“Con un expediente chafa me querían matar en vida en prisión”: periodista maya Pedro Canché

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Pedro Canché aún se siente como un jaguar encerrado en una oficina.

Deambula en silencio dando pasos cortos, obsesivos; dibujando círculos en el suelo de una habitación de unos pocos metros cuadrados. Se sienta en una silla, observa con los ojos entornados los movimientos sedantes de un pez gelatinoso que se zambulle en las aguas de una pecera claustrofóbica, y se levanta de nuevo para echar un vistazo por la ventana a una selva muy distinta a la que brota en Quintana Roo, su estado natal.

“De espíritu me encuentro bien, muy contento. Pero aún estoy asumiendo la libertad física. Todavía tengo que pellizcarme y repetirme una y otra vez que es cierto, que ya estoy libre”, comenta el periodista maya de 45 años, desde las instalaciones que la organización civil Artículo 19 tiene en la Ciudad de México.

Pedro está relajado, sonriente, pero aún arrastra varias dolencias físicas. Sólo han pasado cuatro días desde que el 28 de mayo un juez le concedió un amparo y ordenara su puesta en libertad. Decisión que puso fin a nueve meses de calvario en la prisión de Carrillo Puerto, en Quintana Roo; cárcel a la que ingresó el 30 de agosto de 2014, acusado por las autoridades de esta entidad de haber cometido el delito de motín cuando realizaba su labor periodística documentando unas movilizaciones contra la instalación de medidores y cobro de agua potable en Carrillo Puerto, entre el 16 y 19 de agosto del año pasado.

“Ha sido un proceso muy largo, engorroso y kafkiano. Es increíble que el fiscal, a través de un expediente chafa, me estuviera solicitando hasta 18 años de cárcel. Me querían matar en vida en prisión”, lamenta el periodista, quien denuncia que, a pesar de las irregularidades que existen en la acusación en su contra, que tanto Artículo 19 como la CNDH documentaron, las autoridades de Quintana Roo alargaron premeditadamente su caso.

“Mi encarcelamiento fue un aviso a los pocos periodistas críticos de QRoo”

“Cuando (las autoridades) ven que no hay forma de sostener el expediente, entonces comienzan a alargar el proceso todo lo que pueden. Por ejemplo, no llegaban los testigos de la acusación a las audiencias o no se presentaba la fiscal. Era una tortura psicológica, porque cada vez que se posponía la audiencia yo comenzaba a contar de nuevo los días para la próxima”, asegura Canché, que vuelve a dejarse caer sobre la silla y toma de una mesa una pluma con la que juguetea entre los dedos.

“Era una trama que buscaba mermar mi capacidad psicológica, para que yo no siguiera en el periodismo –agrega-. Fue un ataque a la libertad de expresión a través de un proceso largo, muy doloroso. Porque el tiempo en la cárcel pasa de manera diferente. Todo transcurre más lento –el periodista observa la luz blanca que enfoca la pecera claustrofóbica y se lleva la mano al mentón que luce rasurado-. Estar en la cárcel no se lo deseo ni a la gente que me puso en ella”.

-¿Pero, a quién molestó tanto con sus notas, como para que alguien pudiera mandarlo detener y abrirle un proceso para encarcelarlo? –se le cuestiona a colación-.

Pedro escucha atento la pregunta y sonríe quedamente.

“Si uno le toca la cola al tigre, va a haber una reacción”, contesta tras meditar unos segundos, para exponer acto seguido que en su larga carrera ha dado voz al pueblo maya cubriendo protestas como la que realizaron frente a la comisión de agua potable en agosto pasado, la cual originó su detención. Algo, asegura el reportero, que incomoda al gobierno de Quintana Roo, con el mandatario Roberto Borge a la cabeza.

“Mi encarcelamiento fue un mensaje directo contra los pocos periodistas críticos e independientes que quedan en el estado. Fue un aviso, por ejemplo, a Sergio Caballero (corresponsal de Proceso en la entidad), a Noticaribe y a Luces del Siglo. Además, también fue una advertencia del gobierno a las personas de la sociedad civil que usan las redes sociales para hablar y criticar lo que no les gusta”, resalta el periodista.

El periodista maya Pedro Canché, durante la plática con Animal Político el pasado 1 de junio, en la sede de Artículo 19. //Foto: M. Ureste

La vida en la cárcel

Pasan los minutos y Pedro no aguanta mucho tiempo sentado. El fuerte dolor en las cervicales lo mantiene inquieto y una punzada en el hombro hace que agite continuamente el brazo derecho en un gesto eléctrico.

