Frente a todos, Carreras me engañó, mientras yo a lo lejos lo escuchaba y me regocijaba ante tal noticia. Las piedras de mí caían y se estrellaban con el piso haciendo de aplausos para él. Como agradecimiento le concedí que el fuego cesara y que los ánimos se calmaran. Aun así lo hizo, me engañó.
No sólo me ocurrió a mí, sino también a los cientos que llenaron una plaza para escucharlo y festejar junto a él; a los que todos los días buscan rescatar la naturaleza y la noticia les llenó la mirada de esperanza; a los que obligaron a estar ahí; a quienes pasean por mis alrededores y les conté que por siempre viviría, a todos.
Con una tramposa voz se lo pidió, a quien está en favor de complacer a las masas, y le funcionó. Quedó plasmado en una postal como el que es capaz de defender su territorio. Se le dedicaron decenas de portadas para presumir su valor, para agrandar su mentira.
La palabra protección no tiene significado alguno para él y todos los que detrás lo siguen. Aunque mueran los seres que aquí habitan, seguirán sin buscar alternativas, porque las hay, siempre las hay. Tomarán el camino fácil como su primera opción, sin importar cuántas vidas estén de por medio.
Sé que apenas será el comienzo, que este es el inicio del fin y que en unos años yo ya no estaré aquí. Acabarán de dos por ciento en dos por ciento, con cada planta, animal y roca que se encuentra disfrutando de este entorno en plena armonía.
Querer afectar mi ecosistema por una autopista. Buscar el beneficio de unos a costa de la extinción de otros. Ahora me pregunto, ¿cuánto valdrá el día de hoy su palabra? De quien un día pidió protegerme y hoy sólo espera para devastarme.
Una catástrofe después de otra. No dejan que me recupere luego de haber ardido en el infierno, un infierno suscitado por ustedes, por su inconciencia e inexperiencia para resolver problemas.
Son tan malévolos, que buscaron apagar las llamas que me consumían, sólo para ellos mismos terminar conmigo. Quién lo diría.