La venta de drogas no es, además, la única actividad delictiva conectada con estas calles.
La Alcaldía también está considerando estudiar el posible uso de la hoja de coca, mascada o en infusiones.
A menos de un dólar por “bicha” (dosis), el bazuco podrá ser la droga más barata de Colombia, pero es tan adictiva que un típico usuario “problemático” necesita de 15 a 20 dosis diarias.
Por ello, para mantener su adicción más de la mitad de los consumidores habituales recurren al robo o hurto callejero.
Y, aquí, los mismos grupos que venden la droga también se encargan de la comercialización de los objetos robados.
De hecho, detrás de la sordidez y miseria de estas calles se esconde un negocio criminal multimillonario, hasta el punto que el jefe de la Policía de Bogotá, general Luis Eduardo Martínez, le dijo a BBC Mundo que una de las tres mafias recientemente desarticuladas por las autoridades en el Bronx –el “gancho del Mosco”– movía recursos por el orden de los 7.000 millones de pesos (unos US$3,8 millones).
Lo que no debería sorprender si se sabe que, según estimaciones de Acción Técnica Social –una ONG bogotana que trabaja los temas de innovación social, nuevos enfoques y cambio de paradigmas en el manejo de sustancias psicoactivas– un típico adicto al bazuco gasta entre US$380 a US$550 al mes para mantenerse enganchado.
Buscando alternativas
Lo que dice la ley
En Colombia, el consumo y posesión de pequeñas cantidades sustancias psicoactivas está protegido por varios fallos de la Corte Constitucional, para quien se trata de un asunto de libertad individual.
Y la Ley 002 de 2009, aprobada durante el gobierno del presidente Álvaro Uribe, explícitamente permite el uso de sustancias psicoactivas para fines terapéuticos.
Así las cosas, las Alcaldía de Bogotá espera poder obtener pronto y sin problemas el permiso del Ministerio de Salud – quien tiene el monopolio del uso de sustancias controladas – para así proceder al estudio.
Y la discusión actualmente está centrada en la mejor forma de procurarse el cannabis: si utilizar parte de lo incautado al narcotráfico, si sembrarlo directamente o incluso importarlo, a pesar de que Colombia es exportador de la yerba.
Es por todo esto que cada vez más voces insisten en la necesidad de impulsar enfoques diferenciados para lidiar con los adictos, quienes a pesar de ser aproximadamente el 10% de los consumidores de drogas constituyen más del 70% del mercado.
Y es por eso que la instalación de “centros controlados de consumo” también está en la agenda de la alcaldía bogotana.
“De lo que se trata es de empezar un proceso de lo que nosotros llamamos transiciones regresivas”, explica Julián Quintero, de Acción Técnica Social, refiriéndose a la experiencia de Portugal, un país pionero en ese tipo de espacios.
“Lo primero que se hace es empezar a reducir las dosis. Después empiezas a cambiar las formas de administración: si estabas inyectándote heroína pasas a fumar heroína, después de fumar heroína pasas a combinarla con cannabis, después te vas quedando con el cannabis. Lo que se busca es que la persona llegue a un punto en que pueda estabilizar su consumo y que ese consumo no le impida ser funcional”.
En el caso bogotano, un primer “centro de consumo regulado”, donde se les suministrará metadona a adictos a la heroína, debería instalarse en los próximos meses con el apoyo del Ministerio de Salud.
Y si el piloto con el cannabis se aprueba y tiene éxito, eventualmente más adictos al bazuco podrían intentar la transición a la marihuana en ambientes seguros y controlados.
“Entre los dos escenarios apocalípticos que teníamos, el de la legalización total -‘Entréguenle al libre mercado la distribución venta y administración de las drogas’, que es un escenario que nosotros no deseamos- y el otro escenario de prohibicionismo radical, que no ha funcionado, lo que se abre es espacio grande para lo que se llama regulación”, explica Quintero.
Y, por lo menos a nivel local, el Estado colombiano ya parece estarse moviendo para ocuparlo.