Las compras no planeadas pueden convertirse en grandes baches para nuestra salud financiera. Si con frecuencia encuentras que el dinero no te rinde y al mirar los estados de cuenta de tus tarjetas encuentras varios (si no es que muchos) cargos desconocidos que parecen insignificantes pero que sumados representan una cantidad considerable, tal vez seas una víctima de las compras por impulso.
Lograr unas finanzas sanas puede ser más sencillo de lo que imaginas. Para poner freno a las fugas en tu cartera puedo recomendarte algo que a mí me funciona a las mil maravillas y consiste en crear tu propio tipo de cambio.
Así es, a menos que seas casabolsero o te dediques al comercio internacional, deja de preocuparte por el IPC, el Dow Jones o el precio del Dólar y crea tus propias monedas asignando un valor a los gastos que realizas de forma recurrente (renta, escuelas, mensualidad del auto, etc.) De ahora en adelante esos rubros serán tus tipos de cambio y las monedas de tu muy personal economía. Al fin y al cabo, las finanzas personales son personales ¿o no?
En mi caso, las “monedas” se llaman: Hipoteca ($XX,XXX) , Colegiatura ($X,XXX), Tanque de Gasolina ($XXX) y Café del día ($XX). Sé que suena un poco loco, pero funcionan a las mil maravillas cada vez que estoy a punto de sacar la tarjeta o un billete de mi cartera.
Lo único que tengo que hacer cuando se me atraviesa algo bonito, es comparar el precio de mi próxima compra contra mis monedas y así un par de zapatos que equivale a una colegiatura de primaria se vuelve prohibitivo y es una súper oferta cuando no rebasa dos tanques de gasolina.
Conocer la proporción del ingreso que se destina a rubros que cubren nuestras necesidades básicas nos hace valorar cada Peso (Dólar o Euro) que desviamos hacia lo que no es indispensable, de tal manera que somos proclives a frenar la compra y asignar ese dinero hacia metas financieras de mayor impacto.
Hace tiempo alguien me compartió una frase que considero de primeros auxilios y dice: “Ante la duda, frena” Este método nos da la capacidad de realizar una comparación rápida en el momento de compra mientras asigna un costo de oportunidad al impulso que representa ese gasto no planeado (¿zapatos o colegiaturas?) evitando así muchos de estos pequeños descalabros.
Frenar y detenernos un instante antes de dar ese peligroso acelerón (o tarjetazo) salva incontables impulsos gastalones y conforme lo practicamos se convierte en un hábito inconsciente. ¿El resultado? Estados de cuenta que nunca pasan de una hoja y billetes que jamás desaparecerán misteriosamente de tu cartera. ¿Te animas a intentarlo? Recuerda, toma el control de tu dinero antes de que otros lo hagan por ti.
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