Las autoridades de Arabia Saudita buscan a ocho “funcionarios religiosos”, cuya función principal será “la ejecución de sentencias de muerte”. O, en otras palabras, se buscan ocho verdugos, cuya función principal será cortar cabezas.
Lo que a muchos defensores de derechos humanos parecerá una barbaridad, es una oferta de trabajo publicada en la página web del Ministerio de Servicio Civil de Arabia Saudita, país que se muestra firme en su intención de seguir aplicando la pena de muerte tanto a sus ciudadanos como a extranjeros.
Y es que en lo que va de 2015, Riad ya ha acabado con la vida de 85 personas, casi el mismo número de convictos que durante todo el año pasado, un aumento drástico que las autoridades de la monarquía no han explicado.
¿Cómo es el trabajo y la vida de un verdugo? ¿Sienten compasión por sus víctimas? ¿Por qué Riad sigue practicando ejecuciones públicas a pesar de la condena internacional? A continuación, intentamos responder a estas y otras preguntas acerca de la pena de muerte en esta monarquía del Golfo.
Verdugo: un ‘funcionario religioso’ mal pagado
Oficialmente, el puesto de trabajo hecho público por el Ministerio de Servicio Civil este lunes se denomina ‘funcionario religioso’, según se detalla en un formulario de solicitud PDF descargable.
Mientras que su función principal será la ejecución de la pena de muerte, habrá también otras responsabilidades, como la de realizar amputaciones por delitos menores.
La oferta no exige al candidato requisitos especiales, ni tampoco haber tenido experiencia laboral. En cuanto al salario, será uno de los más reducidos que se ofrecen para los empleados civiles.
“Si el corazón es compasivo, la mano falla. Puedo necesitar dos, tres, cuatro o cinco golpes. Dios sabe cuántos. Y aun así puede que no muera. Si el corazón es compasivo, la mano no puede funcionar correctamente. Tu mano te traiciona.”
Abdallah Al-Bishi, el verdugo estatal de Arabia Saudita para la Meca
Entretanto, se trata de una de las profesiones más buscadas en el reino saudita. Tanto es así, que en 2013 las autoridades del país se vieron obligadas a autorizar el fusilamiento en lugar de las ‘tradicionales’ decapitaciones por la escasez de verdugos capacitados para degollar.
Según informó entonces el Ministerio del Interior, la Fiscalía General dio permiso a los gobernadores provinciales para ordenar fusilamientos ante la escasez de verdugos capaces de ejecutar con sable.
El Gobierno explicó que los verdugos sufrían “sobrecarga laboral” y que a veces no tenían tiempo para ejecutar a todos los condenados. Además, se veían obligados frecuentemente a viajar “por cuestiones de trabajo” a otras regiones, lo que provocaba demoras en las ejecuciones y generaba, por consiguiente, “rumores malsanos”.
¿Cómo es el trabajo de un verdugo?
En 2013, el Instituto de Investigación de Medios del Oriente Medio (MEMRI, por sus siglas en inglés), publicó una recopilación de declaraciones y entrevistas de los verdugos estatales egipcios y saudíes durante el periodo entre 2006 y 2013.
Uno de ellos es Abdallah Al-Bishi, el verdugo estatal de Arabia Saudita para la Meca, que habla sobre su vocación y cuenta cuáles son sus armas y métodos.
Al-Bishi heredó el trabajo de su difunto padre, al que solía acompañar. “En mi primera misión, estaba aterrorizado. No tenía miedo de que la ejecución fuera un fracaso, no: estaba preocupado porque si fallaba, la gente se reiría de mí”, recuerda.
“Cada persona está un poco preocupada cuando empieza un nuevo trabajo, y tiene miedo de un error”, agrega.
Al-Bishi confiesa haber decapitado a muchas personas que fueron sus amigos, pero, según él, “quien comete un delito se lo merece”.
