Estos altares, conocidos como ofrendas, son mucho más que una decoración: representan un acto de amor, memoria y respeto
En México, el Día de Muertos se celebra el 1 y 2 de noviembre. El primero, conocido como Día de los Angelitos, se dedica a los niños fallecidos; el segundo, a los adultos.
Durante estas fechas, las familias preparan altares adornados con flores de cempasúchil, velas, calaveras de azúcar, fotografías y los platillos favoritos de los difuntos. También acuden a los cementerios para limpiar tumbas y convivir simbólicamente con quienes partieron, entre oraciones, comida y música.
Se trata de una tradición que une la espiritualidad indígena y las creencias cristianas. Los altares son verdaderos actos de amor y memoria: se cree que, guiados por la luz de las velas y el aroma del cempasúchil, los muertos regresan para reencontrarse con los vivos.
Los elementos del altar y su significado
Cada componente tiene un simbolismo profundo.
- El agua representa la pureza y calma la sed de las almas tras su largo viaje.
- La sal purifica y protege.
- Las velas simbolizan luz, fe y esperanza; cuando se colocan en cruz, guían al alma en los cuatro puntos cardinales.
- El copal y el incienso limpian el espacio de malas energías.
- El cempasúchil, flor de veinte pétalos, es el faro dorado que marca el camino del regreso.
- El petate, además de mantel o cama simbólica, es el sitio donde reposan los alimentos y objetos queridos.
- El pan de muerto representa la fraternidad y el cuerpo de Cristo.
- Las calaveras de azúcar recuerdan que la muerte forma parte de la vida.
A estos se suman frutas, bebidas, imágenes religiosas, juguetes para los niños, papel picado y fotografías. Todo forma una escenografía del reencuentro entre vivos y muertos.
Las ofrendas para los “angelitos”
El 31 de octubre se prepara el altar para recibir a las almas de los niños el 1 de noviembre.
En estas ofrendas predominan el color blanco, los dulces, los juguetes de barro y las frutas pequeñas, todo sin chile y en porciones diminutas, símbolo de inocencia y pureza.
Más allá de México
Aunque el Día de Muertos es una tradición emblemática de México —reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2008—, en muchos países del mundo también existen celebraciones dedicadas a honrar a los difuntos.
- Guatemala: las familias visitan los cementerios, adornan con flores y pino, comparten comida típica como jocotes o fiambre, y algunos llevan mariachi a sus muertos.
- Cuba: se ofrecen misas y ofrendas florales en casas y templos.
- Honduras y Paraguay: la tradición es más sobria, centrada en limpiar y adornar las tumbas.
- Perú: el 1 de noviembre es feriado; las familias comen, cantan y beben junto a las tumbas en los cementerios populares.
- Colombia: predomina el enfoque religioso; se celebran misas y visitas familiares a los camposantos. En regiones indígenas, como Nariño o Putumayo, sí existen altares y rituales más parecidos a los mexicanos.
- Argentina: en el norte, especialmente en Jujuy, se preparan mesas con ofrendas y figuras de pan, mientras el resto del país mantiene una conmemoración discreta.
- España: se visita a los difuntos en el cementerio y se comen dulces tradicionales como huesos de santo o buñuelos; en algunas regiones, como Soria o Cataluña, hay representaciones teatrales y festividades de origen celta.
- En Taiwán, en cambio, esta conmemoración no forma parte de sus costumbres.
Pese a sus diferencias, todas estas tradiciones comparten un mismo propósito: mantener viva la memoria de quienes ya no están.
Porque en cada flor marchita, en cada vela encendida, y en cada pan compartido, la muerte deja de ser final y se vuelve reencuentro.