Ayer 25 de abril se difundió en algunos medios y redes sociales mensajes alusivos a un Día Internacional contra el Maltrato Infantil, desafortunadamente buena parte de estos iban dirigidos a legitimar el bulo de la alienación parental como un síndrome y como la más grave expresión de violencia contra las y los niños cuando no es así, hay otras dimensiones y otras realidades que son profundamente crueles y que suceden todos los días.
Prueba inequívoca del adultocentrismo desde el cual nos negamos a priorizar las experiencias violentas de la infancia para superponer las nuestras reside en la compasión que recientemente se mostró en redes ante la sentencia de David Allen y Louise Ann Turpin, un padre y una madre que se pusieron a llorar y a proclamar el amor por sus 12 hijos a quienes encontró la policía a principios de año en California, desnutridos y encadenados.
Pero ese amor proclamado no estaba en ningún sitio y no amerita compasión alguna los 25 años que van a pasar en prisión dado que mantuvieron a sus hijos e hijas encerrados durante toda su vida, sin ver la luz del sol, sin ir a la escuela, sin conocer nada del mundo, porque fueron sometidos a golpizas y estrangulamientos, fueron encadenados o atados a los muebles, solo se les permitía bañarse una vez cada año, se les ponía comida en la mesa sí, postres inclusive que no podían tocar o que se comían sus padres delante de ellos quienes en cambio estaban severamente desnutridos y ¿sabe que es lo peor? Que nadie sabía nada, que en su vecindario eran una familia “normal”.
Similar a las películas de terror, los niños y niñas víctimas de maltrato guardan la verdad de lo que viven cada día pero nadie les cree, saben quién es el monstruo, en que zona del cuerpo reciben los golpes, que palabras les dicen y a que desprecios son sometidos.
De acuerdo al criterio internacional de Naciones Unidas y a la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes se considera niño o niña a los menores de 12 años y adolescentes a quienes son menores de 18, así que su primera vulnerabilidad es precisamente la edad y la dependencia que tiene su desarrollo y bienestar de padres, madres, cuidadores, formadores, etcétera.
Hay que añadir a ello desde luego su condición de género, el rol que se les exige representar en la comunidad en la que viven y que deviene en violencia cuando no actúan de acuerdo a estos prejuicios colectivos, la Organización Mundial de la Salud señaló en su Informe que las niñas son mayormente víctimas de abuso sexual en tanto que los niños son más proclives a recibir palizas y si bien es cierto estas formas de violencia sexual y física son sancionadas penalmente también lo es que existe una enorme permisividad social para con ambas.
Entre los factores primarios que aumentan la posibilidad de ser víctimas de malos tratos señalados por la OMS se hallan situaciones muy concretas como tener menos de 4 años o ser adolescente, el hecho de no ser deseado o de no cumplir las expectativas de los padres, tener necesidades especiales, llorar mucho o tener rasgos físicos anormales. Desde un enfoque más amplio Naciones Unidas establece como situaciones añadidas de vulnerabilidad la que viven los niños y adolescentes con discapacidad que tienen de 3 a 4 veces más probabilidades de experimentar violencia física, sexual y negligencia que otros niños, pero que además se sienten más presionados a callar debido al temor de ser estigmatizados y rechazados por sus familiares.
Cabe decir, las desigualdades sociales y de género, el desempleo , la pobreza, la disponibilidad de alcohol y drogas, las normas sociales que debilitan el estatus del niño, que fomentan la violencia, los castigos físicos, los roles de género y las políticas que generan malas condiciones de vida también proveen a que las niñas y niños vivan violencia.
Luego entonces no salen las cuentas si no estamos dispuestos a ver por completo el fenómeno del maltrato infantil y nos reducimos solo a lo que nos conviene o a lo que no nos pone en juego el propio rol de padre, madre o cuidador, o sea en tanto no se cuestione el inmenso poder que tenemos sobre ellos. A más ver.
Claudia Almaguer
Twitter: @Almagzur