“Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad.” Bertolt Brecht
La noche del 15 de Marzo del 2011 me encontré con las letras de la feminista Victoria Aldunate Morales, aún con la distancia y con el pasar del tiempo, el alien femenino del que hablaba, resuena en mí, ante los contrastes que portan las realidades potosinas.
Victoria dio un ejemplo de la mujer que humilla a otras para ensalzar su propia esclavitud, que no se hace entender tanto como muerde, en el sitio inhóspito donde la otredad es el basamento para expulsar el trabajo de las demás y sostener que solo el propio existe, que solo ese vale para salir en la foto. Sin embargo pienso que sin importar en donde nos ponga la vida, que luego sabe dar vueltas, siempre se puede hacer lo posible, por las causas que nos importan, aunque lo ideal sería respetar la brecha que otras han abierto para nosotras y darse cuenta de que el feminismo existe y es posible, desde antes de nuestra aparición en el mundo.
Actualmente, San Luis Potosí se encuentra reconociendo que la violencia contra las mujeres es un problema que va incrementándose, de ejemplo se encuentran las reformas al delito de feminicidio a fin de dar una mejor respuesta en lo que al Derecho Penal se refiere, y sin embargo; ese es el último paso de la violencia feminicida, antes están otras formas y otros ámbitos que con todo y ley de acceso local, no han logrado abatirse. Lo que nos conduce a la carencia de las instituciones y al vació que se hace entre la crítica ciudadana y la eficiencia de la procuración de justicia. Porque hasta la última vez que miré, los delitos que tienen un perfil victimal feminizado, los que forman y miden el estado del derecho de las mujeres a una vida libre de violencia son parte de la responsabilidad de la función pública.
Que nadie se esconda, ni se escandalice, hay que reconocer que la vida institucional para las mujeres nunca es fácil, si algo tienen las procuradurías es esa nota patriarcal en donde resulta muy complicado lograr interiorizar los cambios de perspectiva, pero no es imposible. Y no hablo cuidando del terreno aséptico en que se han convertido los temas de derechos humanos y de género porque no se puede nombrar, ni criticar a nadie desde ahí. Y hoy hace falta.
Si bien es cierto los casos de feminicidio en el Estado son un foco rojo del cual hay que hablar, también lo es que las más de tres mil denuncias que recibe al año la Subprocuraduría Especializada en Delitos Sexuales, contra la Familia y Derechos Humanos serían más que suficientes para que alguien se decidiera a reforzar la figura de las fiscales, no solo con herramientas jurídicas sino con los recursos materiales y humanos necesarios. Y no tiene que ver con el poder en turno puesto que la indiferencia ya es histórica, tal como lo es la crítica conformista, que no pisa las instituciones, que no trabaja para cambiar la realidad de las mujeres, que no se comunica, que no pregunta, pero que si sale en las fotos porque con eso basta.
Así que entre el “feminismo” mediático y el invisibilizado estamos. Y al parecer solo el término de Lagarde podría caber como un intento por resolver una franja que parece indisoluble. ¿Quién estará para nombrar a mujeres como Magdalena Ruiz, quien desde su trinchera construyó los primeros acuerdos para las órdenes de protección en San Luis Potosí? ¿Qué historiadora tendrá en el futuro la curiosidad de indagar sobre los primeros pliegos de consignación que lograron introducir la perspectiva de género para acreditar la calificativa del último párrafo del 123? ¿Quién dirá de la tarea por acercarse a la verdad, por ser caballito de batalla, por discutir que la dogmática ha de contribuir para la nueva mirada del derecho y no para engordarse a sí misma? ¿Quién las nombrará a ellas? Mujeres que no santas, trabajadoras, institucionales, silenciosas, serias, abogadas de una pieza.
La sororidad, que se me quiebra cada que una mujer que sabe, y que lucha por lo mismo que yo me dice que no es feminista; no requiere de afectos sino de reconocimiento político, porque se supone que al final hay intereses en común, necesidades y daños por reparar. Que así como no podemos borrar a las demás del camino, tampoco es plato de buen gusto humillar a las que nos anteceden, ni invisibilizar sus esfuerzos solo porque nosotras no nacimos antes.
Recuerde que cada que apunta a otra mujer, se apunta a sí misma. Y que cada que levanta la mano toca el mismo techo de cristal que nos ha jodido a todas. Que el asunto es romperlo juntas, no volverlo de acero. Hasta más ver.
“La sororidad es en sí misma un potencial y una fuerza política, porque trastoca un pilar patriarcal: la prohibición de la alianza de las mujeres y permite enfrentar la enemistad genérica, que patriarcalmente estimula entre las mujeres la competencia, la descalificación y el daño.” (Lagarde 1989)
Claudia Almaguer.
Twitter: @Almagzur