Transparencia en la UNI: una oportunidad histórica

El Radar

Por Jesús Aguilar.

La Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) vive, quizá sin asumirlo del todo, uno de los momentos más decisivos de su historia reciente. En medio de una discusión pública creciente —y legítima— sobre la pertinencia de transparentar de manera efectiva el ejercicio de sus recursos, la institución se encuentra ante un parteaguas que no solo involucra su relación con la sociedad potosina, sino también la calidad de su propio futuro.

Cada año, la UASLP administra más de 2,700 millones de pesos provenientes del erario. Esa cifra, por sí sola, la coloca entre los entes públicos más relevantes del estado. Pero la dimensión real de su peso financiero va más allá: a ella se suman los ingresos extraordinarios derivados de cuotas, derechos, servicios profesionales, proyectos académicos, convenios de investigación, certificaciones, renta de espacios y un amplio abanico de actividades que incrementan significativamente su capacidad económica.

Y es justamente ahí donde comienza la discusión de fondo.

El falso dilema de la autonomía

Durante años, algunos sectores han sostenido que la autonomía universitaria implica opacidad, o al menos la justifica. Ese es un argumento tan recurrente como equivocado. La autonomía, entendida correctamente, está diseñada para garantizar libertad de pensamiento, independencia académica y autogobierno, no para sellar bajo siete llaves la administración financiera de la institución.

La transparencia plena no solo no contradice la autonomía: la fortalece.

Es una línea que diversos académicos han subrayado repetidamente. Instituciones como la UNAM, la Universidad de Guadalajara y la Universidad Autónoma de Nuevo León han avanzado hacia modelos cada vez más abiertos de rendición de cuentas, demostrando que la transparencia no solo es compatible con la autonomía, sino esencial para preservarla.

Por qué es positiva la transparencia, desde cualquier ángulo

1. Para la institución: profesionaliza, ordena y protege

Transparentar procesos, contratos, nóminas, criterios de asignación de plazas y el destino de los ingresos propios no debilita a la universidad: la blindan. Hace más difícil que los problemas internos sean capitalizados por actores externos. Evita que rumores se conviertan en narrativa. Reduce riesgos de desviaciones. Y permite que la institución se gobierne con reglas claras, fortaleciendo su legitimidad.

2. Para la Rectoría: despeja dudas y consolida liderazgo

Una rectoría que abre todo a la luz pública manda un mensaje político contundente: no tiene nada que ocultar. Transita de la defensa reactiva a la iniciativa estratégica. Le da autoridad moral, desactiva suspicacias y cambia la relación con los órganos fiscalizadores estatales y federales. En tiempos en los que la confianza es un valor escaso, la transparencia es poder.

3. Para la comunidad universitaria: derechos, certezas y participación

Estudiantes, docentes y trabajadores viven en los pasillos lo que afuera se escucha como rumores. La transparencia solventa preguntas que llevan años sin respuesta: ¿cómo se asignan las cargas académicas?, ¿quién decide las becas?, ¿cuántos recursos ingresan realmente por posgrados?, ¿qué se hace con el dinero de cuotas?, ¿qué perfiles ocupan las plazas administrativas?

Un modelo abierto permite que la comunidad conozca y evalúe reglas claras, y que participe en la vida institucional con información objetiva y no solo con percepciones.

4. Para el Estado: certeza jurídica y coordinación

El Gobierno del Estado y el Congreso tienen la obligación constitucional de vigilar el uso de recursos públicos. Una UASLP abierta facilita esa tarea y reduce tensiones innecesarias. Una universidad cerrada genera conflictos donde no tendría que haberlos y abre la puerta a interpretaciones políticas.

5. Para la sociedad potosina: confianza en su institución insignia

La UASLP es una de las instituciones con mayor prestigio en San Luis Potosí. Pero ese prestigio debe renovarse y protegerse. La transparencia no solo informa: genera sentido de pertenencia social y valida la inversión pública.

El factor nacional: lo que está por venir

La discusión local no puede separarse del contexto nacional. El próximo mes de marzo habrá relevo en la Auditoría Superior de la Federación (ASF). Y los rumores —cada vez más sólidos— apuntan a que la nueva titularidad podría recaer en una figura cercana a la Secretaria Anticorrupción del Gobierno Federal, Raquel Buenrostro.

Buenrostro ha dejado claro su objetivo: desmontar los candados que han impedido durante años auditar plenamente a organismos autónomos y entidades descentralizadas. Su equipo no oculta la intención de someter al escrutinio formal todos los rincones donde existan recursos públicos, sin excepciones.

Si ese cambio se concreta, las universidades públicas del país —incluida la UASLP— enfrentarán revisiones mucho más rigurosas, exhaustivas y permanentes.

En ese escenario, la transparencia voluntaria deja de ser una virtud y se convierte en una estrategia de supervivencia institucional.

Un mensaje político poderoso

Si la UASLP decide adelantarse, abrir sus cifras, publicar sueldos, contratos, convenios, ingresos propios, gastos, auditorías internas y criterios de asignación de recursos, enviará un mensaje histórico:

“Aquí no hay nada que esconder”.

Eso coloca a la Universidad en una posición privilegiada frente al Estado, frente a la Federación y frente a la sociedad. Evita la narrativa del ocultamiento. Protege a la Rectoría de embates futuros. Y sobre todo, fortalece la legitimidad interna en un momento donde el mundo universitario vive cambios acelerados.

El momento de decidir es ahora

La UASLP no está ante una amenaza, sino ante una oportunidad. Tiene la posibilidad de convertirse en un referente nacional de transparencia universitaria. De demostrar que la autonomía no es un pretexto para el silencio, sino una herramienta para la honestidad y la eficiencia.

Es momento de abrir las puertas, no de cerrarlas.

La Universidad Autónoma de San Luis Potosí puede elegir entre ser arrastrada por la ola que viene desde la Federación o subirse a ella con dignidad, liderazgo y visión.

Lo que está en juego no es un presupuesto.

Es el futuro de su credibilidad.

Y el futuro sería muchismo mejor si aprovechando sus últimos 3 años al frente de la UNI, el Rector Zermeño Guerra consolida una verdadera nueva era en este sentido, y en no quitar el dedo del rengón en la autonomía financiera que también se merece la gran institución centenaria de la entidad.

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