El Gobierno de Carreras no tiene otro sentido que el de cumplir los requisitos de las tablas de Excel y de las calificadoras, carece de sentido común, ha desperdigado sus últimos 3 años y 8 meses en administrar como un gerente “clase b” un estado que exige respuestas y que a estas alturas del partido se siente literalmente en llamas.
El Gobierno de Juan Manuel Carreras está desprestigiado, se percibe incoloro, por momentos podrido, su sonrisa fatua ya no da para más, como tampoco le bastan los indicadores que sostienen que es un buen administrador, pero que lo evidencian como un líder de pacotilla.
La historia de su periplo gobernante es tremenda, fue escogido por su “corrección política” y su buen talante; por ser el “menos malo” o el “menos peligroso” para una administración bizarra y lacónica como la que encabezó Fernando Toranzo. Era el priísta más panista, o el curro más priísta y más presentable de lo que quedaba, y lo logró. Con o sin pactos con Gallardo Juárez, a pesar de las infames coincidencias en sus números contra los de Fernando “Calolo” Pérez Espinoza en la zona metropolitana de la capital, a pesar de los escándalos de la otrora pareja gubernamental, Carreras alcanzó la gubernatura en un suspiro final y comenzó una cabalgata en burro pardo y zambo hacia la ignominia.
Sin equipo propio rescató a algunos viejos conocidos o ex compañeros de la burocracia, colaboradores de medio pelo pero de confianza para puestos de enclave seguro y además tuvo que recurrir a los “expertos” para asegurar ciertos avances en su única intención, dejar números decentes y demostrar que sí podía ser el tecnócrata mucho más que un aspirante a Gobernador.
Juan Manuel Carreras tiene 5 grandes debilidades, el control político, las lealtades de gabinete, el dominio de su estructura de seguridad, su desdén por su imagen pública y su omisión criminal contra la corrupción.
En el primero de estos devaneos encontramos cómo hoy el Gobernador se ha minimizado a jugar como una débil bisagra entre el neopanismo encabezado por Xavier Nava y la resurrección masiva del grupo de los Macabeos, encabezado hábilmente por Alejandro “Kako” Leal Tovías, quien ya reinsertó a un grupo de jóvenes abuelos que buscan revancha en una renovada catafixia.
En el segundo están la carencia efectiva de lealtades, Leal Tovías lo maneja con guante gris y ya tiene en Juan Ramiro Robledo Ruiz una vela prendida mucho más cercana a Morena que a Rocallosas, Ugalde ya extinto en el gabinete, lo presionó antes, en el transcurso y en la hora decisiva de las definiciones del 2018 y aunque se fue, el berrinche lo dejó perdedor, Alberto Elías es un fantasma que cohabita entre su afecto y el oprobio, Pesina lidera con buena intención pero formas indeseables el velorio de su partido, a Cecilia González Gordoa la sacrificó sin vergüenza ni decencia y a Gustavo Puente le da alas para buscar un 1993 “reloaded” contra su cuñado; y del resto pues prácticamente no hay manera de opinar.
En el tercero de sus frentes abiertos, el más impactante para la ciudadanía la cosa es más que grave, montado en la necedad de que el problema no es del estado sino del país y que hay entidades con muchísima mayor incidencia criminal, el Gobernador manotea pero no convence a nadie, grita pero no genera ningún cambio, sacude el avispero pero irremediablemente el que termina picoteado es él.
El precio de vivir en la ignominia y atender solo los “promedios salvables”, ridículamente no salva a nadie, ni tampoco lo hará con su recuerdo en la memoria potosina.
En penúltimo lugar está una soberbia reflejada en su chata imagen pública, mantenida incólume durante los años en los que era una referencia colateral, nunca protagonista principal, su mejor educación y talante le permitieron navegar siempre como el “más educado”, decente y “tratable” de la clase política local, y dramáticamente pensó desde su campaña que eso le haría navegar por estos rumbos tremendos de la sobre exposición y el señalamiento cotidiano con tranquilidad. No fue así, sus crasos errores en acudir a perfiles impensables para manejar su fachada, lo han terminado de ahogar en el profundo lago de fango en el que hoy se encuentra. Ni la omisión escandalosa y burda de sus primeros 3 años, ni los métodos Echeverristas de los últimos meses van a cambiar ni por asomo, la decadente imagen que la mayoría de los potosinos tienen de él, la de un Gobernante omiso, ausente y absolutamente gris.
Para finalizar y nunca menos importante está su ominosa, casi cómplice condescendencia con diferentes grupos políticos, bestias amorfas del zoológico local que han hecho lo que han querido con un cinismo nunca antes visto, y justamente nunca han visto ninguna consecuencia. Desde Enrique Flores hasta Mariano Niño, de Manuel Barrera a José Luis “Tekmol” Romero, de Óscar Bautista a Cándido Ochoa y por supuesto los dueños de la franquicia ahora verde amarela del Gallardismo renovado, el Gobierno que haría “más y mejor” para San Luis, hoy debe todas, ha llegado el final del juego de simulación en el que ha vivido y su verdadero rostro se asoma en la conciencia y en la percepción.