El ciberfetichismo es el miedo a la democracia: César Rendueles

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¿Por qué hablar de la tecnología? Hoy en día todo, invariablemente, tiene como punto coyuntural la innovación tecnológica y sus beneficios. Sin embargo, ¿hasta qué punto esto es verdad? ¿En realidad la tecnología es la última esperanza para la humanidad y el planeta entero o, simplemente, hay cosas más importantes?

Desde hace poco más de tres décadas la tecnología se ha convertido en una especie de banco de pruebas y en el escaparate ideal para todo tipo de discursos políticos, tanto por parte de partidarios y de quienes reprueban este sistema. Posiciones críticas han salido a la luz a raíz de esta discusión y la que más tiempo se ha sostenido es aquella que deriva en el hecho de que parece normal que la tecnología ocupe un papel central en el discurso político. Por otra parte, también hay quien afirma y sostiene que el desarrollo tecnológico ha propiciado un desarrollo social que el mismo sistema ha sido incapaz de aprovechar.

Las idas y vueltas de ambas posturas han cambiado en todos estos años a conveniencia y para satisfacer las necesidades del sistema político. Así, desde la tecnofobia –palpable sobre todo en los relatos de las sociedades distópicas en los que la tecnología aparece como elemento de control– hasta la idea de la tecnología como una solución al autoritarismo –ilustrado mediáticamente por eventos como la Primavera Árabe–, lo cierto es que, en todo este tiempo, “la revolución digital no ha tenido lugar”, afirma el sociólogo y ensayista César Rendueles, en entrevista para SinEmbargo.

Para Rendueles, el ejemplo de los eventos de años pasados en Medio Oriente, catalogados como una revolución tecnológica, es una malinterpretación. Para el español se trata más bien la manera en la que Occidente lo percibió, al grado en que estos movimientos sociales estuvieron precedidos, por ejemplo, por el hambre y las políticas opresoras, y al final esto quedó opacado por el deslumbre de las redes sociales.

Rendueles habla de un término que cobra importancia en el contexto actual: el “ciberfetichismo”, una confianza ciega en la tecnología como elemento de cambio. Postura a la que cada vez más personas se adhieren (voluntaria o involuntariamente). Al mismo tiempo, también se trata de una fascinación que, en los últimos años, ocupa cada vez más a los medios de comunicación, quienes le ha dado un papel protagónico dentro de sus espacios. Por otra parte, todo esto se da en un momento en el que los medios tradicionales experimentan una crisis de legitimidad.

Rendueles es el autor de Sociofobia, en donde cuestiona el dogma ciberfetichista. Foto: ElDiario.es

–¿Existe una relación entre esta crisis en los medios y el ciberfetichismo?

–Sí, existe una relación, pero no creo que el contexto sea la causa de esa crisis de legitimidad. Lo que creo es que es una falsa solución. La crisis de legitimidad de los medios tiene que ver con una crisis de su función comunicativa… para lo que deben de servir, porque están atravesados completamente por los intereses del capital financiero. Son la voz de su amo y cada vez más. Y eso tiene que ver con complicidades entre la clase política y los dueños de esas empresas.

Digamos que internet nos ofrece una especie de falsa solución. Ya no tenemos grandes medios… liberales que generaban discurso público, leales a la esfera pública, pero tenemos microsistemas de comunicación que generamos entre todos, que hacen que cualquiera ahora sea un periodista.

–¿Cualquiera puede ser un periodista?

–Yo creo que eso es una mentira. Cualquiera no es un periodista. Yo, con mi smartphone, no soy un periodista. Es un oficio… un oficio que requiere habilidades, que requiere conocimiento, que requiere experiencia y que hay que proteger.

Esa es la gran mentira. Que la espontaneidad de cualquier ciudadano suple a una herramienta compleja, sofisticada, como son los medios de comunicación y absolutamente vitales para la democracia.

