El pasado 04 de Abril, la organización Femen realizó su campaña denominada “El Día Internacional de la Yihad en Top Lees” así como un conjunto de protestas en Kiev, Berlín, Bruselas, Melbourne, Milán y París en apoyo a Amina Tyler, una joven que tras publicar fotografías suyas, desnuda, ha sido duramente criticada en Túnez, su país, por parte de la Comisión para la Prevención del Vicio y la Promoción de la Virtud quien a voz de su dirigente Adel Almi, ha emitido un pronunciamiento para que sea castigada con cien latigazos y lapidada hasta la muerte.
Es un tema peliagudo el de FEMEN, hay quienes apoyan éste tipo de expresiones nombrándolas como un nuevo feminismo, además de que el objetivo se logra, porque la atención de los medios está presente en todos los lugares a donde van y sus imágenes inundan las redes a cada causa en que se implican tal como sucedió con ésta manifestación. Sin embargo a la par, surgió otro movimiento, “Mujeres Musulmanas contra Femen, Día del Orgullo Femenino Musulmán” y que se oponen a las opiniones y a la representación que se hace de ellas en Occidente.
Entres las dos perspectivas han sobrado adjetivos, pero es un ejemplo de que generalizar a las personas o a lo que suponemos de ellas es el mejor camino para alejarles. Poco se habla de Amina, pero es cierto que la conducta del gobierno tunecino en éste caso tiene todos los ojos del mundo puestos encima, recién se libraron de Zine el Abdine ben Alí, el presidente de un régimen caído y los movimientos políticos están a la orden del día. A pesar de que en 2012, Amnistía Internacional señaló en su informe un buen número de muertos y heridos por las protestas, posteriormente la situación se ha ido relajando, ya en materia de derechos de las mujeres, se retiraron las reservas que había para la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer y se reconocieron algunos de sus derechos, aunque allá como aquí, la práctica es otro cantar. El miedo que existe sobre Amina es que sea atacada por grupos extremistas o sea, por personas que utilizan y acomodan la religión para someter a los demás a sus ideas.
Desafortunadamente, Inna Shevchenko, la líder de Femen, no se fue solo a señalar a estos grupos, o al político que vio su chance mediático para pronunciarse sobre el caso, o a criticar la falta de laicidad de ese Estado, sino sobre todas las personas que profesan el Islam, inclusive sobre las mismas mujeres. En entrevista con el Huffington Post, su reacción ante la carta del movimiento de mujeres islámicas dice por ejemplo: “Entonces hermanas, (yo prefiero hablarle a las mujeres de cualquier manera, (aún sabiendo que detrás de ellas hay hombres barbados con un cuchillo).” Para Sofía Ahmad, activista y estudiante de Relaciones Internacionales, esas palabras promueven el odio a las personas que profesan el Islam y vienen cargadas de estereotipos. Hay una percepción de racismo, de intentar imponer la perspectiva sobre cómo resolver los problemas y de qué manera vivir por parte del Occidente, pero además de negar un feminismo que aunque es difícil de comprender desde éste lado del mundo, existe.
No es que su crítica vaya sobre de que las integrantes de Femen se vistan o no, lo dejó claro ayer, cuando escribió que no es una pelea entre la desnudez y el uso del Hijaab, pues todas las mujeres tienen su propio modo de recuperar sus cuerpos y de luchar contra el patriarcado, por lo que aquellos comentarios que insultan y que no contribuyen a la discusión han sido borrados de la red. Sin embargo si le propone al grupo otro tipo de manifestaciones, como exigir a sus propios gobiernos para que dejen de apoyar regímenes misóginos como el de Arabia Saudita, o luchar para detener la promoción de conflictos armados en los países musulmanes, entre esto reclamar que se detenga el reforzamiento de provisiones económicas y de armamento a Israel que ha oprimido a las mujeres islámicas de manera sistemática. Una tarea que requerirá algo más que quitarse la ropa, sobre todo si consideramos que hay grandes cantidades de dinero de por medio. Pero en fin.
Me quedo pensando que no necesariamente son las religiones el problema, uno o cien dioses no saben hacer tanto daño como las personas que tanto aquí como en esos lugares limitan a los demás en su nombre. Ni siquiera se trata de la forma de organización política de los Estados, que acá nos espanta que un gobierno legitime actos como los latigazos y las pedradas, pero no que el nuestro nos llene de derechos y se haga de la vista gorda cada que nos asesinan, nos torturan o nos avientan en un lote baldío, porque al fin y al cabo eso es permitir. Quizá es ese otro poder, ese patriarcado que se disfraza, se muta y se transforma, a cada paso que da una mujer y que ojalá, ante su monstruosidad todas supiéramos unirnos desde el respeto.