Cuando usted termine de leer este reportaje millares de personas en San Luis Potosí habrán consumido, sin saberlo, productos de contenido transgénico, manipulados genéticamente en laboratorios, tortillas refrescos, harina de maíz, fideos, leche, chocolate, cereal, soya, margarina, aceite, huevos, frutas y comida para bebés, entre muchos otros, que se pueden adquirir en los centros comerciales o en la tienda de la esquina.
El número de personas que los consumen podría precisarse, no así los daños que generan a la salud, como alergias a personas proclives y la resistencia a los antibióticos útiles para el ser humano, que ya han sido comprobados, y otros que están en estudio como el cáncer y trastornos en el desarrollo físico de niños y adultos que, se dice, provoca el consumo de soya y maíz transgénico.
Esto sin contar la incertidumbre que genera la modificación genética y su posible descontrol en un nuevo gen, que puede surgir del cambio a la cadena cromosómica, con afectaciones a futuro aún no determinadas a los seres humanos. Todo esto sin enumerar los daños al ecosistema, la tierra, los mantos acuíferos, etcétera.
¿Pero qué son los transgénicos?
Según la Organización Mundial de la Salud, son organismos genéticamente modificados (OGM) en los cuales el material genético (ADN) ha sido alterado de modo artificial. Se le denomina “biotecnología moderna”, o “ingeniería genética”, que transfiere genes seleccionados individuales de un organismo a otro, incluso entre especies no relacionadas como los genes de animales a plantas, por ejemplo.
El debate sobre si esos productos afectan o no a los seres humanos se centra en el uso de la Biotecnología para la producción de alimentos de contenido transgénico, que ya se encuentran en el mercado para su venta sin ninguna etiqueta que los identifique, lo que ha generado un airado reclamo de organizaciones ambientalistas al gobierno y a empresas como Monsanto, usufructuarias en México y San Luis Potosí de estas patentes otorgadas a través de permisos para crear, producir y vender las semillas modificas en laboratorio.
LA “GUERRA” POR CONSERVAR EL MAÍZ
Sin embargo es en los permisos otorgados en el sexenio pasado por la SAGARPA y la SEMARNAT, para la siembra del maíz transgénico en nuestro país, donde se libra la “guerra final” entre instituciones, ambientalistas, organizaciones de la sociedad civil y productores agrícolas, en contra de esas empresas trasnacionales por considerar que nuestro país “es el centro de diversidad de maíz en el mundo”, pieza clave en el desarrollo de nuestra cultura, desde tiempos ancestrales.
Esta incertidumbre de males y enfermedades que se abre como peste por sus consecuencias que no se pueden aún determinar como una ley general, ha provocado un enfrentamiento verbal que, se cree, pronto estará en las calles, entre promotores y opositores, por considerar que los transgénicos contienen un flujo genético aún desconocido que ocasiona daños a la salud, la desaparición de especies y la erosión de la tierra, donde ya nunca se podrá volver a sembrar.
Preocupa que el manejo biológico de los alimentos impactará no solo en el entorno natural, los seres humanos y en la economía de las regiones, como ya ocurre en Yucatán, donde países europeos limitaron la compra de miel de abeja, hasta que no se demuestre que está libre de transgénicos y del uso del herbicida Roundup, que contiene glifosato que daña la salud y el ambiente, como ocurrirá en la Huasteca Potosina.
Este año la controversia llegó a un punto crítico al entrar en vigor los permisos liberados por la SAGARPA, para que la empresa Monsanto comience la siembra comercial de soya en siete estados del país, incluyendo a San Luis Potosí, donde ya se cultivan desde hace 12 años miles de hectáreas en Ebano y Tamuín, en fase experimental para forraje, última etapa para la siembra comercial.
Esos permisos han sido severamente cuestionados por diversas organizaciones opositoras que censuran que se hayan otorgado sin ninguna restricción, ni legal, ni moral ni ética, a empresas como Monsanto, pese a la oposición de instituciones como la Comisión Nacional para el Conocimiento y uso de la Biodiversidad (CONABIO), que integran el Comité de Bioseguridad.
