A sus 75 años, Don Otilio pensó que su función en este mundo había terminado, más que ser de utilidad para sus cinco hijos, se sentía una carga: “soy un costal de achaques” le decía a su hija. Un día caminó ayudándose de su andadera hasta las escaleras de su casa, cerró los ojos y dio solo un paso… el último.
La andadera a un costado de las escaleras fue el primer indicio de que no había sido un accidente. La confirmación vino después con la carta que contenía la última voluntad de Otilio: “Que nadie sepa que me quité la vida. Que nadie sepa que soy un cobarde y que me perdone Dios”.
En el país, 954 personas mayores de 60 años se suicidaron en 2013 —último año de información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI)—, cifra que contrasta con los 454 que lo hicieron en 2006, es decir, un incremento de más del doble.
El dato aún no despierta ninguna alarma porque en números simples, los jóvenes (entre 15 y 29 años) siguen siendo el grupo poblacional con mayor número de suicidios: dos mil 403, en 2013. Sin embargo, si se contempla la población existente en los distintos rangos de edad (es decir, el suicidio por cada 100 mil habitantes), los ancianos se quitan la vida más frecuentemente (tasa de 9.2) que los jóvenes (8.9).
Además, el suicidio en el anciano tiene una cifra negra aún mayor que entre los adolescentes, pues, como en el caso de Otilio, se registran de manera más frecuente como accidentes, apunta el presidente de la Sociedad Mexicana de Geronto-Geriatría, Alejandro Uribe Hernández: “El suicidio tiende a ser algo que da pena reconocer a la familia, así que buscan que quede asentado como accidente”, dice.
Entre las técnicas más recurrentes empleadas por los ancianos para quitarse la vida se encuentran el ahorcamiento y dejarse caer de algún sitio alto, pues están conscientes de su vulnerabilidad.
Además, los ancianos son más efectivos en sus intentos suicidas que los adolescentes, apunta la Asociación Americana de Suicidiología: “Mientras que los adolescentes tienen éxito, uno en 100 a 200 intentos. El anciano logra su cometido uno en cada cuatro”, expone. Esto puede ser, en parte, a que los jóvenes recurren a actos suicidas en momentos impulsivos, lo que resta su efectividad, mientras que el adulto mayor lo hace tras un largo periodo de reflexión, explica Uribe.
Depresión en la tercera edad
El abandono, la falta de recursos económicos, así como las enfermedades graves como el cáncer, todos ellos ligados o como desencadenantes de depresión, son las principales razones por las que casi dos de cada 10 suicidios en México son cometido por una persona de la tercera edad.
Uribe estima que dos terceras partes de los adultos mayores padecen algún grado de depresión: “Envejecer deprime: se pierde el estatus social, en el caso de los hombres, pasan de ser proveedores a dejar de sentirse útiles”, explica el especialista.
Los más proclives al suicidio son los hombres, con 90% de los casos, pues las mujeres tienden a tener mayores redes de apoyo (familia, amistades y comunidad), que le ayudan a reducir la depresión.
No obstante, habrá que seguir de cerca el número creciente de mujeres que no tuvieron hijos y que por esa u otras razones terminan solas en sus años finales de vida, señala Héctor Hernández Bringas, autor del estudio sobre “El suicidio en México”.
“Con la disminución de la fecundidad que se inició en la década de los años sesentas, un número creciente de mujeres con pocos o ningún hijo está entrando en la vejez, reduciendo con ello sus potenciales redes de apoyo y quizás en el futuro cercano eso podría hacer que aumentaran las tasas de suicidio femeninas”.
Fernando Quintanar, psicólogo especializado en temas de vejez, además de ver un incremento silencioso en el número de suicidios en la tercera edad, califica al fenómeno como un rasgo de descomposición social, donde las redes de apoyo comienzan a colapsarse y la movilidad de grupos religiosos origina cambios de espiritualidad, ligado al sentido de pertenencia.
Sobre el tema, Sergio Valdés y Rojas, director de atención geriátrica del Instituto Nacional de las Persona Adultas Mayores (INAPAM), coincide en que el suicidio en el anciano se debe a la depresión y falta de redes de apoyo.
La población de ancianos en el país, actualmente de 10 millones, se duplicará para 2030; sin embargo, no se cuenta con la infraestructura ni los recursos humanos para su correcta atención, explica Uribe.
“La problemática que viven los ancianos hoy en día ya es grave. Es un tic-tac que en 2030 nos va a explotar si no se reacciona ya”.
Cómo viven
27.4% no son derechohabientes de ninguna instancia de salud, incluido el Seguro Popular.
37.4% de los que trabajan se desenvuelven en el sector informal.
20.7% padece alguna incapacidad (de éstas, 70% tiene que ver con la dificultad para caminar o moverse).
26% no saben leer ni escribir.
40% se encuentran sin pareja (solteros, viudos o divorciados).
Fuente: Datos de INEGI y SSA procesados por el Instituto Nacional de Geriatría.
Con información de: Animal Político