La abundancia de medios digitales ha hecho creer que el periodismo puede ser ejercido desde la comodidad de un smartphone. Foto: Shutterstock

–En el caso de la explosión de medios digitales que se vive actualmente, es palpable esta fe ciega en lo digital; pero también se ve que no genera mayores cambios que los medios tradicionales.

–El medio en sí mismo no es suficiente. Para que esos medios [digitales] funcionen requieren, para empezar, que en ellos trabajen periodistas. Y periodistas, para empezar, con libertad suficiente para escribir y también con medios económicos para hacerlo. Nunca hablamos, por ejemplo, de la remuneración. Parece que con el contexto digital la gente vive del aire. ¿Qué periodista que tenga un empleo precario que viva al límite se va a atrever a desafiar a sus jefes para contar lo que no quieren que cuente su línea editorial… ¿Cómo protegemos ese servicio público en un entorno tan precarizado?

Así, artículos enteros dedicados a recopilar información de redes sociales, notas enfocadas en la viralidad de sucesos de poca relevancia. Todo va de la mano con esta adoración desmedida a la tecnología como fuente de bienestar que va más ligada al consumo y deja de lado temas sociales importantes.

“Todo mundo habla de blogs, de Twitter, de redes sociales… Desde las condiciones laborales de los periodistas, por ejemplo, nadie absolutamente está hablando”, dice Rendueles.

–A veces es irónico, los periodistas se vuelven voceros de mil causas y los que están peor son ellos.

–La gran época de los medios de comunicación, cuando contribuyeron más a la creación de instituciones democráticas fue también una época –desde el punto de vista de las condiciones laborales de los periodistas– muy buena. Los sindicatos juegan un papel muy importante… un periodista que se enfrenta solo a su empresa, ¿qué independencia puede tener?

Si no tienes un colectivo que te respalde… un sindicato, compañeros que te apoyen, ¿quién se va a atrever a dar la cara? Yo creo que eso explica buena parte de la deslegitimación del periodismo contemporáneo.

La proliferación de gadgets y apps han dejado de lado otras preocupaciones importantes para un cambio social. Foto: Shutterstock

TECNOLOGÍA OMNIPRESENTE

Para Rendueles el ciberfetichismo también habla en gran medida de la fijación que existe hacia la tecnología como un bien de consumo. Sin embargo, en un mundo en el que los smartphones están en manos de cualquier persona y las aplicaciones son moneda de cambio, llama la atención los enfoques que éstas toman.

Así, lo común en la actualidad es ver apps centradas en cooperación y beneficencia. Sin embargo, de acuerdo con el sociólogo español, éstas no tienen una repercusión en la política actual. De esta manera, los problemas sociales son dejados de lado tanto por desarrolladores como por medios especializados.

Al mismo tiempo, se impone el eterno discurso confrontativo que la tecnología carga por default desde hace tiempo; discursos tecnológicos que cuestionan lo bueno o lo malo de la tecnología, pero que aún así dejan muchas cosas en la sombra. Cosas que hace décadas formaban parte del sentido común como el bienestar social, por ejemplo.

“Cuando nuestras excusas tienen que ver con la tecnología cualquier nivel de alienación es aceptable”, afirma Rendueles, haciendo hincapié en la abundancia de artículos sobre innovaciones tecnológicas que se publican en la actualidad, mientras que los que se enfocan en problemas sociales ocupan un lugar mínimo.

Para Rendueles, nuestro mundo lo dominan las fantasías tecnológicas y llama la atención, sobre todo, que una de las fuentes de unanimidad sea la tecnología. Todo se le achaca a la tecnología y, al mismo tiempo, a todos los temas se les quiere incluir en ese contexto. A veces hasta con calzador.

Finalmente, nos damos cuenta que la tecnología no tiene el poder para lograr estos cambios sociales que promete (eso cuando los promete). “Ese ciberfetichismo es un síntoma de un miedo a la política. Un miedo a la democracia”, agrega.

Fuente: Sin Embargo.

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