Por Mario Candia
19/12/25
2025 Si alguien quiere recordar 2025 como el año de la recuperación, del optimismo o de la estabilidad, tendrá que hacerlo con los ojos cerrados. El mundo, en cambio, decidió expresarse con fuego, agua y muerte. Y lo hizo con nombres propios, fechas precisas y cifras imposibles de maquillar.
SUMATRA A finales de noviembre de 2025, el ciclón Senyar golpeó con violencia la isla de Sumatra, Indonesia. Las lluvias torrenciales y los deslaves dejaron un saldo oficial de más de mil muertos —1 016 personas— y más de 624 mil desplazados. Las provincias de Aceh, Norte de Sumatra y Sumatra Occidental quedaron devastadas. Comunidades enteras desaparecieron bajo el lodo, mientras la infraestructura colapsaba como si nunca hubiera existido. El desastre no solo cobró vidas humanas: también empujó al borde de la extinción a especies únicas, como el orangután Tapanuli, del que se estima murieron decenas de ejemplares. La naturaleza pagó, otra vez, la factura de la negligencia humana.
CARIBE Un mes antes, el 28 de octubre, el huracán Melissa azotó el Caribe, especialmente Jamaica y Cuba. Vientos de hasta 185 millas por hora, 32 muertos y 1.5 millones de personas afectadas. Las imágenes fueron familiares: techos arrancados, cultivos perdidos, ciudades paralizadas. El Caribe volvió a confirmar su lugar como laboratorio involuntario del cambio climático: cada temporada más destructiva, cada reconstrucción más precaria.
MÉXICO México tampoco fue ajeno al año del desastre. En octubre, lluvias intensas e inundaciones golpearon Veracruz, Querétaro, San Luis Potosí, Puebla e Hidalgo, dejando al menos 70 personas muertas. Deslaves, ríos desbordados y colonias enteras bajo el agua evidenciaron una verdad incómoda: la tragedia no es solo climática, es estructural. Donde hubo corrupción, desorden urbano y abandono institucional, el agua encontró el camino más corto hacia la muerte.
ESTADOS UNIDOS En Estados Unidos, 2025 acumuló su propia colección de calamidades. Brotaciones de tornados en marzo dejaron 43 muertos en el sur y el centro del país. Durante el verano, inundaciones en Texas y la costa atlántica sumaron más víctimas y miles de millones en pérdidas. Al cierre del año, la cifra era contundente: más de 107 mil millones de dólares en pérdidas aseguradas por desastres climáticos. Una economía capaz de cuantificar la tragedia, pero no de evitarla.
PLANETA Lo verdaderamente perturbador de 2025 no fue la magnitud de las catástrofes, sino su normalización. Cada tragedia duró lo que dura un ciclo informativo. El dolor fue desplazado por el siguiente desastre, la indignación por la siguiente cifra. Las catástrofes de este año no fueron accidentes ni castigos divinos. Fueron el resultado lógico de décadas de advertencias ignoradas, de políticas cortoplacistas y de un modelo que decidió posponer el futuro. En 2025, el planeta habló claro. El problema es que seguimos empeñados en no escucharlo.
Hasta mañana.