El gobierno chino ha intensificado sus acciones para controlar un brote de chikungunya que ya ha afectado a miles de personas, principalmente en Foshan, una ciudad industrial cercana a Hong Kong. Hasta ahora, se han registrado más de 7 mil casos.
El virus, que se transmite por mosquitos y provoca fiebre y fuertes dolores en las articulaciones, representa un mayor riesgo para jóvenes, adultos mayores y personas con enfermedades previas. Aunque los contagios han comenzado a disminuir, las autoridades mantienen estrictas medidas para frenar su avance.
Entre las acciones implementadas están el uso de mosquiteros, fumigaciones masivas en calles y edificios, y la vigilancia aérea con drones para localizar criaderos de mosquitos. Además, se han impuesto sanciones de hasta 10 mil yuanes (alrededor de 1,400 dólares) a quienes no eliminen el agua estancada en sus hogares, ya que ahí se reproducen los insectos transmisores.
En algunos casos, las autoridades han cortado la electricidad como castigo, y han obligado a pacientes infectados a permanecer internados durante al menos una semana, a pesar de que la enfermedad no se transmite de persona a persona.
El gobierno de Estados Unidos ya emitió una alerta de viaje para evitar la provincia de Guangdong, donde se encuentra Foshan, así como otras regiones afectadas como Bolivia, islas del Océano Índico y Brasil.
Las condiciones climáticas, como lluvias intensas y altas temperaturas, han favorecido la propagación del virus. Por ello, China ha optado por medidas extremas, similares a las que aplicó durante la pandemia de COVID-19, incluyendo confinamientos temporales.
También se han probado métodos alternativos, como el uso de peces que comen larvas de mosquito o la introducción de mosquitos modificados para combatir a los portadores del virus.
Con reuniones de emergencia y estrategias aplicadas a nivel nacional, China busca controlar este brote y evitar una mayor crisis de salud pública.