El Radar
Por Jesús Aguilar
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En un mundo donde la geopolítica y la industria se entrelazan como nunca antes, los anuncios empresariales ya no pueden leerse en clave meramente económica. Esta semana, General Motors (GM) comunicó que a partir de 2027 dejará de ensamblar en México —incluida su planta de San Luis Potosí— las versiones a gasolina de dos de sus SUV estrella: la Chevrolet Blazer y la Equinox, para llevar su producción a Estados Unidos.
El mensaje es tan técnico como político: un ajuste estratégico que ocurre en medio de un clima de tensión creciente en la relación bilateral entre México y su principal socio comercial.
La advertencia que resuena desde 2017
Para San Luis Potosí, el anuncio no es solo un dato logístico; es un recordatorio incómodo. En enero de 2017, a solo días de que Donald Trump asumiera la presidencia estadounidense, Ford canceló abruptamente la instalación de una planta en territorio potosino, valorada en 1,600 millones de dólares. El argumento entonces fue político: Trump quería que las armadoras volvieran a su país. La historia se repite, aunque con matices más complejos.
Hoy, GM asegura que no se irá de San Luis Potosí, como lo dejó saber el secretario de Desarrollo Económico estatal, Salvador González, luego de sostener comunicación con un representante de la planta. Pero la retirada de los dos modelos a gasolina deja preguntas abiertas: ¿cuál será el futuro portafolio de producción en la planta potosina? ¿Se reorientará hacia vehículos eléctricos o habrá un vacío industrial?
Un contexto tenso: elecciones, proteccionismo y autos
El movimiento de GM responde a dos fuerzas simultáneas. La primera: las presiones proteccionistas en Estados Unidos, donde se avecina una elección presidencial que podría devolver a Trump a la Casa Blanca. El republicano ya ha prometido más aranceles y más producción “Made in USA”. La segunda: la propia transformación de GM, que apuesta por una producción creciente de autos eléctricos, como lo demuestra su millonaria inversión en la planta de Ramos Arizpe, Coahuila, que ya ensambla versiones eléctricas de ambos modelos.
Consultado sobre el tema, el analista en comercio internacional Luis de la Calleexplicó que “la reubicación de producción en la industria automotriz no es un castigo a México, sino una respuesta al nuevo contexto global, donde los incentivos fiscales estadounidenses y la presión política reconfiguran las cadenas de valor”. Sin embargo, advierte: “San Luis Potosí debe prepararse para una reconversión industrial acelerada si quiere mantenerse competitivo”.
Por su parte, Gabriela Siller, directora de Análisis Económico en Banco Base, sostuvo que “la decisión de GM anticipa un probable endurecimiento en el discurso comercial estadounidense, y se inscribe en la tendencia de nearshoring selectivo: sí a México, pero sólo en sectores alineados con el futuro energético de Estados Unidos”.
¿Y qué sigue para San Luis?
La pregunta ahora no es si GM se va o se queda, sino con qué se queda. El gobernador Ricardo Gallardo y su equipo tendrán que gestionar una doble estrategia: conservar la confianza de GM y empujar una reconversión de la planta potosina hacia la movilidad eléctrica o nuevas líneas de producción.
San Luis Potosí forma parte del corredor automotriz del Bajío, una región clave en la proveeduría global. Pero su papel futuro dependerá de su capacidad para anticipar los cambios tecnológicos, mejorar su infraestructura energética y formar talento especializado.
Desde la perspectiva local, voces como la del ingeniero Juan Carlos Valladares, experto en política industrial, apuntan: “El estado tiene la oportunidad de subirse a la ola del auto eléctrico, pero necesita una política pública clara, proactiva y con incentivos concretos. No basta con reaccionar, hay que proponer”.
Una señal de alerta… y una oportunidad
Lo que parece una mala noticia podría ser, si se actúa a tiempo, una oportunidad de transformación. Pero la clave estará en entender que los cambios no responden solo a decisiones empresariales aisladas, sino a una batalla global por el empleo, la tecnología y el futuro industrial, en la que San Luis Potosí no puede quedarse al margen.
La relación México–Estados Unidos vive su momento más frágil en años. Y mientras en Washington se habla de aranceles, empleos y frontera, en San Luis Potosí se deben tomar decisiones con visión de futuro.