Aparte de cortar cabezas, ha cortado las manos a ladrones, o “una mano y una pierna en lados alternos, así como está escrito en el Corán”.
Según el verdugo, la amputación de manos y piernas se efectúa con anestesia local, a diferencia de la decapitación.
Sin embargo el ejecutor dice no tener compasión de sus víctimas. “Si sintiera compasión por la persona a la que ejecuto, [esta persona] sufriría. Si el corazón es compasivo, la mano falla. Puedo necesitar dos, tres, cuatro o cinco golpes. Dios sabe cuántos. Y aun así puede que no muera. Si el corazón es compasivo, la mano no puede funcionar correctamente. Tu mano te traiciona”, explica.
La vida de un verdugo: “Todo es muy normal”
En las declaraciones citadas por MEMRI, Al-Bishi cuenta también si afecta su trabajo a su vida personal. “A nivel personal, soy muy normal. Me levanto por la mañana, rezo (…), preparo mi desayuno. Espero a que venga a por mí el coche de la Policía, y me voy a trabajar. Es todo muy normal. Termino el trabajo, y me voy a casa. Es todo muy normal”, insiste.
“Una vez cumplida la misión, me siento aliviado. Llego a casa relajado. Puedo jugar con los niños. Nos divertimos. Comemos. A veces salimos. Otras veces, nos quedamos en casa. Todo es normal. No tiene efecto en mí”, agrega.
El hijo de Al-Bishi también asiste a algunas ejecuciones.
“A veces, nos unimos a él durante una ejecución. La primera vez que fui allí, estaba asustado”, cuenta Al-Bishi hijo.
Sin embargo, cuando fue ejecutado “el primer chico”, y cuando vio “que no había ninguna razón para tener miedo”, se acercó para verlo. “No había ningún problema”, agrega.
Ejecutar mujeres, “un poco más difícil”
Abdallah Ahmad Al-Bakhit Ghamedi, otro verdugo saudí, dice que prefiere cortar cabezas de delincuentes de sexo masculino. Sin embargo, precisa que no se trata de una cuestión de sentimientos, sino más bien de un reto técnico que supone la vestimenta de las mujeres, que están “completamente cubiertas”.
“Se deja una abertura estrecha en el cuello. Un verdugo experto entra con la espada justo en esta abertura. Si la espada cae un poco más bajo, golpea la bata. Si cae encima, golpea su cabeza cubierta. Esto puede causarle más dolor. Lo hice tres veces y fue muy bien, gracias a Dios”, explicó el ejecutor saudita en un debate televisivo, según el MEMRI.
El hombre, por su parte, tiene el pecho desnudo durante la ejecución, agregó Ghamedi.
“Una ejecución es una ejecución. La diferencia es que a veces, cuando se ejecuta a un hombre, este no puede controlar sus nervios, y sentarse o mantenerse erguido, para que se pueda hacer el trabajo”, opina al respecto Abdallah Al-Bishi.
El máximo verdugo: “¿Yo? Yo duermo muy bien”
Una de las entrevistas más difundidas de los ejecutores sauditas fue la del máximo verdugo de condenas a muerte de Arabia Saudita, Muhammad Saad Al-Beshi, al periódico Okaz en 2003.
Al-Beshi empezó su carrera en la prisión de la ciudad de Taif, al oeste de Arabia Saudita, donde se encargaba de esposar y vendar los ojos a los prisioneros antes de su ejecución. “Debido a estos antecedentes, desarrollé el deseo de ser verdugo“, relató Al-Beshi, citado por Arab News.
Por lo tanto, en cuanto salió una plaza de verdugo, la solicitó y fue aceptado. Su primera ejecución tuvo lugar en 1998, en la ciudad de Yeda.
“El criminal estaba atado y con los ojos vendados”, recordó el verdugo durante la entrevista, confesando que estaba nervioso porque había mucha gente mirando. “Lo decapité con la espada de un solo golpe. Su cabeza rodó varios metros“, contó.
