Esta semana, el capo de una de las dinastías más poderosas de la mafia en el sur de Italia se entregó de forma extraordinaria a la policía, después de haber pasado tres años huyendo; ahora enfrenta 16 años de cárcel. La BBC estuvo en la estación de policía cuando ocurrió.
A las 4:15 pm hora local del miércoles, el jefe de la ‘Ndrangheta, Giuseppe “Peppe” Pesce, entró en la estación de carabineros en su ciudad natal, Rosarno, como cualquier hombre que hubiera ido a pagar una multa de estacionamiento.
Recién afeitado e incongruentemente sonriente, el mafioso -uno de los más buscados de Calabria- estaba sólo un cuarto de hora tarde del límite que se había fijado para su entrega a las autoridades.
El equipo especial de carabineros -que lo había estado cazando obsesivamente durante casi tres años- parecía resentido. Habiéndoles negado la oportunidad de capturarlo, parecían temporalmente cegados por el enorme simbolismo del gesto público de este criminal.
Los capos de la mafia normalmente nunca se entregan. En circunstancias extremas, si se enfrentan a una muerte segura a manos de sus rivales o cuando están demasiado viejos o enfermos para sobrevivir en la clandestinidad, pueden organizar algunos acuerdos secretos para “guardar las apariencias”, en los cuales las autoridades pretenden haberlos capturado en contra de su voluntad.
En cambio allí estaba él, Peppe Pesce, sano, de 33 años; el heredero indiscutible de uno de los clanes supremos de la ‘Ndrangheta, la poco conocida pero la más poderosa organización de la mafia italiana, tendiendo las manos amigablemente -con las palmas hacia arriba- para que la tinta negra se extendiera sobre ellas, tomándole sus huellas dactilares a la antigua.
Las autoridades habían sido tan incrédulas de que Pesce se entregaría -tal y como sus abogados en secreto les habían dicho que lo haría- que no habían advertido a más periodistas, en caso de que se filtrara la noticia y le hiciera cambiar de opinión.
Tuve la suerte de ser la única ahí, como parte de un seguimiento a un reportaje que hice para un clicdocumental mundial sobre la ‘Ndragheta con el historiador John Dickie. Como los Pesce habían tenido un lugar destacado en él, sabía que esto iba a ser un día extraordinario en Calabria.
Imperio
No se trata de una familia de desertores de la mafia. Los Pesce son una dinastía criminal. Peppe Pesce heredó el bastón de mando de “regente” del clan después de que su hermano mayor, Francesco “Ciccio” Pesce fuera capturado en un búnker subterráneo en 2011. Ciccio había tomado el manto de jefe de su padre Antonino, así como él lo había obtenido del abuelo Don Peppino.
“Voy de prisa. No he hecho nada malo…”
Giuseppe Pesce, jefe de la ‘Ndragheta
Durante más de medio siglo habían construido un imperio familiar por un valor de al menos US$300 millones a través del tráfico de drogas en toda Europa, así como extorsión, violencia y corrupción en su propio y devastado patio trasero calabrés.
Ésta es la manera de actuar de la ‘Ndrangheta que, a diferencia de la mafia siciliana, favorece el linaje más que el mérito.
Desde la perspectiva de mafioso, supuse que Peppe se ocasionaría una desgracia definitiva a sí mismo y a su propia familia. Pero estaba equivocada. Al conocerse la noticia de la aparición de Peppe en Rosarno, la estación de carabineros se convirtió en un lugar de peregrinación.
En parejas, pequeños grupos, apoyándose en bastones o llevados en sillitas, decenas y decenas de familiares y simpatizantes desde seis meses hasta 90 años de edad, vinieron a presentar sus respetos al jefe caído.
Los carabineros se enfrentaron a una decisión difícil. Mostrar o no magnanimidad a un hombre que no había visto a su familia en tres años y que muy probablemente no lo haría en muchos más.
La abuela Josefa, totalmente vestida de negro de pies a cabeza, fue una de las primeras en ser admitida en la sala donde su nieto estaba sentado. Cubriendo el último diente que le queda en la boca con una mano, se echó a llorar.
“¿A dónde vas?”, preguntó ella.
“Vamos, abuela. A la cárcel, por supuesto”, dijo.
“Nunca te volveré a ver”, respondió.
“No te preocupes”, afirmó y rió con desdén. “Voy de prisa. No he hecho nada malo. Estoy en el negocio de las cabras”.
La segunda abuela, de aspecto más joven, intervino. “Tu inocencia se demostrará, al igual que Cristo fue resucitado”, enfatizó.
Uno tras otro, tías, primos, suegros pasaban por ahí, lo abrazaban y lo besaban. Algunos lloraron, la mayoría se mostraron joviales, pocos fueron presurosos y deferentes.
Mientras Peppe se relajaba cada vez más en su silla, el evento comenzó a parecerse a una audiencia presidencial.
Pero los carabineros estaban prestando mucha atención a cada visitante, como llenando los huecos en su mapa mental del clan. Su magnanimidad de repente tuvo mucho más sentido.
La madre de Peppe y su hermana menor pasaron hasta el final. Gritaban, mientras sostenían a su hija de tres años. Ella apenas había visto a su padre fugitivo y se apartó de sus brazos extendidos.
“¿Es cierto que no come mucho, mi bebé?”, preguntó.
“Sí”, contestó ella.
“Escucha a papá – si no comes, no creces”, dijo.
“Quiero seguir siendo pequeña”, respondió la niña. Peppe Pesce se quedó en silencio. En un rincón de la habitación, yo tenía un nudo en el estómago.
Casi todos los visitantes eran mujeres. La mayoría de los hombres de la familia Pesce ya están tras las rejas.
Arresto domiciliario
Hace sólo dos semanas, en uno de los juicios más importantes contra la ‘Ndrangheta hasta la fecha, 42 miembros del clan recibieron un total de 500 años de cárcel. Peppe Pesce fue condenado a 16 años por asociación mafiosa en ausencia, una pena que ahora comenzará a pagar en una cárcel de alta seguridad.
La red se había estado cerrando en torno a Peppe Pesce durante meses ya que, uno a uno, sus cómplices habían sido detenidos. Hace sólo dos semanas, su esposa, que está embarazada de siete meses, fue puesta bajo arresto domiciliario por transferir las órdenes de su esposo.
“Este es un gran éxito para la autoridad del Estado. Pero no te dejes engañar”, me dijo Alessandra Cerreti, quien dirigió la investigación y la persecución contra el clan.
“Estas no son decisiones individuales. Por lo general, son estrategias del clan. Sacrificando uno esperan aliviar la presión que estamos poniendo en toda la organización. Pero no va a funcionar”.
Mientas Peppe Pesce subía a un auto que lo llevaría a la cárcel, las multitudes se habían alineado a lo largo del camino. Sonrió y saludó a los gritos y aplausos de su familia.
Al paso del primer jefe de la ‘Ndrangheta que se rendía ante el Estado, una anciana tía puso su mano alrededor de la boca y gritó: “¡Asegúrate de comer bien”.
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2013/05/130518_italia_mafia_capo_entrega_policia_jrg.shtml?ocid=socialflow_twitter_mundo