Son las secuelas de la cárcel.

“Cuando el día 30 de agosto me llevan a la prisión, me ponen en una celda donde hay mucha sangre, vómitos y excrementos. Allí pasé cinco horas hasta que viene una persona y me dice: ‘no sé qué habrás hecho, pero tienes muy molesta a la gente de arriba. Así que te vas al módulo uno’. En ese momento yo no entendía a dónde me llevaban, hasta que me di cuenta que era el lugar donde encarcelan a los reos de alta peligrosidad”, narra el comunicador.

En el camino a la celda, los reos lo reciben con gritos, insultos, y amenazas de agresión sexual. Luego se reúne “la comitiva” de reos más veteranos y le explican que tiene tres opciones: la fila india, que consiste en que un grupo de 40 o 50 personas se pone en fila para azotar al reo de nuevo ingreso; el baile, que implica bailar sexualmente con otro preso; y la botella, que obliga al novato a bailar, quitarse la ropa, y terminar sentándose en el cuello de una botella de cristal.

“Yo no acepté ninguna opción –dice Pedro, lacónico-, y entonces me tocó la pamba”.

La pamba es una paliza.

A las pocas horas de ingresar a la cárcel de Carrillo Puerto, cinco presos le reparten puñetazos y patadas por su anatomía, mientras los elementos policiacos que custodian el penal miran hacia otro lado.

A las seis de la mañana del día siguiente, más. Otro reo le azota la cabeza contra la plancha de metal de una de las puertas del módulo 1, y aún con las heridas frescas de la noche anterior, lo toma de la nuca y lo azota de nuevo contra la plancha de cemento que hace las veces de cama, dañándole gravemente las cervicales.

“Papá, queremos que dejes el periodismo” 

“En ese momento, cuando me están golpeando fuerte, cierro los ojos y me digo que quiero volver a ver a mis hijos. Que tengo que aguantar como sea”, relata Canché, quien tras las brutales palizas, no pudo evitar recordar la petición que sus hijos le hicieron tan sólo unos días antes de que fuera detenido.

“Mis hijos me dijeron: papá, queremos que dejes el periodismo. Deja de escribir, por favor. ¿A quién beneficias con esto? Tú no vas a acomodar el mundo, déjalo ya”, rememora Canché, que tira ligeramente la cabeza hacia atrás ante la escena.

Pero Pedro no les hace caso. No puede, asegura. Incluso, cuando lo cambian al módulo de reos no peligrosos, tras la presión que ejerció Artículo 19, la CNDH, y su abogada, el reportero se las ingenia para continuar escribiendo dentro de la prisión el blog Diario de un preso de conciencia, lo cual origina un nuevo enojo de las autoridades. Tanto, que en varias ocasiones lo acuestan en mitad de la noche en el suelo frío de la celda, para que los custodios revisen la habitación en busca de algún celular o aparato electrónico.

“Saliendo de la cárcel ya me quería poner a reportear. Pero Artículo 19 me invitó a la Ciudad de México y aquí estoy”, comenta sonriente el periodista, para retomar enseguida el tono serio cuando se le cuestiona si no tiene miedo de retomar su actividad. Máxime, teniendo en cuenta los casos recientes de periodistas agredidos en México, como Karla Silva, reportera de El Heraldo de León que sufrió una paliza por publicar notas que incomodaban “a los de arriba”, y los asesinatos de los periodistas veracruzanos Moisés Sánchez y Armando Saldaña.

“Me siento afortunado de que sólo fui a la cárcel. De que no fue una bala lo que acalló la libertad de expresión –admite de inmediato-. Pero no tengo miedo. Siempre digo que soy un jaguar, y que prefiero un jaguar a mi lado que a mil borregos. El asunto aquí es que tenemos que enseñar a los gobiernos a respetar la libertad de expresión en México”, reflexiona Canché.

En cuanto a cómo va a explicar a sus hijos que, después del calvario que acaba de vivir él y su familia, va a continuar haciendo periodismo, Pedro encoge los hombros y deja la pluma sobre la mesa de madera.

“Mis hijos tienen que entender que el periodismo es una actividad muy importante en nuestra sociedad. Tenemos que seguir trabajando, porque si se calla la voz de un periodista, la sociedad es la que pierde. Hay que seguir con el periodismo –insiste el reportero maya-. A pesar de todos los pesares, debemos continuar”.

 

 

Con información de: Animal Político

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