Por Mario Candia
26/11/25
TREN MAYA Un año después de su inauguración, el Tren Maya luce como una postal brillante para propaganda y como una herida abierta para quienes habitan el territorio que atravesó sin pedir permiso. La nueva investigación presentada por colectivos civiles desnuda lo que el poder intentó cubrir con diesel, luces LED y discursos patrioteros: la obra estrella del sexenio pasado no fue un tren, sino un laboratorio de excesos militares, un monumento a la impunidad con rieles. México volvió a ser el país donde la fuerza sustituye a la ley, y donde el desarrollo se impone a punta de botas y decretos.
SEDENA El informe identifica lo que ya se intuía desde que SEDENA tomó el control total de los tramos 5, 6 y 7: abusos de poder, vejaciones, intimidaciones, cateos ilegales y una cadena de extralimitaciones de la Guardia Nacional contra comunidades que se atrevieron a cuestionar la obra. Lo que se presentó como una “modernización histórica” terminó siendo un despliegue militar sin precedentes, una especie de ocupación silenciosa del sureste bajo el argumento de que el progreso es más importante que cualquier derecho humano. La militarización dejó de ser excepción y se volvió modelo de obra pública.
ECOCIDIO A la par del músculo castrense, el ecocidio avanzó como plaga. El tren se levantó sobre humedales que fueron rellenados, sobre selvas arrasadas, sobre cenotes perforados y sobre un trazado que se modificó tantas veces como lo exigieron los intereses inmobiliarios. El sur de Quintana Roo y la zona de Calakmul aparecieron de pronto como el nuevo paraíso de la especulación: terrenos que valían poco se dispararon hasta 400%, los asentamientos irregulares florecieron, los desarrollos turísticos tomaron forma sin permisos y la promesa de un “tren para el pueblo” terminó siendo el boleto preferencial para los nuevos señores del hormigón.
CUARTEL Pero quizá lo más revelador del informe no es el daño ambiental ni la corrupción que brota bajo el sol del Caribe, sino el retrato inequívoco de un Estado que decidió renunciar a su propia civilidad. Cuando un gobierno entrega a los militares el diseño, la construcción, la operación y la vigilancia de una obra civil, lo que inaugura no es un tren, sino una forma de gobernar: una república sin contrapesos, sin transparencia y sin ciudadanía. Una república que se pretende moderna pero opera como cuartel.
CICATRICES La presidenta podrá decir que todo esto es una campaña política, como repite cada que surge un escándalo que la rebasa. Podrá acusar complots, conspiraciones, “voceros del privilegio”. Lo que no puede borrar son los testimonios, los videos, las denuncias y las cicatrices. Ahí están: en la tierra removida, en los pueblos desplazados, en la selva fragmentada.
FUSILES El Tren Maya prometió integración, turismo, alegría. Lo que dejó fue un recordatorio brutal: un país que militariza su propio territorio termina arrollando lo que debía proteger. Y cuando el progreso solo avanza con fusiles, no estamos ante un tren: estamos ante la locomotora de un Estado que se extravió.
Hasta mañana.