Conocido en Cipolletti, Río Negro, como “el abuelito de las golosinas”, Alfredo Jorge Campanella mantenía una imagen inofensiva entre los vecinos. Siempre con gorra y gafas oscuras, se encontraba frecuentemente en la esquina de Alem y Brentana, donde era bien recibido y apreciado por su actitud amable. Sin embargo, tras su fallecimiento el pasado sábado en el Hospital Dr. Pedro Moguillansky, emergió una aterradora verdad sobre su pasado.
A pesar de su fachada amigable, Campanella, cuyo verdadero nombre era Alfredo Jorge Campanella y no Leo como él afirmaba, tenía un oscuro historial criminal. En 2017, fue acusado de abusar de dos menores en un hotel en La Plata y desde entonces había estado prófugo de la justicia. La identidad de Campanella se confirmó tras su muerte debido a problemas cardíacos, mediante un proceso de identificación por huellas dactilares a través del sistema Fibios.
Los vecinos, que lo conocían como un simple vendedor de dulces, no sabían que el hombre que les parecía tan normal había sido arrestado anteriormente por delitos graves en Buenos Aires y La Plata. Campanella, que trabajaba como publicista y residía en Buenos Aires, solía desplazarse a La Plata y alojarse en hoteles donde cometía sus crímenes. Se hacía pasar por el tío de las niñas que acompañaba, las llevaba al cine y a lugares recreativos, para luego abusar de ellas y fotografiarlas.
En 2017, Campanella fue capturado en una operación de la Dirección Departamental de Investigaciones (DDI) de La Plata. Fue encontrado en una habitación de hotel con dos niñas, quienes presentaban lesiones por abuso. La investigación reveló una serie de pruebas escalofriantes, incluyendo videos y fotografías de menores, objetos de estimulación sexual, y otros materiales perturbadores.
Campanella fue sentenciado a 50 años de prisión por múltiples cargos de abuso sexual y corrupción de menores. Sin embargo, la magnitud de sus crímenes y su identidad verdadera no se conocieron públicamente hasta después de su fallecimiento.