POPOL VUH 284

Por Mario Candia

29/12/25

LA JUSTA MEDIANÍA No es la tienda. No es Loro Piana. No es el cashmere italiano ni el lujo silencioso de escaparates diseñados para multimillonarios. Lo verdaderamente escandaloso es la fábula económica que el régimen pretende que el país se trague sin hacer preguntas. Porque aquí no estamos hablando de un heredero de Slim, ni del hijo de un industrial, ni de un magnate de vieja data. Estamos hablando de los López Beltrán, la familia que durante años fue presentada como ejemplo de “justa medianía”, austeridad republicana y vida modesta. Una familia que, según el propio relato presidencial, no tenía propiedades, no tenía negocios relevantes y no vivía del privilegio. Y, sin embargo, hoy se mueve con la naturalidad de quien pertenece a la aristocracia del dinero.

MILAGRO La narrativa oficial raya en lo grotesco: una chocolatería regional —eso nos dicen— habría sido suficiente para convertirlos en millonarios. No empresarios prósperos: multimillonarios. Con acceso a marcas que no consume ni el uno por ciento del país. Con un estilo de vida blindado, cosmopolita, elitista. La pregunta no es maliciosa; es elemental: ¿en qué economía paralela ocurre ese milagro?

INCOMODO La respuesta incomoda porque apunta al corazón del poder. Los amigos de infancia, los más cercanos, los incondicionales, ocupando cargos estratégicos, administrando presupuestos, controlando obras, decidiendo contratos, abriendo puertas que solo el poder absoluto puede abrir. No hace falta corrupción explícita para enriquecerse cuando se gobierna el tablero completo. Basta con estar cerca. Basta con pertenecer. Basta con el apellido correcto.

LORO PIANA Y ahí es donde la imagen del hijo saliendo de Loro Piana deja de ser anecdótica y se vuelve símbolo. El símbolo de una élite nueva que se construyó mientras insultaba a las élites viejas; de una familia que se benefició del poder mientras lo negaba; de un proyecto que convirtió la moral en consigna y la consigna en coartada.

SERMÓN Andrés Manuel López Obrador pasó años sermoneando al país. Habló de estatura moral, de dignidad, de vergüenza, de vivir con lo necesario. Señaló a empresarios, periodistas, opositores y ciudadanos comunes desde un púlpito cotidiano. Hoy ese discurso se le devuelve como un boomerang. Tiene que tragarse sus palabras a puños, una por una, mientras su legado se exhibe en aparadores de lujo.

LA REALIDAD No es la oposición la que descalifica a la 4T. Es la realidad. No son los críticos los mezquinos; es el poder el que se volvió obsceno. Porque no hay nada más obsceno que predicar pobreza mientras se vive como privilegiado. Nada más corrosivo que exigir sacrificios mientras se disfruta del festín. La estatura moral, al final, no se mide en discursos. Se mide cuando el poder pasa por casa. Y ahí, claramente, se les cayó el argumento, la dignidad y la vergüenza.

Hasta mañana.

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