LA UASLP ENCABEZA SEGUIMIENTO
Estas denuncias de parcialidad de la SAGARPA y la SEMARNAT “durante el sexenio panista” para aprobar dichos permisos, son similares a las expuestas por la investigadora de la UASLP doctora María Guadalupe Galindo Mendoza, del Laboratorio Nacional de la Coordinación para la Innovación y la Aplicación de la Ciencia y la Tecnología, CIACyT-UASLP, y también responsable de dar seguimiento al impacto del cultivo de los transgénicos en México.
En entrevista con El Sol de San Luis la doctora Galindo Mendoza revela que “Fue en el sexenio de Acción Nacional cuando hubo un auge de innovación tecnológica y transgénicos en el país, en el que se dio apertura a las empresas transnacionales como Monsanto para el cultivo de parcelas transgénicas, que ahora el nuevo Gobierno Federal trata de redireccionar”.
Y va más allá al citar que fue en esos últimos 12 años de gobiernos federal cuando las universidades, como la de San Luis Potosí, se mantuvieron al margen de la discusión, investigación y seguimiento, situación que cambió con el nuevo gobierno.
Hoy asegura que la alternativa ante las empresas trasnacionales está en el Centro Mundial de Mejoramiento del Maíz y Trigo, uno de los primeros a nivel mundial, ubicado en Texcoco, apoyado por la Federación, lo que cambia el esquema de los últimos 12 años de apoyar a las empresas extranjeras para apostarle a los transgénicos mexicanos.
Dijo la doctora Galindo Mendoza:
“Estamos ante la nueva Revolución Verde que se inició en el mundo, y principalmente en México, en la década de los años 40s, para mejorar la producción del campo con tecnología limpia”.
La posición de la investigadora de la UASLP es similar a las acusaciones que han emitido organizaciones ambientalistas y de agricultores en contra de los entonces titulares de la SAGARPA, Francisco Mayorga Castañeda, y de la SEMARNAT Juan Ramón Elvira Quezada, de que favorecieron a las empresas trasnacionales, pasaron por alto y restaron atribuciones a organismos integrantes del Comité de Bioseguridad, responsable de calificar si la siembra de transgénicos en el país como maíz y soya es de alto riesgo.
Sin embargo la investigadora de la UASLP advierte que “México tiene por lo menos 12 años consumiendo maíz transgénico, y hay detractores, por lo que se deben desmitificar, pues estos cultivos elevan el rendimiento, y pese que los más criticados son los plaguicidas, siempre hay un proceso de experimentación por el que México tendrá que pasar, como sucede con las medicinas”.
La UASLP participa en este nuevo proceso de siembra de transgénicos a través de un monitoreo de las zonas donde se cultiva, bien controladas en todo el país porque incluso se supervisa el polen.
Hoy hay más riesgos de problemas a la salud, por ejemplo, en la ganadería clandestina en San Luis Potosí por la crianza de pollos de engorda, cerdos en condiciones insalubres, “aquí cerquita”, en el Anillo Periférico de la capital potosina, donde a un lado de esos lugares ampliamente contaminados hay una primaria o una secundaria con riesgos de contagios para los alumnos. Esos sí son peligrosos, advierte.
“Los transgénicos buscan reducir el costo de producción, su inocuidad, por lo que más bien debe homologarse la legislación estatal con la federal para promover la Revolución Verde, que sería un dique al consumo de transgénicos producidos por empresas transnacionales, y crear nuestros propios sistemas de producción limpios”.
La Universidad no está produciendo semillas transgénicas ni mucho menos, pero sí monitorea, de acuerdo con la SAGARPA, su producción en el país, pues es un camino que habrá que seguirse por el Cambio Climático en el cual ya no hay vuelta atrás.
Es más, dice la maestra Galindo Mendoza, “es importante que el Gobierno Federal destine recursos a instituciones como la nuestra (Universidad Autónoma de San Luis Potosí), porque ya desapareció el dilema de 30 años de marxismo en las universidades que provocó un divorcio muy fuerte, pero se recuperó la confianza en nosotros como instituciones de investigación y de resultados·.
“Volvimos a ganar la confianza de que los universitarios sirven al país y a la sociedad, y de que podemos dejar de pensar en atacar al empresario porque es un burgués, y al gobierno porque es un represor”.
