LA VERDAD Y EL CAMINO
Por: Aquiles Galán
La política evoluciona con el tiempo, pero hay algo que se repite: cuando el poder ya no convence, empieza a cubrirse con causas sociales. Lo que nace como una lucha legítima, como: la igualdad, la paridad y los derechos puede terminar convirtiéndose en una herramienta electoral. No porque la causa sea falsa, sino porque se usa con fines que poco tienen que ver con ella.
Eso es lo que hoy estamos viendo en San Luis Potosí.
La reciente reforma que obliga a que en 2027 sólo mujeres puedan competir por la gubernatura se ha presentado como un avance histórico. Y claro que la paridad es una causa justa. No discuto con eso. El problema no es la igualdad, el problema es ¿cómo y para qué? se está usando.
Cuando una causa social se empuja desde el poder, sin diálogo o debate amplio, sin consenso real y con reglas hechas para un momento específico, deja de ser un avance estructural y empieza a parecer una jugada política. Más aún cuando la reforma se trata de un transitorio. Es decir: aplica sólo cuando conviene.
Aquí es donde muchas alarmas se encienden.
Durante años se ha hablado de atender las verdaderas necesidades de la gente: empleo, seguridad, servicios, oportunidades para jóvenes, el abandono del campo. Pero en lugar de resultados, vemos discursos. En lugar de trabajo de fondo, vemos liderazgos de foto. Personas que aparecen en eventos, en redes, en boletines, pero que no transforman la realidad de quienes son su comunidad.
Las causas sociales se vuelven entonces un producto: se venden bien, generan aplausos y descalifican al que pregunta. Porque hoy cuestionar esta reforma no te convierte en alguien crítico, sino, según la narrativa del poder en alguien “enemigo del progreso”. Y eso es peligroso.
Una democracia sana no desacredita al que piensa distinto. Lo escucha.
Cerrar el debate público, reducir la discusión a una sola versión y presentar cualquier oposición como atraso, es una forma de control. No de liderazgo. Las causas sociales no pueden usarse para callar, sino para abrir espacios.
El debate también es jurídico, no sólo político. Existen argumentos jurídicos que apelan sobre una posible violación a la Constitución, sobre el uso de una norma transitoria para modificar reglas electorales y sobre el impacto que esto tiene en la competencia democrática. No es un capricho, es un tema de legalidad.
Y tampoco se puede ignorar lo que es obvio: la percepción de que esta reforma favorece a un perfil político cercano al poder actual. Y estoy seguro de que ya sabes quien es, en realidad ha estado en campaña todo el tiempo, que según piensa el poder ha sido discretamente.
Cuando una ley parece diseñada para beneficiar a alguien en específico, la igualdad pierde fuerza y la legitimidad se debilita. Poner a una mujer no garantiza justicia. Garantizar reglas limpias, sí.
La paridad no se construye cerrando opciones, sino ampliando oportunidades. No se defiende debilitando la Constitución, sino respetándola. No se consolida usando causas nobles como escudo político.
Como joven y como alguien que cree en la política, lo digo con claridad: podemos defender la igualdad y al mismo tiempo exigir legalidad. Podemos apoyar la participación de las mujeres sin aceptar imposiciones disfrazadas de avances.
El verdadero progreso no teme al debate. No necesita descalificar. No se impone. Se construye.
La pregunta es sencilla y necesaria:
¿Queremos causas que transformen o causas que sólo sirvan para ganar elecciones?