Por Mario Candia
11/11/25
LA MENTIRA En México la violencia ya no se combate: se administra, se clasifica y se maquilla como si el horror cupiera en un Excel. Esta semana, en una sesión del Senado, Ricardo Anaya desnudó el artificio más grande de la autodenominada Cuarta Transformación: la narrativa de la pacificación nacional. Con un tono combativo, el ex candidato presidencial desmanteló el relato oficial según el cual “hoy hay menos homicidios” que en el sexenio anterior. Su exposición fue algo más que un discurso opositor: fue una radiografía de un país que ya ni siquiera reconoce sus heridas.
LAS CATEGORIAS La mentira del sexenio —como la llamó— consiste en reducir la violencia a una sola categoría estadística: los homicidios dolosos. Bajo esa métrica, la 4T presume una reducción aproximada del 20 por ciento. Sin embargo, los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública revelan una historia muy distinta cuando se suman las demás variables. Anaya señala que la categoría de “otros delitos que atentan contra la vida y la integridad corporal” han aumentado, pasando de 39 a 46 casos diarios. Y las personas desaparecidas, esa categoría que la burocracia intenta mantener fuera del foco mediático, también crecieron de 26 a 41 por día. Si se suman homicidios, delitos violentos y desapariciones, el saldo promedio diario sube de 154 a 157 víctimas. En otras palabras, no solo no hay menos violencia: hay más.
LA TRAMPA Esa trampa estadística se ha convertido en la nueva forma de gobierno. Se modifican las categorías, se mueven los parámetros, se cambian las etiquetas. Lo que ayer era un homicidio doloso hoy se reclasifica como “culposo”, “lesión” o “otros delitos”. Lo que antes era desaparición ahora se cataloga como “no localizada”. Es la alquimia del eufemismo: transformar sangre en cifras amables. Así, los informes oficiales son cada vez más parecidos a un espejo deformante donde todo parece mejorar, menos la realidad.
LOS APLAUDIDORES Lo más grave no es la mentira, sino la complacencia. Como bien dijo Anaya, los “tontos útiles” —funcionarios, opinadores, militantes— aplauden como focas cada vez que alguien enuncia que “México se pacifica”. Pero el país sigue desangrándose: más de 200 mil homicidios en el sexenio anterior y una tendencia que amenaza con superarlo en este. Diez alcaldes asesinados en lo que va del actual gobierno, incluido Carlos Manzo, ejecutado en Uruapan durante un acto público. Las víctimas se acumulan, los discursos se reciclan y las estadísticas se manipulan.
LA VERDAD La Cuarta Transformación presume haber cambiado la historia, pero lo que ha perfeccionado es el arte de maquillar el desastre. En lugar de reconocer la enfermedad, el gobierno actúa como el adicto que niega su propio deterioro. Mientras se repite el mantra de la paz y la justicia, el país sigue atado al miedo, a las fosas clandestinas y a la impunidad.
La verdadera transformación sería admitir que estamos peor, no mejor, y que el primer paso para curar la violencia es dejar de fingir que ya no existe. En México la mentira se volvió política de Estado, y la estadística, su anestesia más eficaz.
Hasta mañana.