“Hoy hasta los pantalones de mezclilla que utilizamos se hacen con algodón transgénico, muy resistente por cierto”.
EBANO Y TAMUÍN SIEMBRAN SOYA TRANSGÉNICA
Para el ingeniero Francisco Ramírez Ramírez, director de Agricultura y Ganadería de la Secretaría de Desarrollo Agropecuario y Recursos Hidráulicos (SEDARH), del Gobierno del Estado de San Luis Potosí, en entrevista con El Sol de San Luis afirma que el tema de las plantas transgénicas ocasionó la alerta en el Gobierno Federal en 1989, cuando la compañía trasnacional Campbells, creadora de las famosas sopas enlatadas, sembró una variedad de tomate modificado en Sinaloa.
Esto dio pie a que el Gobierno Federal constituyera un Comité Técnico con la UNAM y la Universidad de Chapingo para dar respuesta a la empresa porque no había ninguna legislación federal al respecto.
“En San Luis Potosí, por ejemplo, además de la soya transgénica que se siembra desde hace 12 años en Tamuín y Ebano, también se cultivó algodón que, por cierto, ya desapareció, pues esa parte de San Luis junto con Tamaulipas forma parte del corredor noreste de los Estados Unidos para la siembra de transgénicos”.
— De la solicitud de Campbells derivó la Norma Oficial Mexicana que luego se derogó, y entró la nueva Ley de Sanidad Vegetal en 1994; finalmente se integró el Comité de Bioseguridad, responsable de aprobar la siembra de transgénicos en el país.
“Hoy toda la soya que se siembra en México es transgénica porque su producción con otros métodos ya no es costeable. Esto generó derechos a la empresa Monsanto para producir, reproducir y vender, conforme a la regulación internacional”.
A pregunta de por qué sí se siembra soya en San Luis Potosí y no maíz, dice: La soya, a excepción de la leche de soya y de la carne de soya, es un insumo para crear alimentos entre otros productos, por lo que su consumo es indirecto y hay menos riesgos. No pasa lo mismo con el maíz que consumimos de manera directa.
A nivel estatal en San Luis Potosí hasta el momento no se ha integrado ningún comité técnico que opine, regule o proponga con respecto a la siembra de transgénicos, solamente se norman conforme a lo que establece la Ley Federal, y en el caso del maíz la SAGARPA no ha notificado hasta el momento si hay proyectos de siembra en algún municipio de la entidad, aun cuando a nivel local se aplican todos los señalamientos legales.
El ingeniero Francisco Ramírez Ramírez ha ocupado, entre otros cargos, el de director de Agricultura y Ganaderia, de Sanidad e Inocuidad Agroalimentaria de la SEDARH, y coordinador del Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológico de la UASLP, y funcionario de la SAGARPA a nivel federal, así como director del Centro Nacional de Referencia Fitosanitaria, entre otros cargos, Ha viajado a Chile, Colombia, Estados Unidos e Italia, por lo que domina muy bien el tema.
PROPONEN LEY EN EL CONGRESO DEL ESTADO
A esta “guerra” en contra de la siembra de transgénicos se han sumado los productores de naranja y maíz de la Huasteca potosina, de la Asociación Lalasjmkemj, que en náhuatl significa “Productores de naranja”, pero que también siembran maíz y frijol, en voz de su dirigente y ahora diputado local perredista Filemón Hilario Juárez.
-“Ante lo que consideramos la defensa de nuestros derechos para proteger nuestra herencia cultural, presentamos ante el Congreso del Estado una iniciativa de Ley de Fomento y Protección al Maíz, como patrimonio originario de San Luis Potosí”, que actualmente se discute en comisiones y busca frenar aquí la siembra de transgénicos.
Y afirma: “Desde luego que preocupa a los productores no sólo de maíz, sino también a los apicultores y a los centenares de familia que viven de esa actividad, por el riesgo que representa la siembra de transgénicos”.
Nosotros queremos semilla original (maíz criollo), y sólo por citar un ejemplo, una vez que llegan los transgénicos no entran las abejas, o mueren, además de que hay riesgo de que el polen de las nuevas plantas salga de control, por lo que nos organizarnos para evitarlo. “Que se lleven su basura”, dice.
