Al estilo Breaking Bad, así le hacen cocineros de droga en Sinaloa para su turbio negocio

La ruta del tráfico de precursores químicos ilegales para producir fentanilo en México empieza en el puerto de Shanghái, China. Bidones con estos químicos se ocultan en mercancía enviada de manera legal en buques portacontenedores.

Una vez que la embarcación llega a costas mexicanas del océano Pacífico, los químicos son atados con sogas y se les coloca un sistema de ubicación satelital. Después los arrojan a mar abierto y son recogidos por “pescadores” en pangas.

“El GPS es para que los pescadores los ubiquen rápido y una vez con los precursores en su poder los llevan a una isla donde tenemos una pista clandestina, y dependiendo de la presencia de gobierno se entierran (los bidones) o se amontonan para, en la primera oportunidad, una avioneta los recoja y los acerque a la costa o a la ciudad”, explica un narcotraficante encargado de coordinar la llegada de precursores y quien dijo trabajar para el “Cártel de Sinaloa”.

Los “pescadores” no dejan de comunicarse con los “punteros”, quienes vigilan que no haya elementos de la Marina, por radio para saber cuál es el estatus de la ruta de regreso.

En esta ocasión, el plan les funcionó bien a los narcotraficantes: los precursores —valuados en millones de pesos— llegaron a tierra firme sin ningún contratiempo.

Andan sobres. La panga se detiene y, en una operación de minutos, los “pescadores” bajan los bidones de precursores y los suben a una camioneta que los llevará a una casa de seguridad en Culiacán, la capital del estado de Sinaloa; la mayoría vienen de China, pero también los hay de Rusia, Australia, Malasia, Qatar e Irak. Reconocen que en los últimos meses el trasiego se ha vuelto mucho más complicado, por la cacería de los gobiernos.

Ahora es turno de que los “cocineros” los compren para vender el producto a los grandes capos del cártel, o bien sean utilizados directamente por los líderes de la estructura.

“A nosotros nos cuesta producir un kilo 2 mil dólares… pero si uno logra pasarlo a Los Ángeles, allá lo revendes en 12 mil dólares. Pero si el cliente está en Nueva York, allá te lo pagan en 35 mil dólares”, cuenta un “cocinero”, quien dice haber comprado la receta de la droga en 50 mil dólares.

El joven explica que ellos “cocinaban” heroína blanca hecha con opio, pero la demanda ahora se inclina hacia las drogas sintéticas, que hacen en las montañas. Con trajes especiales y máscaras de preparan para evitar una intoxicación que podría ser mortal.

Con mezcladoras industriales baten el ingrediente “79”, precursor chino por el que pagan 500 dólares el kilo y al final agregar un último químico conocido como “Boc 22”.

“Son tres fases: la primera en que se hace la galleta y que es cuando se mide la cantidad de propionilo a usar y cómo se va a mezclar con acetona y agua para lograr una reacción química”, explica uno de los “cocineros”.

Los pedazos de droga, que parecen piedras de yeso, son puestos al sol dos horas y luego licuados hasta convertirse en polvo blanco muy fino. Después es pesado y empacado.

El Gráfico

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