El Radar
Por Jesús Aguilar
Adán Augusto López volvió a escena este fin de semana en el Congreso Nacional de Morena. Su reaparición física no fue gratuita: ocurre en un momento clave para el reacomodo de fuerzas dentro del partido gobernante y mientras una sombra de escándalo lo persigue desde su natal Tabasco. Recibido con cortesía por Alfonso Durazo y fríamente ignorado por la dirigente nacional Luisa María Alcalde, su regreso fue más incómodo que triunfal.
Un invitado incómodo
La presencia de Adán Augusto desató murmullos. No solo por la tensión interna en el partido, sino por las graves acusaciones que lo rodean: su estrecha relación con Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad Pública de Tabasco, señalado por vínculos con el crimen organizado. Bermúdez, prófugo desde hace semanas, fue parte del primer círculo de confianza de López durante su paso por la gubernatura.
La columna de Raymundo Riva Palacio revela cómo este escándalo expone no sólo la complicidad local, sino la renuencia de Claudia Sheinbaum y del gobierno federal a confrontar de frente a figuras clave del lopezobradorismo, incluso cuando su pasado comienza a descomponerse políticamente.
Luisa María Alcalde toma distancia
El que Luisa María Alcalde, actual dirigente nacional de Morena, haya evitado el saludo o cualquier expresión pública sobre López, es revelador. Marca una grieta dentro del partido y un cambio generacional que intenta deslindarse de los excesos y lealtades ciegas del pasado. En contraste, Durazo —más pragmático y cercano a las estructuras originales del movimiento— no dudó en brindarle respaldo.
Silencio estratégico desde Palacio
Desde la Presidencia, el tema se ha manejado con calculado silencio. No hay ruptura, pero tampoco respaldo explícito.
En el transcurso de la semana pasada, estuvieron “casi” al mismo tiempo en Palacio el Gobernador Gallardo y la primera figura del Partido Verde a nivel Nacional Manuel Velasco, Senador que operó la reversa a la ley antinepotista en el Senado, justo con Adán Augusto… ¿Les suena a coincidencia inmoral? ¿O a disrupción emergente racional?
Sheinbaum, fiel a su estilo, ha optado por no confrontar ni deslindarse categóricamente. La señal es clara: el lopezobradorismo aún tiene peso, pero la nueva era de Morena está buscando su propia voz y su margen de maniobra.
¿Qué futuro político tiene?
López Hernández reaparece intentando mantenerse vigente, quizá como contrapeso interno o como pieza negociadora en las futuras definiciones del partido. Pero el escándalo tabasqueño mina su legitimidad. Su negativa a responder las preguntas de la prensa solo alimenta la percepción de culpa. Y aunque aún conserva aliados, el costo político crece con cada semana que pasa sin una respuesta clara a las acusaciones.
El costo de la lealtad
Adán Augusto fue una de las figuras más leales a López Obrador. Su cercanía lo catapultó al escenario nacional. Pero esa misma lealtad lo ha atado a un sistema de complicidades regionales que hoy lo ponen en jaque. El Congreso de Morena no fue su regreso triunfal, sino su recordatorio de que en política, la sombra de los errores —o de los silencios— siempre alcanza.
Morena deberá decidir si lo protege, lo margina o lo confronta. Lo que está en juego no es sólo el futuro político de Adán Augusto, sino la credibilidad del discurso moral de la Cuarta Transformación.