“Si se autoriza la siembra de maíz transgénico de forma experimental, o en una primera etapa, resultarán afectados Tamazunchale, Tampacán y Matlapa, además de Tamuín, Ebano y San Vicente, y miles de productores tanto de maíz como apicultores y sus familias, sin contar los daños a nuestras tierras, por lo que realizamos foros informativos con apoyo de organizaciones nacionales para la defensa del maíz”.
Filemón Hilario Juárez, representante indígena en el Congreso, dice: No estamos peleados con la tecnología, pero sí tratamos de impedir daños a las personas y al entorno, pues si se busca resolver el problema del hambre, que no se nos perjudique, ni a los ecosistemas, pues lo que se observa es que priva el interés económico, y nosotros estamos dispuestos a defender nuestra tierra.
PROTESTAS DE LOS AMBIENTALISTAS
En la lucha de las organizaciones ambientalistas como Greenpeace que se oponen a los transgénicos, lo último ocurrió el pasado jueves 25 de abril cuando una activista descendió a rapel en una sesión del Senado portando una manta que decía: “Maíz transgénico, traición a la patria”, lo que da una idea del nivel que alcanzó ya en el país la oposición a la modificación biotecnológica del maíz mexicano.
Entre los argumentos de Greenpeace con relación a su uso están: “Un peligro para la biodiversidad y los ecosistemas. Generan resistencia en insectos y en la maleza. Suponen incremento en el uso de tóxicos. Contaminan cultivos convencionales, orgánicos y nativos, por medio del flujo genético vía insectos, y por el viento o intercambio de semillas.
Además implican riesgos en la salud de las personas, favorecen la aparición de alergias y problemas en los órganos internos. Acabarán con las variedades originales de maíz y ponen en peligro la autosuficiencia alimentaria de México. Perjudicarán a la economía de los agricultores mexicanos, ya que las ganancias son monopolizadas por unas cuantas multinacionales.
SALUD NO INTERVIENE NI MIDE SUS IMPACTOS
Para conocer las consecuencias generadas en la Huasteca, concretamente en Ebano y Tamuín, donde desde hace 12 años se siembra soya transgénica, y su impacto en la salud pública, El Sol de San Luis solicitó a la Secretaría de Salud local información sobre investigaciones a nivel epidemiológico, por el uso de baterías y virus en esas plantaciones y sus alrededores; y sí, han generado nuevas cepas patógenas de enfermedades existentes o de otras nuevas. Sin embargo la dependencia informó que hasta el momento no se hacen investigaciones de la siembra de transgénicos, por lo tanto no cuentan con resultados sobre el impacto en las personas, niños y adultos.
Una cosa es cierta: la embestida comercial de las empresas transnacionales que han inundado el mercado con productos que contienen transgénicos es una realidad, y el Gobierno no sólo mantuvo en los últimos 12 años una actitud de complacencia, obligado por el Tratado de Libre Comercio para permitir su venta, sino que además como lo denuncian la UASLP y organizaciones ambientalistas, se permitió el impulso de los transgénicos autorizando la siembra en México como la Soya y el Maíz, en perjuicio de los productores mexicanos y de los ecosistemas.
La obligatoriedad de las grandes empresas a etiquetar sus productos transgénicos con la leyenda de “éste es un producto transgénico”, o “puede ser nocivo para la salud”, debe hacerse por ley de inmediato, para garantizar el derecho a la información de los consumidores, pero además su derecho a consumirlos.
Además, que la legislación obligue a las áreas epidemiológicas del Sector Salud, a desplegar programas de investigación para conocer si su producción o consumo pueden generar nuevas cepas genéticas en seres humanos o animales por la manipulación biológica, y que además el sector agropecuario asuma su papel como rector de la mejoría, calidad e inocuidad de los alimentos que deben producirse en el campo, para encaminar sus políticas agropecuarias teniendo como base la salud de la población, la protección a la tierra y nuestro derecho a conservar semillas, como el maíz, como parte de nuestra herencia cultural hoy en riesgo de desaparecer.
http://www.oem.com.mx/elsoldesanluis/notas/n2971745.htm