Donald Trump dice ser un maestro en “el arte de la negociación”, pero su viejo amigo Andrés Manuel López Obrador podría arrebatarle ese título.
La semana pasada, el Presidente mexicano presionó a una empresa estadounidense para que acepte administrar un complejo turístico y un muelle para cruceros en una cantera de su propiedad cerca de Playa del Carmen.
La firma Vulcan Materials no tiene experiencia en esos sectores y preferiría seguir extrayendo grava solamente.
Pero López Obrador apela a presiones y amenazas en un esfuerzo por hacer que firmas privadas o extranjeras lo ayuden a sacar adelante sus proyectos de infraestructura y algunas de sus iniciativas preferidas, como la construcción de puertos, terminales y líneas férreas administrados por el estado, que podrían terminar siendo elefantes blancos si el sector privado no genera un tráfico real.
El lunes, López Obrador pasó a ser uno de los pocos líderes que han dicho que Trump les cae bien. “Nos entendemos y fue bueno para los dos países”, declaró al hablar de su relación con el magnate estadounidense mientras fue Presidente.
Abundan los ejemplos en los que López Obrador presionó a otros para lograr sus objetivos.
En el 2020, convocó un referendo por el cual se suspendió la construcción de una cervecera estadounidense de mil 500 millones de dólares en la ciudad fronteriza de Mexicali. La empresa había conseguido todos los permisos correspondientes, pero algunos residentes se quejaron de que usaría demasiada agua.
Constellation Brands, con sede en Victor (estado de Nueva York) y que produce la cerveza Corona, quería contar con una fábrica en la frontera, en el norte de México, para exportar la cerveza a Estados Unidos. López Obrador, sin embargo, quiere promover las inversiones en el sur del país, región pobre, con abundante agua, de la que él es oriundo.
La semana pasada, López Obrador dijo que el Gobernador del estado de Veracruz, un correligionario suyo, había despejado el camino y concedido todos los permisos necesarios para que Constellation construyese una cervecera allí.
Algunos dicen que el mandatario podría estar espantando la inversión extranjera con esas tácticas.
“Los detractores y los analistas se quejan de que ahuyenta la inversión. A él no le importa lo que digan”, expresó Federico Estévez, profesor de Ciencias Políticas del Instituto Tecnológico Autónomo de México. “Eso es lo que no entienden. No busca el crecimiento. No busca las inversiones. No es un político normal”.
En marzo, López Obrador dio un ultimátum a la firma energética estadounidense Sempra: Fijó un plazo de un mes para firmar un acuerdo comprometiéndose a construir una terminal exportadora de gas natural líquido en el puerto de Salina Cruz, en la costa del Pacífico. Expertos dicen que el proyecto no es atractivo para las firmas extranjeras porque hay que construir gasoductos hasta el puerto.
López Obrador renovó el puerto en el marco de un plan de revivir un viejo sueño: la construcción de una línea férrea que comunica los puertos del Pacifico con el Golfo de México, en el este, a través del estrecho Istmo de Tehuantepec. Para hacer viable este proyecto necesita desesperadamente clientes comerciales para el puerto.
Sempra no respondió todavía al ultimátum.
Actitudes –y prácticas– parecidas mediaron en la negociación más llamativa llevada a cabo hasta ahora: un principio de acuerdo con Vulcan Materials para que administre un complejo turístico y un muelle.
La firma estadounidense adquirió una serie de canteras de piedra caliza cerca de Playa del Carmen en la década de 1990, cuando la zona no era un destino turístico tan popular como ahora.
Vulcan desearía seguir exportando la grava, pero le han bloqueado los permisos para hacerlo desde fines del 2018, por lo que pidió un arbitraje en el marco del Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte, que todavía no ha sido resuelto.
Las canteras se encuentran cerca de XCaret, una laguna en la que inversionistas privados crearon un parque temático cuya admisión cuesta 100 dólares por un día. El Presidente mexicano prefiere las empresas estatales y detesta las privadas que cobran mucho.
Una de las canteras de Vulcan se llenó de agua color turquesa y López Obrador desea convertirla en una laguna artificial donde se puede nadar y bucear.
Otro de sus proyectos preferidos en la zona es el Tren Maya, una línea de mil 500 kilómetros (950 millas) por la Península del Yucatán, que conectará los hoteles de la costa con los sitios arqueológicos tierra adentro.
De una forma muy controversial, y sin estudios ambientales, el Presidente decidió abrir un corredor en medio de la selva, entre Cancún y Tulum, cerca de las canteras, para construir la línea férrea.
El proyecto requiere enormes cantidades de grava para estabilizar los rieles, así como un puerto para hacer llegar a la selva los rieles, vehículos y demás equipo necesario para la obra.
Vulcan Materials tiene la grava y un puerto de aguas profundas, Punta Venado, que usa para exportar la grava a la Florida, donde se usada en proyectos viales. López Obrador también quiere que Vulcan administre un muelle para cruceros. Con ese fin, le ofreció un “trato”: o abre un parque acuático y administra el muelle para cruceros, o el Gobierno cierra las canteras. Amenazó también con otras medidas.
“Estoy esperando la respuesta a un planteamiento que les hicimos, porque de lo contrario vamos a proceder jurídicamente”, advirtió el Presidente el 19 de abril, al mejor estilo de Trump.
El lunes, Vulcan Materials emitió un comunicado en el que dijo estar “abierta a suministrar los materiales necesarios para la construcción del Tren Maya y otros proyectos de infraestructura, y a mejorar la capacidad del puerto para que se pueda transferir los materiales de construcción del tren”.
La firma le dijo asimismo al Gobierno que estaba predispuesta a construir “un gran complejo ecoturístico, sugerido por el Gobierno mexicano, en tierras de la empresa, siempre y cuando la compañía pueda seguir atendiendo a sus clientes” de grava.
Vulcan agregó que estaba “preparada también para explorar una expansión de la terminal marítima de Puerto Venado para que pueda recibir pasajeros, carga y otras embarcaciones en los próximos años”.
Una persona al tanto de las disputas del Gobierno con firmas privadas, que no está autorizada a dar su nombre, dijo que López Obrador tiende a abrumar a las empresas con su retórica, pero que no parece pasarse de la raya.
“Apela a la retórica, pero no se maneja como un caudillo”, expresó. “Ladra más de lo que muerde”.
“Se le pidió a una firma que hiciese algo que no quería hacer y (la empresa) empezó a recibir llamadas de organismos del Gobierno en las que se le decía que estaban revisando los contratos que tenían con ella. Pero no fueron cancelados”, relató. “¿Están ejerciendo presión? Sí, seguro. Pero, ¿es algo ilegal?”.
Sin Embargo