Un viaje corto en taxi en 300 pesos, un pan en 30 y un taco de pastor en 50 pesos son algunos precios que ya pueden verse en Acapulco.
Aún son muy pocos los establecimientos que, con esfuerzo de sus empleados, empiezan a dar servicio.
Aunque para muchos es de gran ayuda, cuando se enteran de los precios, todo cambia. Un taxista que recorre la costera ofrece servicio en 300 pesos por dos kilómetros.
Su argumento, la escasez de gasolina. “Tengo que hacer fila para comprar gasolina y me lleva casi cinco horas, por ello no hago viajes largos, sólo estoy en la costera”, asegura.
Los tacos El Zorrito, que abrió desde el día 2 después de la tragedia, ha hecho su agosto. Sus precios se incrementaron considerablemente.
Tres “tacos”, pero sin tortilla, los venden en 150; un refresco en 50. Para algunos comensales, aunque caros, dicen no tener otra opción.
El agua, un producto básico, se vende en las calles entre 30 y 90 pesos, dependiendo del tamaño.
Pero, para algunos, el alto costo de los productos, derivado de la escasez, pasa a segundo plano cuando, por fin, pueden disponer de dinero en efectivo para realizar las compras básicas, sobre todo de alimentos.
Rosalba Galindo vivió cinco días de desesperación por no poder sacar dinero del cajero para comprar un poco de comida para sus tres hijos.
“Yo no soy de las personas que robaron, y la verdad hemos pasado momentos difíciles por falta de comida y agua”, contó a El Financiero.
Ayer, al caminar por la Costera Miguel Alemán, la mujer vivió uno de los momentos más felices en los últimos días. Vio que un policía invitaba a usar el cajero de Santander. En total reabrieron tres en la ciudad.
“No es que lo hayan reabastecido, es el dinero que ya tenía, y una vez que se acabe, quién sabe hasta cuándo los vuelvan a rellenar”, dijo el policía que resguardó el cajero.
“Estoy muy contenta, tengo tres hijos y dependen de mí. Hasta hoy (ayer) pude sacar un poco de dinero, lo que es un alivio, porque, si bien no hay centros comerciales, en el mercado ya empieza a haber mercancías, caras, pero, cuando menos, tenemos algo que comer”, señaló Rosalba.
El Financiero