Una mujer que decidió cambiar de sexo e hizo la transición para convertirse en hombre se arrepintió de su decisión y ahora está demandando a su siquiatra por haber aprobado la terapia hormonal a pesar de que sólo la vio para una cita.
Con 19 años, Jay Langadinos, de Nueva Gales del Sur, en Australia, conoció al siquiatra Patrick Toohey el 7 de mayo de 2010.
Desde muy pequeña y durante su crecimiento, Jay no se identificaba como una mujer, pese a tener el cuerpo de una persona de sexo femenino.
Al caer en cuenta que no sentía que encajaba en las conductas que tienen las mujeres, pero si en la de los hombres, sospechó que tenía una disforia de género.
Su endocrinóloga, Ann Conway, la remitió con Toohey, con una carta donde le explicaba que “parecía probable” que Langadinos tuviera “disforia de género”, pero que era “demasiado joven” y “claramente” necesitaba “un examen psiquiátrico completo antes de embarcarse en un tratamiento hormonal”.
La joven dijo a Toohey, que “siempre había sentido que era un niño en lugar de una niña”, según el periódico australiano Sydney Morning Herald, que revisó la demanda interpuesta en la Corte Suprema.
Toohey evaluó a Jay para determinar si era apta para el tratamiento de transición y, tras esa única reunión, confirmó lo que sospechaba Jay: efectivamente tenía disforia de género, por lo que le fue aprobada la terapia de testosterona y una mastectomía doble (procedimiento quirúrgico para extirpar los senos) hecha en abril de ese año.
Un mes después de que le quitaron los senos, Jay se reunió con Toohey para cuadrar la histerectomía (extirpación del útero), según el documento judicial.
Toohey no encontró algún obstáculo para realizar el procedimiento, permitiendo que Langadinos se hiciera el proceso, ya con 22 años.
La sorpresiva demanda
Diez años después, Jay Langadinos, totalmente identificado como hombre, interpuso la demanda contra Toohey por negligencia profesional.
Alega que él aprobó la terapia hormonal a pesar de que ella le dijo que sufría de fobia social, y que fue negligente al no recomendarle buscar una segunda opinión médica sobre su disforia de género.
Langadinos añadió que cuatro años después de la extirpación de su útero tuvo que tener atención siquiátrica por parte de otro médico al darse cuenta de que “no debió haberse sometido a la terapia hormonal ni a la primera y segunda cirugía”, de acuerdo con el documento judicial.
En su declaración, Langadinos afirma que la terapia hormonal y las cirugías le provocaron lesiones, discapacidades y complicaciones, que incluyen menopausia temprana, ansiedad y depresión, deterioro del funcionamiento sicológico y disminución de la capacidad de empleo.
En entrevista con The Age y Sydney Morning Herald, afirmó que “Saber que no puedo tener hijos es absolutamente devastador”.
En los escritos, Jay, quien tiene 31 años, aclaró que Toohey debió darse cuenta de la posibilidad de que tuviera autismo en ese momento, y que no fue tratada antes de someterse a la terapia de testosterona.
Por su parte, Toohey supuestamente dijo que cuando atendió a Langadinos por primera vez, se dio cuenta de que ella tenía “una historia pasada de fobia social y depresión significativas que pueden haber ido más allá de la disforia de género”, según la demanda, respondiendo a los comentarios de su paciente en la demanda. Cuestionado por The Age and the Herald, Toohey dijo que no podía hacer comentarios sobre una demanda en curso.
El Universal