EL PAÍS EN ALFILERES PARA CLAUDIA

DESTACADOS, OPINIÓN, RADAR

El Radar
Por Jesús Aguilar


La llegada de Claudia Sheinbaum a la Presidencia de México ha sido motivo de celebración para muchos, al ser la primera mujer en alcanzar este cargo.
Sin embargo, sus acciones y omisiones generan más inquietud que entusiasmo.
La continuidad de prácticas del gobierno de López Obrador, particularmente la normalización de la mentira y la manipulación de la realidad, son un preocupante augurio de su administración. Sheinbaum parece seguir los pasos de su predecesor, sacrificando confiabilidad en aras de la popularidad.
En recientes intervenciones públicas, como en los debates presidenciales y entrevistas, Sheinbaum ha replicado la narrativa oficialista, con una evidente disposición a mantener las ambigüedades y medias verdades que caracterizan a la administración actual. Esta mimetización de poder no hace más que reforzar la falta de claridad sobre quién realmente gobernará.
Hoy hay un cazo ardiendo pasando de manos, lleno de tragedias desatendidas, las de todos los días que acumulan muertos e impunidad, las de las miles de personas que no pueden tener ni el tratamiento médico adecuado, ni los medicamentos que en otros tiempos podrían obtener de manera sencilla, Dinamarca es el nuevo Burundi Obradorista.
Hoy se fulminó a golpe de populismo un estado con contrapesos y obligaciones de transparencia, no basada en dichos mañaneros, sino en cifras duras de las propias entidades del gobierno.
Hoy se acumulan tasas negativas un país que durante el Obradorato apostó a la energía de los hidrocarburos y a pesar de 3 Bocas y la refinería comprada en Texas, el año pasado completo, el 2023 ceró con la producción más baja de petroleo desde 2010.
Hoy el crecimiento económico es más lento que nunca, la promesa de AMLO de crecer un 4% anual pero solo un año de 6 superó esa cifra, de hecho el crecimiento promedio del PIB durante sus primeros 5 años fue el menor en lo que va del siglo 21 y mucho ojo, a pesar de la constante promesa de que el país no se endeudaría como en los tiempos de los conservadores y neoliberales no sucedió así, llegó con una deuda interna de 13.9 billones de pesos y se va con una de 17, un porcentaje del PIB que subió del 43.6 a 50.1.
El panorama de su presidencia se perfila teatral y mediático, con mañaneras estructuradas para emocionar, más que para informar. La producción de contenido dirigida por Epigmenio Ibarra y la limitada interacción con la prensa sugieren un control sobre la narrativa, semejante al espectáculo televisivo.
Sheinbaum sigue replicando las contradicciones inherentes a la Cuarta Transformación: el gobierno que se presenta como enemigo de la oligarquía, pero que la fortalece; la defensa de los valores juaristas y maderistas, mientras se impone un autoritarismo personalista. En la narrativa oficial, incluso las Fuerzas Armadas son revestidas de un humanismo que choca con la realidad de su historial de abusos.
¿Cómo confiar en la palabra de una mujer que habla de “fortalecimiento económico” mientras hereda un déficit fiscal alarmante? ¿Cómo creer en su postura contra la militarización si promueve reformas que la facilitan? Estas incoherencias y el eco de mentiras anteriores ponen en duda su credibilidad.
El periodismo debe actuar con firmeza: no repetir sin análisis, no viralizar lo falso, ni normalizar lo anormal solo porque ahora la voz provenga de una mujer. El reto será mayor que nunca, pero la obligación de confrontar al poder sigue intacta, sin importar el género de quien lo ejerza.
También hay confianza sosegada en que una de las pesadísimas reglas del poder mexicano se repita y el poder se transmita totalmente, solo así podrá Claudia sin aspavientos recordar a AMLO que el lugar que escogió en la historia se llama La Chingada.
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