Con el tiempo, llegó a ser el primer verdugo del reino saudita, y a veces tenía que decapitar hasta siete personas. “No me importa que sean dos, cuatro o diez; no importa a cuántas personas ejecute siempre que esté cumpliendo la voluntad de Dios”, aseguró durante aquella entrevista.
“¿Yo? Yo duermo muy bien“, añadió el verdugo.
“Tengo muchos parientes y muchos amigos en la mezquita, y llevo una vida normal, como todo el mundo. Mi vida social no se ve afectada”, aseguró.
Al-Beshi no reveló cuánto se le pagaba por cada ejecución, ya que tenía un acuerdo de confidencialidad con el Gobierno. Pero insistió en que la recompensa no era importante. “Estoy muy orgulloso de hacer la obra de Dios“, reiteró.
Sin embargo, el primer verdugo de Arabia Saudita confesó que siempre mantenía esperanza hasta el último momento de que el convicto obtuviera “una nueva oportunidad de vida”. Es por eso que, antes de la ejecución, visitaba a la familia de la víctima del criminal para pedirle que perdone al condenado, una prerrogativa de la que gozan los familiares o herederos directos de la víctima.
“No me importa que sean dos, cuatro o diez; no importa a cuántas personas ejecute siempre que esté cumpliendo la voluntad de Dios.”
Muhammad Saad Al-Beshi, el máximo verdugo de condenas a muerte de Arabia Saudita
El verdugo ejecutó a numerosas mujeres sin vacilar. “A pesar de que odio la violencia contra la mujer, cuando se trata de la voluntad de Dios, tengo que cumplirla”, dijo el veterano verdugo.
Al-Beshi relató también que es un hombre de familia, esposo, padre y abuelo. Dijo que sus familiares no le tenían miedo por su profesión. “Trato a mi familia con cariño y amor. No sienten miedo cuando regreso a casa después de una ejecución. Es más, a veces me ayudan a limpiar la espada“, relató al periódico Okaz.
Decapitaciones públicas: Crueldad legal con profundas raíces
Más de 80 personas fueron ejecutadas en Arabia Saudita durante el año pasado, la cifra más alta del último lustro. Sin embargo, el año 2015 ya se perfila en el reino como un año mucho más sangriento.
El domingo pasado las autoridades saudíes ejecutaron al 85º convicto de este año, según Reuters. En comparación, en el conjunto de 2014, 88 o 90 personas, incluyendo tanto a ciudadanos sauditas como extranjeros, fueron ejecutadas, según estimaciones de Human Rights Watch y Amnistía Internacional respectivamente.
Según datos de Amnistía Internacional, casi la mitad de las ejecuciones del año pasado fueron por delitos relacionados con homicidios, mientras que las otras fueron por delitos no letales: 42 por drogas, y las demás por secuestro, tortura, violación, y brujería y hechicería.
Según el sitio web de la organización, los procedimientos judiciales en el país del Golfo no cumplen las normas internacionales sobre juicios justos. “Los juicios por delitos penados con la muerte se celebran a menudo en secreto. Raras veces se permite a los acusados contar formalmente con un abogado, y en muchos casos no se les informa de la marcha de los procedimientos judiciales contra ellos. Pueden ser declarados culpables sin más pruebas que ‘confesiones’ obtenidas mediante coacción o engaño”, explica AI.
Los orígenes de la tradición saudita de condenar a muerte según la ley coránica están en el acuerdo del año 1744 entre la monarquía saudita y los líderes clericales ultraconservadores del país, según el portal Vox.
El lugar que hoy conocemos como Arabia Saudita estaba dividido entre muchos clanes rebeldes en el año 1744. Mohammed Ibn al Saud, líder del clan menor, se reunió con un líder religioso suní que había profesado el islam puritano, Mohamed Ibn al Wahhab.
