A sus cien años, La consagración de la primavera alcanza su máxima violencia

Uncategorized

La celebración mundial por el centésimo aniversario del nacimiento de La Consagración de la Primavera con coreografía de Vaslav Nijinsky y música de Igor Stravinsky incluye también a los artistas de la música y la danza mexicanos.

Delfos Danza Contemporánea, bajo la dirección y coreografía de Claudia Lavista y Víctor Manuel Ruíz y la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, bajo la dirección de José Areán, festejarán el sábado 15 y el domingo 16 de en el Palacio de Bellas Artes el estreno —y de alguna manera también el fracaso— de la famosa pieza que vio la luz en París en junio del 1913 y que generó uno de los mayores escándalos en la historia del arte mundial.

Gritos, insultos y derroche de tinta en los diarios fueron parte de la catástrofe que Serguei Diaghilev vivió en aquella noche con su mítica compañía Los Ballets Rusos de Montecarlo —dentro de la cual participaban artistas de la talla de Stravinsky, Nijinsky, Picasso y Cocteau, entre otros—. Cuentan las crónicas de la época que nunca logró superarse del todo de semejante experiencia.

Fuera de su tiempo y muy por arriba de las expectativas del arte preciosista y un tanto banal del ballet de la época, Diaghilev, Stravinsky y Nijinsky habían dado un salto cuántico hacia otra lectura del cuerpo, y el ritual hacia el sacrificio y renacimiento de la vida. Ambos, sin siquiera tener una relación de trabajo amable crearon sin saberlo un código referencial invaluable.

En entrevista con Proceso, Víctor Manuel Ruiz explica los nuevos senderos que tanto él como Claudia Lavista han decidido emprender con el estreno de su tercera versión de La Consagración de la Primavera, en búsqueda de una revisión “estricta” del momento profesional que viven.

***

“Violenta, perturbadora, arriesgada, agresiva” son las definiciones que da Víctor Manuel Ruiz para definir su propuesta: “Necesitábamos replantearnos lo que estábamos haciendo, arriesgarnos y dejar los lugares de comodidad que habíamos alcanzado. Lo más importante de las funciones que el grupo dará es que habrá la posibilidad de conocer dos formas diferentes del transcurrir artístico en la danza de Delfos.”

Porque junto con la Consagración de la Primavera la agrupación presentará el Bolero de Maurice Ravel, estrenada por ellos en el Festival Internacional Cervantino del 2008.

Dos universos: “El Bolero es una obra formal con un lenguaje sostenido claramente en el fraseo, hay unísonos y todo un lenguaje técnico. Por su parte, La Consagración lo que menos tiene es esta cuestión de la fluidez del movimiento. No hay ningún fraseo de hecho.

“Es una locura, son impulsos emocionales y un cúmulo de imágenes. El cuerpo físico con una potencia de agresividad muy fuerte. Lo que tratamos fue deshacernos del bailarín a nivel estético y nos abocamos a la fuerza física del ser humano. Tramos de quitar todo esto que te identifica como bailarín. Que si te vas a caer, sabes caer bonito.

“Se trata de no arreglar las cosas para que sean lindas. Es olvidarnos un poco la estética preciosista para navegar en la imagen perturbadora.”

Se trata del tercer proceso creativo que la compañía realiza con la música de Stravinsky.

“El inicio fue trabajar con elementos con los que cada uno de los integrantes de la compañía quisiera investigar. Está el sillón de la oficina, botellas de vidrio, cartones de huevos, banquitos para ver el carnaval de Mazatlán —donde vivimos—, vasos para palomitas.

“Lo que salió fue una obra sumamente violenta de muchísimo riesgo. Finalmente hablamos de la saturación de hoy en día que recae en la necesidad de acumular cosas, de buscar siempre el espacio del otro, de invadir el espacio del otro. Algo que crea un conflicto en toda relación humana y te lleva a la violencia.”

En el montaje bajo las notas musicales no hay un ritual de iniciación sino que hay ultraje, secuestro, sometimiento.

“La dramaturgia se fue tejiendo a partir de las reacciones físicas de ellos. No es una historia sino muchas. La música te va llevando a estímulos emocionales. Por lo mismo en ciertas ocasiones trabajamos sin ella y utilizamos los elementos que cada quien escogió para improvisar. Sucedieron cosas sorprendentes y ese es el material de mayor riesgo.

“Adaptamos la coreografía a la música. La fuerza dramática de la partitura busca llevarte a la misma fuerza coreográfica. Jugamos con ese contraste para obtener que la misma escena te dé el impulso. Luego se adaptó la puesta en escena a la fuerza de la música.

Todo —dice— “está perfectamente controlado a nivel milimétrico. Calculado porque cualquier error puede causar una tragedia porque se rompen botellas, se golpean y suceden cosas. No obstante hay un margen de improvisación. Los bailarines reconstruyen a partir de lo que crean. Tienen que construir su personaje sabiendo lo que va a pasar al final. Lo interesante es ver cómo se resuelve todo lo que está de por medio.”

A la pregunta expresa de si el hecho escénico se va al naturalismo explica que Lavista y él han entrado a un proceso de reflexión profunda.

“Hemos tenido que inspeccionar nuestra propia relación como profesionales y hasta como amigos incluso. Hemos tenido que preguntarnos uno al otro qué es lo que estamos haciendo. Teníamos tiempo que no nos habíamos sentado a hablar a fondo, a cuestionarnos a profundidad hacia dónde vamos y cuáles son nuestras nuevas perspectivas y desde dónde estamos trabajando.

“El resultado —dice— es de una enorme violencia. Por eso es que se rompe con todo lo anterior. Ya no quiero caer en cuarta posición, quiero caer de verdad. Ya no me interesa la suspensión por la suspensión.

El impulso es crucial y hay que estar entrenado. La búsqueda incide en sensaciones reales y con romper con el espacio de seguridad.”

Con diseño de iluminación del Propio Ruiz y vestuario de Mauricio Ascencio, la obra es el primer experimento del grupo hacia una línea conceptual.

 

http://www.proceso.com.mx/

Compartir ésta nota:
Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp