La verdad y el camino.
Por: Aquiles Galán
Cicerón decía: “La libertad no consiste en tener un buen amo, sino en no tenerlo”. La República romana se extinguió cuando las reformas dejaron de ampliar la participación y comenzaron a concentrarla.
La caída de Roma fue un proceso gradual: la pluralidad política se debilitó hasta concentrar el poder en caudillos militares y, finalmente, en un solo hombre. Lo que empezó como el “sueño de Roma” —Senado, cónsules, tribunos y asambleas— se perdió entre la desigualdad social, la violencia política y la lealtad de los ejércitos hacia sus generales en lugar de hacia la república. Con Sila y luego Julio César, se abrió la puerta a dictaduras que rompieron el equilibrio republicano. Tras la guerra civil, Octavio (Augusto) mantuvo la fachada de progreso, pero instauró un régimen centralizado: el Imperio. Así, un sistema creado para la representación del pueblo terminó en manos de una sola figura.
A menudo se dice que quien no conoce su historia está condenado a repetirla, pero últimamente me pregunto si conocerla hace alguna diferencia.
La discusión sobre la nueva reforma electoral que impulsa el gobierno actual recuerda esa vieja historia: un intento de reformar una república para hacerla más eficiente, pero con el riesgo de reducir la pluralidad.
¿De qué va esta reforma y quién la impulsa?
El plan oficial tiene objetivos claros: ahorrar dinero público, simplificar la burocracia electoral y hacer más eficiente el sistema. Se plantea:
- Reducir el financiamiento a partidos.
- Ajustar el presupuesto del INE.
- Eliminar los organismos locales (OPLEs).
- Cambiar la forma en que se integran las cámaras, reduciendo o sustituyendo los plurinominales del Congreso.
En apariencia, parece una propuesta de eficiencia y progreso. Pero al analizarla más de cerca, se percibe un intento de centralizar el poder bajo la narrativa del “recorte de gastos innecesarios”.
La comisión encargada está presidida por Pablo Gómez Álvarez, ex titular de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), e integrada por perfiles cercanos al gobierno, como Rosa Icela Rodríguez, Ernestina Godoy, Arturo Zaldívar y Jesús Ramírez Cuevas. La coincidencia ideológica es evidente y, para muchos, preocupante.
Consultas ciudadanas sin voto real
El proyecto plantea foros digitales y presenciales de consulta ciudadana y encuentros con expertos, academia y sociedad civil. Sin embargo, toda voz será consultiva, no vinculante. Esto significa que las conclusiones de estos espacios no necesariamente influirán en la estructura final de la reforma.
Otro punto crítico: la oposición y los partidos pequeños ven amenazada su sobrevivencia. Sin plurinominales ni financiamiento robusto, la pluralidad corre riesgo de convertirse en hegemonía. El oficialismo, por el contrario, consolida su fuerza legislativa y asegura reglas más cómodas para su proyecto de largo plazo.
Riesgos y oportunidades
Recortar recursos puede ser positivo, siempre y cuando no implique recortar democracia. La historia enseña que los cambios institucionales desde el poder dominante y sin consenso suelen debilitar los contrapesos. Roma pasó de república a imperio en nombre del orden; México podría pasar de una democracia plural a una democracia reducida en nombre del ahorro.
Personalmente, creo que la discusión no debe reducirse a “abaratar la democracia” ni a “defender privilegios del sistema actual”. La pregunta real es: ¿cómo construimos una democracia más cercana y representativa, que cumpla con las necesidades actuales del país?
- Si se eliminan plurinominales, debería existir un mecanismo compensatorio para asegurar que las minorías sigan teniendo voz. De lo contrario, lo barato saldrá caro.
- No basta con recortar presupuesto; hay que invertir en confianza ciudadana. Un INE con menos recursos, pero con procesos más claros, abiertos y fiscalizados, puede generar más legitimidad que uno gigantesco pero lejano.
- Y lo más importante: una reforma electoral no puede ser diseñada solo por el partido en el poder. La democracia se sostiene cuando las reglas del juego se escriben entre todos.
Si esta reforma se abre al diálogo con voto vinculante de sociedad civil, oposición, academia y ciudadanía, podría convertirse en un paso histórico hacia una democracia más madura.
Bonito día.