Con el apoyo de Al Wahhab, a principios de 1800 la dinastía de Al Saud extendió su dominio sobre un territorio mayor que el actual México y junto a su Gobierno implantó una versión del islam muy austera como agradecimiento a los clérigos.
El próspero Estado saudita fue destruido en 1818 por el Imperio otomano y reconstruido como una alianza moderna entre la monarquía saudita y los wahabitas en el año 1932. Los líderes del nuevo país impusieron la legislación islámica recopilada hacía nueve siglos para, otra vez, obtener el apoyo del poderoso clero.
Los intentos de modernizar la ley y la justicia en la segunda mitad del siglo XX llevaron al asalto de la Gran Mezquita de la Meca en 1979, perpetrado por extremistas religiosos que exigían el derrocamiento de la monarquía saudita por traicionar los valores islámicos ultraconservadores.
En el año 1991, cuando el clero prácticamente se rebeló contra la monarquía que permitió abrir en el país una base militar para las tropas estadounidenses, los líderes del Estado permitieron a los clérigos radicales financiar a los yihadistas en el extranjero en lugar de crear problemas en casa y, de nuevo, endurecieron las leyes coránicas para sus propios ciudadanos.
Por eso, la ley saudita contiene una interpretación mucho más estricta de la ley islámica que la de casi todos sus vecinos, y las prácticas sauditas de castigar a sus ciudadanos son vistas con horror en gran parte de Oriente Próximo, explica el portal.
Protestas contra la pena de muerte
En la entrevista de 2003, el máximo verdugo saudita dijo que la gente no le tenía miedo, porque Arabia Saudita es un país donde la sociedad “entiende la ley de Dios”. Eso sí, relató que “muchas personas se desmayan cuando son testigos de una ejecución”. “No sé por qué vienen y ver si no tienen estómago para ello”, agregó.
Sin embargo, hoy en día las cosas parecen haber cambiado: la pena de muerte está lejos de ser aceptada por todo el mundo y, en vez de desmayarse, los asistentes a una decapitación incluso graban el acto con su teléfono móvil de forma encubierta.
“Vivimos en una sociedad medieval, aunque estemos en los albores del tercer milenio.”
Mohammad al Qahtani, director de la Asociación por los Derechos Civiles y Políticos en Arabia Saudita
Eso fue lo que pasó en enero de este año, cuando un hombre grabó la decapitación pública en la Meca de una mujer birmana que había sido declarada culpable de haber matado a su hijastra.
El escalofriante video de la ejecución muestra a la mujer birmana Lalia Bint Abdul Muttablib Basim, insistiendo a gritos en su inocencia mientras la arrastran por la calle. “Yo no la maté. Yo no la maté”, grita repetidamente. A continuación, cuatro agentes de la policía sujetan a la mujer antes de que un verdugo la decapite con tres golpes con la espada.
El video fue subido a las redes sociales y causó un gran revuelo entre los grupos de derechos humanos, mientras que el autor de la grabación, presuntamente un miembro de las fuerzas de seguridad que participaron en la ejecución, fue detenido por las autoridades.
Los activistas de derechos humanos a menudo denuncian el sistema judicial y de condenas saudita.
En 2013, los activistas instaron a que se detuviera la ejecución de un grupo de jóvenes condenados a muerte por robar cuando eran menores de edad.
“Vivimos en una sociedad medieval, aunque estemos en los albores del tercer milenio”, dijo el director de la Asociación por los Derechos Civiles y Políticos en Arabia Saudita, Mohammad al Qahtani, en conversación telefónica con el diario español ‘El País’.
“No han tenido acceso a un abogado, ni un juicio justo. Les han intimidado y torturado para que confiesen”, explicó Al Qahtani.
Sin embargo, a los que manifiestan su rechazo a la política de las autoridades sauditas o exigen la suspensión de una decapitación, también les espera un castigo.
“Arabia Saudita aplica la pena de muerte por una gran variedad de crímenes que no entran en la categoría de ‘más graves’ según estándares internacionales.”
