Balenziaga, 93 minutos persiguiendo a un dios

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El gran Dani, que comentaba el partido para una cadena de radio, se acordó, seguro, de Curro San José, un rocoso defensa lateral del Sevilla. «Si iba al baño, me seguía», comentaba con gracia el delantero del Athletic, de unos tiempos en los que los marcajes férreos eran una costumbre más que una excepción. Fútbol de otro tiempo, en campos con barrillo y sin cámaras para grabarlo todo.

En el Camp Nou a Balenziaga le tocó ser el San José de Leo Messi. Su sombra, a veces su pesadilla, hasta que el genio se enfadó y comenzó a ganar el partido. El solito, sin ayuda. Balenziaga renunció a cualquier otra cuestión. No hay peor cosa que ver a Messi coger un enfado en el campo. Puede ser implacable. Hace tres días, un seguidor del Athletic se hizo una fotografía con Leo en la playa de Casteldefells. Andaba por allí, poco preocupado por el fin de semana, relajado. Tal vez desde la atalaya del salvavidas le vigilaba ya Mikel Balenziaga.

Si Messi se quedaba en la banda, Balenziaga con él. Si se metía en el centro, el rojiblanco se convertía en centrocampista. Hubo veces en las que Messi cambió de banda, y el lateral zurdo de toda la vida, se reconvirtió en diestro. En esos momentos el Athletic jugaba con dos hombres en la misma posición. Hasta cuando Messi se colocaba de hombre único en la barrera, Balenziaga parecía otro más en esa labor. Si el crack se hubiera ido a una boda, el vasco habría pedido invitación.

El de Balenziaga fue un trabajo ingrato. Marcar al mejor jugador del mundo siempre lo es; el premio, suele ser escaso en estas ocasiones, porque un despiste estropea todo el trabajo. O una obra maestra, que es lo que sucedió en el minuto 19. Valverde renunció a las subidas por la banda de su lateral. De hecho, renunció a las de los dos laterales, porque en la derecha colocó a Bustinza, un perro de presa que no destaca por su producción ofensiva.

Por supuesto, el entrenador del Athletic tenía que renunciar a algo para que saliera bien su plan. «Parar a Messi es imposible», decía en la víspera, aunque por lo que se vio en el campo, lo ensayó toda la semana a puerta cerrada.

El intento le duró hasta el minuto 20, ni uno más, pero aún así persistió con la idea de jugar al estilo del balonmano, con la estrella del rival fuera del partido, marcado al hombre fuera de la zona peligrosa.

Cuando en el minuto 57, Mikel Balenziaga recibió una tarjeta amarilla, Velasco Carballo se lo explicó gráficamente, haciendo el gesto de la reiteración. No había duda, aunque el jugador del Athletic, que cometió varias faltas sobre Messi fue más persistente que duro; más tenaz que violento. El marcaje duró, eso sí, hasta el 93, cuando el árbitro señaló el final. En ese momento, Balenziaga perseguía a Messi -que ya había marcado un segundo gol de delantero centro-, en el círculo central. El argentino levantó los brazos con moderación. Y se dieron la mano. Sin rencores.

Fuente: El Mundo

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