Aglutinados en una feria, un grupo de sellos independientes buscan hacer frente a los grandes consorcios editoriales con creatividad y calidad.
Libros pequeños de tirajes breves, diseñados con extremo cuidado, con formatos innovadores; títulos artesanales, ediciones de autor, artefactos poéticos y libros-objeto, pero también volúmenes grandes de calidad. Una apuesta por los nuevos escritores, los géneros desdeñados, las primeras traducciones al español. Esto es lo que ofrecen las editoriales independientes.
Con la creatividad, la imaginación y la terquedad como herramientas de trabajo, en México existen desde hace tres décadas por lo menos 63 sellos pequeños y medianos que desafían año con año el concepto de negocio para sobrevivir en un mercado editorial con escasos lectores y librerías, donde realizan “ventas-goteo”.
Conscientes del peligro constante en que viven, irreverentes, algunos usan como logotipo un hombre arrojándose de un edificio de seis pisos, otros adoptan como lema “El derecho universal a la pereza” y unos más optan por nombres como El Milagro, Morbo, Resistencia, Juan Malasuerte, La Caja de Cerillos, Quimera, Malaletra o El Salario del Miedo.
¿Pero qué malabares financieros deben hacer esas casas para no morir en el intento? Los editores Pablo Moya Rossi, de El Milagro, Guillermo Quijas, de Almadía, y Déborah Holtz, de Trilce, cuentan su peregrinar para dar vida a los libros que se exhiben, a partir de hoy y hasta el 19 de junio, en el Centro Cultural Bella Época, en la cuarta Feria del Libro Independiente.
Los entrevistados destacan que lo fundamental es inventarse diversas formas de financiamiento, que los títulos estén siempre presentes en las librerías –donde realizan 65 por ciento de sus ventas–, buscar canales alternativos de comercialización y distribución, y apoyarse en las coediciones.
Pablo Moya, presidente en dos ocasiones de la Alianza de Editoriales Mexicanas Independientes (AEMI), que agrupa a 12 de estos sellos, comenta que una de las reglas que sigue la mayoría de estas casas es precisamente no concebirse sólo como un negocio y no tener sólo fines de lucro.
“Si la planteas como negocio no duras, pues tienes que ir a contracorriente en muchos sentidos: la falta de lectores, de librerías, problemas de distribución, de visibilidad, falta de apoyos. Esto de no perseguir siempre la ganancia es una ventaja que comparten varios de estos sellos”, afirma en entrevista.
Quien dirige El Milagro, junto con David Olguín, admite que, ya sobre la marcha, “nos interesó evidentemente vender libros, porque es la manera de confrontar tu trabajo con los lectores”.
Detalla que desde el principio, hace 21 años, crearon algunos sistemas alternativos de financiamiento. “Los miembros del consejo editorial dábamos una aportación mensual para ir haciendo una especie de vaca. Luego abrimos el Bar Milán y parte de las utilidades del bar fueron canalizadas hacia la publicación de libros, pero aún así no fue suficiente para conformar un catálogo de 180 títulos”, agrega.
Otra fuente de ingresos, cuenta, fue el catálogo mismo. “Éste también nos da una pequeña fuerza, porque cada vez tenemos más títulos y las ventas aumentan, aunque sean ‘ventas-goteo’, pero han sido constantes”.
Una opción importante han sido las coediciones y las becas a la traducción, añade Moya, que abarcan 50 por ciento de su catálogo.
Pero aclara que han buscado este apoyo no sólo en organismos públicos, como el Conaculta y el Fonca, sino en universidades como la Autónoma de Nuevo León e instituciones extranjeras como el Buró del Libro de las embajadas de Francia y Canadá, y con la Fundación Japón.
Dice que el sexenio anterior no coeditaron con Conaculta, porque “te obligaban a perder tu identidad como editor y el desgaste era muy grande”; pero el Programa de Apoyo a la Traducción (Protrad), del Fonca, les financió 90 por ciento del costo de nueve libros por este concepto.
Al contrario, Guillermo Quijas, director de Almadía, creada en Oaxaca hace ocho años, piensa que para mantener unas finanzas sanas es fundamental conceptualizar la editorial como un negocio, como una fuerza que dé dinero para seguir trabajando. “Está por supuesto el tema de que se hace por amor al arte, pero aún así tiene que verse todo con un sentido financiero y comercial”.
Por lo que, prosigue, se debe cuidar la forma de ordenar el plan editorial durante el año, para tener títulos que puedan vender un poco más. “Hay que considerar factores como las ferias del libro, el cierre de año, las ventas de verano y las ventas de libros de texto, que roban mucho espacio en las librerías. Eso te da una mezcla financiera lo más estable posible, para que no tengas picos tan bajos y que entre una constante de dinero al mes a la empresa”.
El editor destaca que además se deben buscar canales alternativos de comercialización y distribución. “Las librerías siguen siendo muy importantes. Es el canal de ventas número uno, vendemos ahí el 65 por ciento de los libros que publicamos y lo demás uno tiene que moverse en bibliotecas, en ferias del libro y ver en ventas especiales”.
Acepta que las coediciones siempre ayudan, sobre todo para abaratar los costos. “El libro es uno de los productos del que prácticamente pagas todo antes de empezar a vender: los derechos de autor, la traducción, el diseño y la impresión. Y la coedición te reduce los costos de producción y te ayuda en la promoción y la distribución, pues lo hacen dos empresas”.
Pero, aún así, aclara que no le apuestan mucho a este esquema: de los 150 libros que han publicado, sólo diez o 15 han sido coediciones. “Lo que sí nos ayudaría mucho es que funcionara bien lo del precio único del libro en el país. Ojalá pronto se integren las sanciones al reglamento”.
Para Déborah Holtz, en su calidad de presidenta de la AEMI, el mayor reto que enfrentan las editoriales independientes es la visibilidad y el acceso al público. “Por eso, desde 2004, la alianza ha tratado de diseñar estrategias conjuntas para otorgar una mayor visibilidad a estas producciones editoriales, compartir experiencias y crear nuevos mecanismos de promoción y difusión”.
Uno de ellos es la Feria del Libro Independiente, que en su carta edición y a través de dos mil títulos, dice, demostrará cómo este sector es el que ha dado “una vuelta de tuerca a la industria editorial mexicana”, por lo que sus propuestas merecen llegar a un mayor número de lectores.
Con información de: http://www.excelsior.com.mx/comunidad/2013/05/26/900969#.UaINN5sxE5k.twitter