Así festejarán hoy el primer año de vida de #YoSoy132
Una generación de jóvenes surgida del movimiento estudiantil de 2011 negocia espacios en el Congreso chileno. Destacan los casos de Camila Vallejo y Giorgio Jackson
Si en 23 años de vida democrática en Chileexiste algo parecido a una construcción política —el surgimiento con fuerza de un nuevo actor social— ese es el movimiento estudiantil. Desde su primera marcha en mayo del 2011, ni el gobierno del presidente chilenoSebastián Piñera ni el resto de la clase política llegó a sospechar siquiera que en esas movilizaciones anidaba un fuerte cuestionamiento a su representación y una nueva camada de políticos.
Hoy, dos años después, el movimiento estudiantil sigue ganando las calles con fuerza, mantiene en pie la agenda de reclamos que cuestionan el modelo económico del que toda la clase dirigente se jactaba en el país, y ya presenta, a través de diferentes estructuras partidarias, candidatos surgidos de su seno como la ex presidenta de Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), Camila Vallejo, o su par de la Universidad Católica, Giorgio Jackson, o el también ex dirigente Camilo Ballesteros.
“Y es que al Congreso, hay que cambiarlo desde adentro. Nosotros en el 2011, rompimos cierta quietud social, fuimos adelante pero enseguida surgieron nuevos reclamos aunque nuestro movimiento era absolutamente transversal. Ahora debemos llevar nuestra voz al Congreso” asegura en una entrevista con EL UNIVERSAL, Jackson, candidato a diputado por el movimiento Revolución Democrática.
A pesar de cierto desgaste, provocado desde el propio gobierno, en el 2012, el movimiento estudiantil sigue concitando la aprobación de casi el 70% de los chilenos, según algunas encuestas, y por lo visto en las calles, en los foros y en las propias aulas, está más vivo que nunca.
“A mí no me importa si me quitan la beca como sanción por participar de huelgas o de las marchas. Acá estamos peleando por un nuevo modelo de país con igualdad de posibilidades para todos. Y esa pelea la comenzamos por el núcleo de la cuestión que es el lucro de las universidades, que lo tergiversa todo”, explica Claudia Palosevic, quien es estudiante de derecho de la Universidad de Chile en la puerta de la facultad a pocos metros de Plaza Italia.
Los hijos de la democracia
Para Jackson, quien trabaja su candidatura en su departamento santiaguino, fue en 2011 y fueron ellos los que encabezaron la bronca social contra la desigualdad, porque “somos una generación que no conoció, que no vivió en carne propia la dictadura”. Lo mismo opina, Sandro Sepúlveda, alumno de la carrera de Trabajo Social en la Universidad Central, para quien “nuestros padres y nuestros hermanos mayores, tal vez vivían con el inconsciente plagado de dictadura y eso inmovilizaba. Nosotros somos producto de lo bueno y de lo malo de la democracia de estos años”.
De hecho, no sólo en las calles, sino también a la hora de la denuncia, el movimiento aparece con fuerza. Como se vio en la reciente destitución, por parte del Congreso, del ministro de Educación, Harold Beyer, por favorecer y no controlar el lucro en la Universidad del Mar.
“Eso hubiese sido impensado antes, sin la participación del movimiento estudiantil”, dijo el presidente de la FECH, Andrés Fielbaum, en una reciente entrevista.
No en vano, su reemplazante Carolina Schmidt, se mostró cautelosa ante la marcha del miércoles pasado, reconociendo el rol de la protesta estudiantil en la actual crisis educativa que vive el país.
Un preámbulo “pingüino”
Si bien el surgimiento del Movimiento estudiantil fue en 2011, “el antecedente inmediato fue la protesta de los “pingüinos” (estudiantes de secundaria) en 2006, que obligó al gobierno de Michelle Bachelet a preocuparse por el tema”, recuerda Claudia Sanhueza, analista de Políticas Públicas de la Universidad Diego Portales, para quien en Chile el movimiento estudiantil también había sido “clave en las protestas contra la dictadura del Pinochet en los 80”.
Pero ya en las protesta de los secundarios en 2006 el tema de la educación comenzó a ser un talón de Aquiles para la clase política. En esos años, durante el gobierno de Bachelet, dos ministros de Educación, Martín Zilic y Yasna Provoste, vieron rodar sus cabezas por la presión de los estudiantes, profesores y decenas de miles de familias endeudadas por el modelo educativo heredado del pinochetismo.
En la historia quedó también la foto de un estudiante arrojándole un vaso de agua al rostro de la ministra de Educación, Mónica Giménez.
Ya en la era Piñera, tres ministros, Joaquín Lavín, Felipe Bulnes y el mismo Beyer, fueron retirados de sus cargos por la presión estudiantil, mientras otro, Teodoro Rivera, de Justicia, se vio obligado a renunciar por verse implicado en un caso de lucro como uno de los propietarios de la Universidad Autónoma.
Con esos antecedentes, en las últimas semanas, todos los candidatos a la presidencia buscaron hacer suyas las propuestas de los estudiantes, que cada vez que ven flaquear sus fuerzas miran las cifras de la OCDE “que indican que 70% de los estudiantes chilenos se endeudan con un banco para poder estudiar… Y eso, junto a las ganas de cambiar este país por uno más inclusivo y democrático, nos vuelven a dar fuerzas”, asegura Jackson, conciente como lo están todos, de que en Chile se acabó esa suerte de binomio político entre la alianza de centro derecha y al Concertación Democrática (CD) el nuevo actor político no es otro que el movimiento estudiantil.
http://www.eluniversal.com.mx/notas/922323.html
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