Recientemente la revista norteamericana Time ha publicado la lista de las 100 personas más influyentes del mundo entre las que se encuentran aproximadamente 47 mujeres, algunas de ellas son ampliamente conocidas debido a su gran trayectoria como es el caso de la actriz Glenn Close, de la científica y naturalista Jane Goodall o de la abogada Michelle Obama, otras en cambio están recién llegadas a lo público y el impacto de sus causas puede transformar la comprensión actual de algunos de nuestros más graves problemas.
Precisamente entre los 26 personajes considerados líderes de los cuales sólo 6 son mujeres, entre las fotos de hombres como Donald Trump y Andrés López destaca la imagen de una niña con trenzas que mira a la cámara con gesto severo, sentada sosteniendo un cártel y rodeada de jóvenes de su edad ella es Greta Thunberg.
El relato de su activismo comienza en Suecia su país de origen el primer viernes en que decidió dejar de asistir a la escuela y hacer huelga ante el Parlamento en Estocolmo como protesta por la inacción ante el cambio climático. Este gesto fue sumando a otros estudiantes como ella y el primer impacto potencial ocurrió en diciembre pasado en la cumbre del clima de Naciones Unidas en Katowice, Polonia cuando dijo:
“Ustedes solo hablan de crecimiento económico sostenible porque están demasiado asustados de ser impopulares, sólo hablan de ir hacia adelante con las mismas malas ideas que nos han metido en este desastre, no son lo suficientemente maduros como para decir las cosas como son, incluso esa carga nos la dejan a nosotros los niños. Pero a mí no me importa ser popular. Me preocupo por la justicia climática y por el planeta.”
Su discurso y su exigencia representa a las generaciones más jóvenes, quienes nacieron en la era de internet pero en medio de un mundo en constante deterioro tienen un profundo sentido ecologista y presionan en cada una de sus acciones por el cambio de hábitos y de políticas, encontrando hasta ahora respuestas pobres tomadas desde el adultocentrismo como es el caso de México y sus tremendos retrocesos en el tema.
Probablemente debido a esa indiferencia es que el 15 de marzo pasado el movimiento iniciado por esta activista sueca dio lugar a más de mil manifestaciones estudiantiles en todo el mundo para que los Estados firmantes del Acuerdo de Paris cumplan el compromiso de limitar sus emisiones de gases de efecto invernadero, para que se realicen cambios eficaces en las legislaciones y se modifique la forma de pensar de las comunidades.
Otra cosa que hay que decir acerca de Greta es que al mostrarnos su preocupación por el cambio climático nos presentó a su monstruo personal, en su entrevista con Jonathan Watts del diario The Guardian cuenta que a los ocho años vio algunos documentales acerca del plástico en los océanos y la extinción de las especies, lo que contribuyó a un episodio depresivo que la llevaría luego a su primer día de huelga y a lugares como Davos en donde dijo: “No quiero que se sientan esperanzados, quiero que sientan pánico, quiero que sientan el miedo que yo siento a diario y luego quiero que actúen.”
Se trata de una joven con datos científicos y habla claridosa, totalmente cierto es que no le interesa quedar bien con nadie y que le da casi igual si las y los políticos que la han oído le aplauden y le sonríen o la creen un incordio, ella no se ha quedado callada y no necesariamente porque le encanten las multitudes dado que vive con síndrome de Asperger, una alteración del neurodesarrollo en el espectro autista que le dificulta la socialización y la encausa hacía la timidez, entonces además de todo es capaz de ponerse a sí misma en la más incomoda de las posiciones, en el centro de toda la atención con tal de llevar su mensaje a donde tenga que ir, hace unos días estuvo con el Papa Francisco y ayer en el Senado italiano.
Y créame, ante el auge de líderes de pensamiento viejuno y populista, ante la ausencia de respuestas y de propuestas para los problemas de este siglo, Greta claro que representa la mejor esperanza. A más ver.