nueva historia por escribir.
Y que quede claro:
Sí tienen derecho a estar al frente mujeres con talento, sensibilidad y voluntad.
Sí tienen derecho a participar profesoras, estudiantes, trabajadoras.
Pero no tienen derecho a que se transforme el poder en perpetuidad machista, en privilegio de unos cuantos, en silencio cómplice.
Este cambio debe empezar ya. Y esta Facultad lo merece.