Diez años sin respuestas: la lucha por encontrar a María Guadalupe y su hijo

DESTACADOS, LOCALES, SAN LUIS

Han pasado casi diez años desde aquel fatídico 26 de octubre de 2014, cuando la vida de María Guadalupe González Velázquez, una perito en criminalística de 33 años, y su pequeño hijo de ocho meses, Alan Tadeo Morales González, cambió para siempre. Ese día fueron reportados como desaparecidos en San Luis Potosí, y desde entonces, la familia ha vivido un infierno de incertidumbre y dolor.

María Velázquez Córdoba, madre de Guadalupe y abuela de Alan, nunca ha perdido la esperanza de volver a verlos. A pesar del paso del tiempo, su lucha por encontrar a su hija y su nieto no ha cesado. Sin embargo, la frustración y el desgaste emocional son evidentes: “Ya van a cumplir diez años y seguimos en la misma incertidumbre”, lamenta.

El caso ha estado marcado por tragedias y complejidades. Cruz Alfonso “N”, padre del pequeño Alan, fue señalado como el principal sospechoso de la desaparición de ambos y detenido hace algunos años. Guadalupe había acordado encontrarse con él para tratar un asunto personal el día que desapareció, y desde entonces, las preguntas han quedado sin respuesta.

“Mi hija era madre soltera, pero nadie merece pasar por esto. La Fiscalía dice que sigue investigando, pero no hay avances. Solo nos hacen firmar papeles y asistir a audiencias sin sentido”, comenta María, con una mezcla de rabia y resignación.

A lo largo de los años, la familia ha intentado obtener respuestas de Cruz Alfonso, pero su versión siempre ha sido la misma: “Que no sabe nada”. María expresa su frustración ante la falta de avances, y siente que las autoridades no han buscado con la misma determinación que en otros casos. “Si fuera cualquier otro, ya lo habrían encontrado”, afirma.

La lucha por encontrar a Guadalupe y Alan ha llevado a María y su esposo a unirse a colectivos de búsqueda, como Voz y Dignidad por los Nuestros SLP A.C., en un esfuerzo por mantener viva la esperanza y la exigencia de justicia. Sin embargo, el apoyo institucional ha sido insuficiente, y la desesperación crece.

“Pedimos que no se rindan, que sigan buscando. Mientras no haya cuerpos, hay esperanza de que sigan vivos”, suplica María, cuyo dolor se hace más intenso con cada aniversario de la desaparición. A pocos días de que se cumpla una década de la tragedia, la familia sigue sin encontrar paz.

“Vivimos con una tristeza constante, siempre con el dolor de no saber dónde están. ¿Cómo es posible que las personas desaparezcan así, sin razón?”, se pregunta María, mientras su voz se quiebra al intentar comprender una realidad que nunca imaginó enfrentar.

En un país donde miles de familias comparten el mismo dolor, la historia de Guadalupe y Alan es un recordatorio de la lucha interminable por la justicia y la verdad. María, como tantas madres en México, se ha convertido en la voz de aquellos que ya no pueden hablar, exigiendo que no se les olvide, que no se deje de buscar.

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