Sevag Kachichian, investigador de AI para los países del Golfo
Así, en 2014, un tribunal saudí condenó a pena de muerte a un destacado clérigo chiíta detenido en 2012 por pedir la liberación de los presos políticos en ese país gobernado por sunítas.
El jeque Nimr al Nimr fue detenido luego de pedir la liberación de todos los detenidos durante las multitudinarias protestas antigubernamentales que estallaron en 2011 en la ciudad de Qatif.
Al Nimr fue acusado de “ayudar a los terroristas” e “instigar la protesta”. Su detención provocó violentas manifestaciones por parte de la minoría chiíta del país, que se quejaban de la discriminación a la que, según ellos, son sometidos por parte de la familia sunita gobernante.
Condena internacional
Las decapitaciones que siguen practicando las autoridades de esta monarquía del Golfo han provocado también condena a nivel internacional.
Así, el pasado sábado, en la capital alemana tuvo lugar una protesta contra las autoridades de Arabia Saudita, exigiendo a Riad la libertad de los presos políticos y la abolición de la pena de muerte en el país árabe.
Amnistía Internacional (AI), Human Rights Watch (HRW ) y organizaciones de derechos humanos en el mundo árabe han denunciado en repetidas ocasiones las irregularidades en el sistema judicial del país.
“Arabia Saudita aplica la pena de muerte por una gran variedad de crímenes que no entran en la categoría de ‘más graves’ según estándares internacionales”, declaró a BBC Mundo el investigador de AI para los países del Golfo, Sevag Kachichian.
Según AI, “acusaciones de brujería o apostasía [rechazo al islam] han sido utilizadas en Arabia Saudita para imponer castigos por el ejercicio de la libertad de expresión y creencias religiosas”.
Comparación con el Estado Islámico
La comparación entre los sistemas jurídicos de Arabia Saudita y del Estado Islámico se ha convertido ya en un cliché en los medios. Algunos expertos sostienen que el islam fundamentalista practicado tanto por los yihadistas del Estado Islámico como por Riad tiene fundamentales vínculos teológicos.
Por ejemplo, ambos utilizan la misma escuela ultraconservadora Hanbali de jurisprudencia, y muchos de los ‘jueces’ del Estado Islámico son sauditas debido a su familiaridad con este concepto de justicia.
En enero, el sitio web Middle East Eye hizo una comparación del código penal yihadista publicado por el Estado Islámico y el sistema penal de Arabia Saudita, y demostró que en realidad no hay muchas diferencias.
Sin embargo, el periódico ‘The Washington Post’, que se hizo eco de aquella publicación, sí encontró una importante. “Una diferencia clave entre el Estado Islámico y Arabia Saudita, por supuesto, es que este último es un aliado clave de EE.UU. en la región y un miembro de la coalición contra el califato terrorista liderada por el país norteamericano”, destacó el periódico.
Respecto a este tema, la analista política y codirectora del Centro de Acción Internacional Sara Flounders, afirmó a RT que mientras que las ejecuciones realizadas por el Estado Islámico provocan tanta indignación, en EE.UU. no se mencionan siquiera lo rutinarias que son las ejecuciones en Arabia Saudita.
La analista subrayó que hay “una decapitación cada cuatro días en Arabia Saudita”, junto con otras formas brutales de castigo, como sentenciar a alguien a mil latigazos, lo que equivale casi a una sentencia de muerte.
Sin embargo, Washington sigue prestando a la monarquía saudita apoyo financiero, técnico y todo tipo de ayuda militar, sobre todo porque “el petróleo de Arabia Saudita se considera un recurso extremadamente valioso, y los contratos favorecen a las corporaciones estadounidenses de petróleo”, explicó Flounders.
“Quieren mantener esa relación, independientemente de lo que esto signifique para los derechos humanos, para millones de personas en Arabia Saudita”, concluyó la experta.
Con información de: RT