Unos 800 migrantes fueron rescatados, tras el naufragio de su barco, por pescadores ante las costas de la provincia de Aceh, en el noroeste de Indonesia. Su barco había sido rechazado ante las costas de Malasia, habitual destino de estos migrantes.
El primer ministro malasio Najib Razak dijo estar “muy preocupado por el sufrimiento” de los migrantes, pero aseguró que su gobierno está tomando las “medidas necesarias”.
Las organizaciones humanitarias denunciaron el juego de “ping pong humano” que libran los gobiernos de Indonesia, Malasia y Tailandia.
Según los defensores de los derechos de los exiliados –entre estos hay numerosos rohingyas, minoría musulmana de Birmania, y una de las más perseguidas en el mundo según la ONU— hasta 8,000 personas estarían a la deriva en el mar, atrapadas en barcos y en peligro de morir de hambre o por enfermedades.
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“Según las informaciones iniciales que se nos dieron, han sido rechazados por la marina malasia hasta la frontera marítima con Indonesia”, declaró Sunarya, jefe de policía de la localidad indonesia de Langsa, en la provincia de Aceh, donde los rescatados fueron desembarcados.
La policía describió escenas terribles de migrantes echando por la borda a otros migrantes, antes de ser rescatados. “Estaban matándose unos a otros” dijo Sunarya. “Como (el barco) estaba sobrecargado, había que deshacerse de parte de la gente” explicó.
Tras este barco, un poco más lejos en la costa, surgió otra embarcación que transportaba a unas 50 personas, también rescatadas por pescadores. Con estas llegadas, ya suman 1,300 los migrantes que han logrado tocar tierra en Aceh en los últimos días.
‘El mundo juzgará’
Otro barco que llevaba a unos 300 rohingyas abandonó las costas tailandesas y volvió a hacerse a la mar, después de que las autoridades repararan su motor y proporcionaran víveres a los exiliados, según Bangkok.
Los pasajeros –entre ellos muchos niños y mujeres— sollozaban al pedir agua y víveres, según periodistas que pudieron acercarse al barco, cuando éste aún se encontraba en Koh Lipe, isla del sur de Tailandia.
Los migrantes relataron que en dos meses de una terrible odisea, 10 personas habían muerto de hambre o enfermedad, y que sus cuerpos fueron lanzados al mar.
“No tenemos nada que comer, no hay ningún lugar donde dormir. Mis hijos están enfermos” se quejaba Sajida, de 27 años y madre de cuatro niños.
El barco tenía como destino Malasia pero el gobernador de la provincia tailandesa de Satun, Dejrat Limsiri, explicó que se dirigía a Indonesia.
“Les hemos dado comida. Están fuera del territorio tailandés. Van a intentar ir a Indonesia, ya que al parecer no pueden ir a Malasia” añadió, ignorando un llamado de la ONU de socorrerlos para evitar una tragedia.
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La cooperación regional parece complicarse ya que Birmania, país mayoritariamente budista que se rehúsa a dar la ciudadanía a la minoría rohingya, amenazó con no asistir a la cumbre organizada por Tailandia el 29 de mayo sobre este asunto.
“Es poco probable que participemos. No aceptamos que (los tailandeses) nos inviten únicamente para aliviar la presión a la que están enfrentados”, precisó la presidencia birmana.
El alto comisionado de Naciones Unidas para los derechos humanos, Zeid Ra’ad al Husein se declaró “consternado” por esa política que consiste en rechazar los barcos, porque “conducirá forzosamente a muchas muertes que podrían ser evitadas”.
Phil Robertson, director adjunto en Asia de Human Rights Watch, advirtió que “el mundo juzgará a estos gobiernos por la forma en que tratan a los hombres, mujeres y niños más vulnerables” y pidió que se “deje de jugar a este ping-pong humano”.
También el secretario general de la ONU Ban Ki-moon exhortó a los países del sudeste asiático a que “respeten la obligación de rescate en el mar y la prohibición de expulsión”.
Fuente: CNN Mexico