¿Qué carajos se va necesitar en esta ciudad y más aún en todo el Estado que no se sepa ya? Empleos bien remunerados, ya si no, por lo menos más competitivos que los actualmente ofrecidos, cosa que difícilmente sucederá, mientras no exista voluntad política de discutirlo con el empresariado local, así como se siga dando cabida a la subcontratación no regulada, que no es otra cosa que un régimen de semiesclavismo encubierto; seguridad, al día de hoy en cualquier punto de la entidad, se siente uno vulnerable; bienestar general, cosa que con frecuencia, no tenemos siquiera modo de dimensionar, por aquello de que con la muy abultada lista de problemas que ya tenemos, el tema pasa desapercibido; mejoramiento radical de vialidades, e imagen urbana en general, actualmente, resulta impensable salir a la calle, sin sentir que se está en una carrera de obstáculos siniestramente apilados, –lo mismo se ven baches, hoyos o alcantarillas abiertas, que calles a medio pavimentar, o escombros, ambulantes, y tantas otras cosas más–.
Si es cierto, no será cosa de decir que la razón de todos nuestros males, se halle tan próxima como para adjudicársela a los salientes gobiernos; mucho menos tan distante, como para terminar atribuyéndola por ello, al desquicio con el que en otra época –de un solo partido–, se hizo, –por cosa de una legitimidad soterrada en la brutalidad de masacrar estudiantes–, dispendio de recursos, cuya factura, sería con posteridad, cobrada a punta de brutales reformas estructurales, cuyo saldo social se sigue arrastrando al día de hoy.
Más ¿con qué cara puede pensarse en decir, lo mucho que un determinado partido tricolor pretende hacer en caso de ganar las próximas elecciones, si no ha hecho antes lo más mínimo por cumplir lo que en otro momento prometió que haría? ¿Qué irán a decirnos los de toda la vida hoy con Carreras? ¿Qué Toranzo nunca fue en realidad de su partido? ¿Y mañana –cuando ya su reguero de pólvora se haya disipado– qué; qué tampoco lo era Carreras? Lo peor y todavía más difícil de creer, es que en los comicios federales de este año, dicho partido, vaya tener de facto dos candidatos a la gubernatura.
Uno, –el oficial–, por gris, quesque, ‘sin cola que le pisen’, más por la parquedad de su imagen mediática, que por la realidad de su persona. Otro más oscuro, –según se dice–, oficialmente fuera del partido que lo vio nacer políticamente hablando, y hoy disque de izquierda, (nomás porque lo postula un partido del que ni militante es), con tantísima cola por pisarle, que según la crítica social, bien podría usársele como bufanda, motivo por el cual, no han faltado los que sostienen que, (ante el desgaste de su propio partido en la opinión pública), lo suyo no busca otra cosa, que dividir las posibilidades de opciones electorales en apariencia más rentables.
En ese sentido, ante la de trapos sucios que se han sacado recientemente Sonia Mendoza y Juan Manuel Carreras, la primera, porque además de parecer racista, misógina y prepotente, diera la impresión de ser psiquiátricamente inestable, como atestiguan diversos episodios de violencia doméstica en los que rutinariamente se ha visto envuelta en los últimos años, lo mismo contra familiares y allegados, que contra colaboradores; el segundo por aquello de las numerosas propiedades, que ahora se sabe, posee irregularmente valuadas.
Cada vez pareciera menos extraño pensar en verse votar por Calolo. Que cosa más rara llegar a decir esto último. Y no es que el tipo en cuestión, sea lo que se dice, santo de mi devoción, pero lo menos que se puede decir a su favor, es que con él, una cosa ha sido toda la vida segura, siempre se ha sabido, a qué juega: La ley del mejor postor.
De todos modos para manejos tras bambalina, a todos los aspirantes del poder, los mueven los intereses de sus compinches. A Sonia las movidas ajedrecistas de Juan Pablo Escobar y compañía; a Juan Manuel, la muy negra consciencia del gobernador saliente, ¿o debiera decir de su señora esposa?; a Calolo, hoy los Gallardo, –mañana quién sabe–; a Xavier –dicen algunos–, Marcelo de los Santos; a Meme Lozano, los Valladares; a Gallardo padre, como en su momento fuera con aquel malogrado Abarca, el crimen organizado, y a la muy larga lista de marginales, su ilusión personal de permanecer –como sea–, viviendo a costa del erario. Con tales perspectivas, la verdad ni a quién irle.
Por cierto, para el caso de Juan Manuel, ya que comienzan a saberse los valores reales de los inmuebles que posee. Sería interesante corroborar cómo fue que los obtuvo, digo, si se supone que es un hombre que, como dicen sus propios spots publicitarios, viene de la cultura del trabajo y el esfuerzo, no parece muy claro que la suma completa de ingresos que ha generado en toda su vida, le dé para costearse propiedades cuyo valor catastral real –el cual está visible e inexplicablemente alterado–, superaría en condiciones comunes, por aquello de la pura extensión del terreno, así como por la zona donde se ubican, cantidades cercanas al millón de dólares, ¿o sí? Sin comentarios.
Pero, qué se puede decir que no se halla dicho ya. Quizá lo peor de todo esto sea, que lo que en estas líneas comento, lo sabe medio mundo, y sin embargo, no parece que con todo lo grave que esto es, vaya cambiar en lo más mínimo la intención de voto que se observa actualmente, así las cosas ¿cómo cabe quejarse ante las opciones que hoy hay, si somos literalmente nosotros mismos quienes las elegimos para gobierno? Es cierto, puede ser, que ni sean todos, ni están los mejores, pero de cualquier modo, el hecho es que para efectos de lo que este año se juega, estas y no otras, son las opciones con las que estamos obligados a elegir.
Así las cosas, sería importante pensar muy detenidamente, qué se puede hacer. Desde luego, la última palabra la tiene usted mismo. ***A propósito de lo que aquí observo, si el muy breve diagnostico que ofrezco, llegara a parecerle más propio de una exageración, que de un análisis serio, considero importante poner en perspectiva, que si bien, en términos de retórica se puede llegar a decir cualquier cantidad de cosas, tanto para corroborar, como para refutar lo que aquí he tratado, debo reiterar que, se crea lo que se crea en términos ideológicos, lo mismo que por cuestión de afinidad con alguna determinada fuerza política, frente al peso de la evidencia cotidiana, resulta harto complicado, negarnos a aceptar lo mucho que en este Estado, y –más aún en la ciudad–, se ha dejado de hacer los últimos 6 años.
Como también resulta difícil verse negar, –pese a que se pueda estar en franco desacuerdo con los predecesores de los actuales gobiernos–, lo mucho que si se hizo en otros momentos bajo el auspicio de aquellas formulas electorales que hoy nos emplazan a la necesidad de volver a creer, porque nunca se entiende mejor lo mucho que en otro momento se ha hecho, que cuando se tiene oportunidad de probar por desgracia –como se dice–, “a la mala”, el deterioro o abandono de todo aquello que en otro momento se llegó a dar por resuelto o descontado.