Por: El Rebelde incomodo
Una vez más, el ardiente terreno político de San Luis Potosí se convierte en una arena en la que la retórica feroz se convierte en el arma preferida. Y no es una sorpresa encontrar a Leonel Serrato en el centro del caos, con su incontinencia verbal, que se ha convertido casi en su marca registrada.
Ah, Leonel, el camaleón político, que una vez aborreció con vehemencia a los Gallardo, no puede dejar de ser el centro de atención. En un episodio más de su saga política, Serrato no se contenía al lanzar acusaciones graves contra el gobernador Ricardo Gallardo Cardona, describiéndolo como alguien que “ha ido recopilando mugrero, facinerosos, corruptos relacionados con los mañosos”.
Pero vayamos atrás en el tiempo, recordemos el cambio de capa de Serrato, que en un movimiento que desafía la comprensión, se alió con los Gallardo en su búsqueda del poder en 2021. A Leonel parece agradarle más la compañía de aquellos que una vez llamó mafiosos, que mantenerse fiel a sus propios principios, o ¿quizás simplemente encontró unos nuevos en el camino? Como bien señaló en una ocasión: “estos son mis principios, pero si no les gustan, tengo otros”.
Pero en este campo minado verbal, Gallardo no ha decidido permanecer en silencio. En una respuesta más medida pero no menos significativa, Gallardo señaló que “la gente se da cuenta quién es el revoltoso, quiénes son los revoltosos”. Con esto, parecería que Gallardo está decidido a mantenerse en una posición de respeto, aunque dejando clara su percepción de Serrato como alguien que busca provocar y tal vez, aprovecharse del erario público. ¿Un loco en la contienda? Según Gallardo, eso parece ser suficiente.
Estamos presenciando la preparación de un escenario que promete un encuentro político volátil en 2024. Morena y el Verde, en una tensa danza de poder, se preparan para una lucha que definirá quién tiene el control real en San Luis Potosí. Mientras, nos encontramos sentados en la primera fila, viendo un espectáculo que promete más fuegos artificiales, más choques de palabras y, inevitablemente, más controversia.
Quizás sea el momento de preguntarse si estos enfrentamientos verbales traerán algo beneficioso a la mesa, o si solo estamos presenciando un teatro que desvía la atención de los problemas reales que enfrenta el estado. El tiempo, como siempre, revelará las verdaderas intenciones de estos jugadores en el campo político, y uno solo puede esperar que, en algún punto, la política de verdad, la que busca el bienestar de la gente, encuentre su camino en el centro del escenario.
En este drama político, a menudo me encuentro reflexionando sobre la fábula del escorpión y la rana, una narración que nos habla sobre la inevitabilidad de la naturaleza. Sí, amigos, parece que hemos llegado a un punto en el que nuestras contiendas políticas se asemejan más a cuentos infantiles que a asuntos de estado serios y calculados.
Entonces, aquí estamos, presenciando una versión retorcida y satírica de esta famosa fábula, pero en vez de un río, tenemos un estado entero que navegar, y en lugar de un escorpión, tenemos a un notario que no puede evitar mostrar su aguijón.
En nuestro cuento moderno, la rana (el pueblo, en este caso) está observando con una mezcla de horror y asombro, quizás pensando, “¿En serio? ¡Otra vez no, por favor!” Mientras tanto, el escorpión, en un arranque de pasión, no puede evitar ser él mismo, aunque eso signifique un viaje hacia el fondo del río… o, en este caso, hacia el olvido político.
Así que mientras navegamos por estas aguas turbulentas, uno no puede evitar preguntarse: “¿Podrá el escorpión resistir la tentación de usar su aguijón? ¿O estamos condenados a ver una repetición de esta fábula una y otra vez?” ¡Ay, amigos, la política nunca deja de sorprendernos!
Así que ahí lo tienen, queridos lectores, una comedia política en la que los personajes principales parecen haber olvidado que están en un escenario mucho más grande y que todos estamos mirando, esperando que, por una vez, la historia tome un giro diferente, uno que nos deje con una sonrisa genuina y no con una risa nerviosa.
Y aquí, con una sonrisa irónica y una esperanza de cambio, concluyo esta columna, deseando que la próxima vez, nuestra fábula tenga un final menos predecible y, con suerte, más maduro. ¡Hasta entonces, mantengamos los ojos bien abiertos y las sonrisas listas, porque este espectáculo político está lejos de terminar!