Cuando Cody Wilson obtuvo a mediados de marzo una licencia de fabricación y venta de armas y anunció que su meta era crear la primera pistola en una impresora de tercera dimensión, pocos imaginaban los alcances de su idea. La semana pasada, sin embargo, ese autodenominado “criptoanarquista” de 25 años, estudiante de derecho de la Universidad de Texas, ya estaba disparando con su nuevo invento.
En lugar de utilizar tinta, las impresoras 3D usan capas de plástico para imprimir formas. Así están hechos 15 de los 16 componentes del arma creada por Wilson, quien consiguió en eBay una impresora Stratasys Dimension 3D usada, por US$8.000, y puso sus manos a la obra. Bautizó Liberator a su creación, como las armas que fabricó EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial para enviar a los focos de resistencia en territorios ocupados de Europa, y la probó en la localidad de Austin, Texas, con balas de calibre 0.380.
Ahora el plan de Wilson es divulgar los planos por internet, a través del portal www.defcad.org. Así, cualquiera que tenga acceso a una impresora 3D podrá descargar los archivos y, con un clic, imprimir su propia Liberator.
Pero este es sólo el primer paso en el plan de Wilson. Otra de sus metas es convertir a Defcad en el primer motor de búsqueda de partes imprimibles en tercera dimensión. No sólo de pistolas, sino de otros elementos, que pueden ir desde prótesis hasta medicamentos y dispositivos anticonceptivos.
Algunas organizaciones criminales ya han usado la tecnología de tercera dimensión para imprimir, por ejemplo, lectores de tarjetas. Agencias de inteligencia en el mundo ya tienen personas dedicadas a la vigilancia de la ciberdelincuencia que se aprovecha de estas tecnologías emergentes.
La pistola imprimible del joven texano preocupa a algunos sectores en EE.UU., un país en el que el fervor por las balas ha ocasionado numerosas masacres y donde el Gobierno intenta regular el multimillonario negocio de la Asociación Nacional del Rifle. El senador demócrata Charles Schumer ha insistido en la prohibición de las armas de mano impresas en 3D: “Están hechas de plástico, por lo que no serían visibles para un detector de metales en un aeropuerto o un evento deportivo. Sólo el pequeño percutor es metálico, y es demasiado pequeño para detectarlo”, argumentó.
Schumer también propuso actualizar la Ley de Armas de Fuego Indetectables de 1988 —que prohíbe las que pueden engañar a los detectores de metales de seguridad del aeropuerto— para incluir información sobre las armas imprimibles. Esa ley, que se vence este año, permite a los fabricantes con licencia —como Wilson— producir armas de plástico para su uso como modelos y prototipos.
Los miembros de Defense Distributed, liderados por Wilson, admiten el peligro de su invención, pero se niegan a ir en contra de sus convicciones sobre la libertad de información. “Veo un mundo donde la tecnología permitirá que cada uno tenga lo que quiera. Ya no depende de los políticos”, declaró Wilson. Aunque niega que su meta sea la revolución armada de los hackers, admite que busca socavar las leyes, las restricciones de armas y la idea de la propiedad intelectual.
Wilson se califica como un “criptoanarquista”, citando abiertamente un manifiesto de 1988 que lleva ese nombre, escrito por Tim May. También se define como un hijo de la era de internet y como un admirador de Julian Assange, el fundador de Wikileaks, y Kim Dotcom, el multimillonario creador de Megaupload.
En una reciente entrevista con el diario británico The Guardian, Wilson dijo creer que “el futuro es la apertura hasta el punto de la erradicación del Gobierno. El Estado no debe tener el monopolio de la violencia; los gobiernos deben vivir con el temor de sus ciudadanos”. Poner las armas a un clic de distancia es apenas uno de sus primeros pasos para llevar la libertad de información al extremo donde se halle fuera del alcance de cualquier ley, una aspiración que tienen los hackers por lo menos desde que empezaron a aparecer en las redes informáticas en la década de los 80.
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