POPOL VUH 258

Por Mario Candia

18/11/25

POSVERDAD México vive atrapado en una paradoja digna de tragedia romana: presume causas nobles, pero gobierna con las pasiones más bajas; se autoproclama humanista, pero administra desde el resentimiento, la paranoia y la búsqueda obsesiva de enemigos. En este teatro de la posverdad, vale volver a Marco Aurelio, no para convertirlo en amuleto filosófico, sino para usarlo como martillo contra la hipocresía política que hoy nos gobierna. El emperador escribió para domar su carácter, mientras el poder en México escribe para manipular al público: ahí radica la primera y más dolorosa diferencia.

MEDITACIONES En Meditaciones, Marco Aurelio se recordaba que el poder es una carga, no un teatro. Aquí el poder se vive como reality show, y su legitimidad depende no de resultados sino de narrativas victimistas. Mientras el filósofo advertía que “un hombre se define por su conducta, no por su discurso”, la política mexicana aprendió a maquillar actos con propaganda, a convertir la incompetencia en “resistencia” y la crítica en “traición”. El estoicismo es una ética del dominio interior; nuestro gobierno es un espectáculo del descontrol exterior.

TEMPLANZA Marco Aurelio insistía en la templanza: controlar la rabia, la soberbia y la venganza. Hoy, en cambio, tenemos un régimen que confunde autoridad con berrinche, justicia con linchamiento mediático y diálogo con humillación pública. La lección estoica diría: quien necesita destruir al adversario para sentirse legítimo, ya perdió. Aquí se gobierna como si el enemigo fuera una enfermedad crónica que debe inventarse cada mañana para justificar la existencia del proyecto político. Lo que Marco Aurelio combatía dentro de sí, nuestros gobernantes lo siembran afuera para no mirarse al espejo.

EXCUSA Otro punto clave del emperador estoico es la responsabilidad radical: no culpar a la suerte, a los dioses, al pasado ni a conspiraciones imaginarias. En México, el discurso oficial gira como carrusel: neoliberales, prensa “vendida”, jueces “corruptos”, oligarquías, bots, potencias extranjeras, golpistas, derechistas, aspiracionistas. La lista es tan extensa que ya no es diagnóstico, sino excusa crónica. Un gobierno que siempre acusa jamás reconoce; y el que nunca reconoce, nunca corrige.

ÉTICA Finalmente, Marco Aurelio entendía que la reputación cae sola si el carácter se pudre. No necesitaba propaganda; su autoridad moral nació de su exigencia consigo mismo. Aquí pasa lo contrario: mientras más propaganda se fabrica, más rápido se evapora la credibilidad. La ética estoica dictaría una sentencia clara: si el poder no se gobierna a sí mismo, el país termina gobernado por los impulsos más primitivos del poder. La diferencia entre Roma y México no es histórica: es moral. Marco Aurelio se disciplinó para evitar convertirse en tirano. Aquí, la política se ha disciplinado para nunca dejar de serlo.

Hasta mañana.

Compartir ésta nota:

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp